La primera vez que el Heavy del Bigotón vio en uno de sus conciertos a alguien con un teléfono en la mano le sorprendió sobremanera: seguramente porque era 1971, cuando dicho aparato no necesitaba recibir el apelativo de fijo ya que no existía de ningún otro tipo. No era extraño que a sus recitales acudiera gente de lo más excéntrica, pero la escena de alguien fingiendo hacer fotos con un teléfono Góndola le provocó tal curiosidad que, en vez de ser el seguidor el que al final del show fuera en busca del artista, en esta ocasión fue a la inversa.
“Pobre Steve”, pensó el Bigotón mientras, 45 años más tarde, firmaba la cesión de derechos de imagen para comercializar los Emojigotes. “Acabó ingresado cuando no era un enfermo, sólo alguien adelantado a su tiempo; quizás yo no debería haber llamado al manicomio, aunque, por otra parte…” el riiiiiiing de un teléfono le sacó de sus pensamientos: del teléfono Góndola que le acompañaba desde 1971.
—¿Steve? No, lo siento, yo no conozco a ningún Steve, debe haberse equivocado; lo siento, no insista…
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