Este libro es un juego de polifonías, como las que apasionaban a Julio Cortázar, y también un reto que fue cambiando de rumbo según rolaban los vientos de la escritura. Como hace la vida. Sus piezas elevaron un ascensor triangular y su misterio, sus sombras enCajadas, un laberinto de senderos. La asimetría de una arquitectura llena de guiños para quien se atreva a traspasar el umbral de una casa y de sus sueños, los de cualquiera y los de cada cual. Las verdades, las mentiras y los secretos de personajes que van y vienen, voces amigas, vecinas o extrañas, que en algún tiempo y en algún espacio convergen, tal vez para siempre, o se disuelven para no encontrarse más. La tarea artesana de un orfebre que ama la retacería y las almazuelas. Como afirma uno de sus personajes, escribir es dar vueltas hasta marearse para luego detenerlo todo y esperar. Esperar con el tablero dispuesto sobre una mesa, a ti, lector.
Pedro Luis Menéndez apunta en Zenda algunas de las claves de la escritura de enCajadas (Impronta).
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Quienes nos dedicamos a fatigar palabras con un destino incierto hemos sentido alguna vez esa conexión profunda que hace que todo encaje. Algo así ocurrió con este libro. Andaba yo en busca de algún tipo de texto que se acercara a la figura de Julio Cortázar y su afán por no dejar nunca de jugar, y sin embargo, al mismo tiempo, pudiera complacer a cualquiera que nada supiera de sus cronopios, ni de Borges, ni de Onetti, a cualquiera para quien la obra de estos autores fuera desconocida, cuando una amiga novelista —que después se convirtió en mi cómplice imprescindible en la construcción de este edificio— me propuso un reto tras leer uno de mis relatos: “El ascensor”.
Me apasionan los árboles híbridos, como el árbol esmeralda o el Gardem, una mezcla de durazno y almendro, o tal vez el más sublime, el árbol Frankestein, que produce hasta cuarenta tipos de frutas. Habrá a quien le parezcan una monstruosidad. A mí, por el contrario, me resultan un culmen del mestizaje…
De este modo, por medio de injertos sucesivos, enCajadas fue adquiriendo su forma actual, que enreda y desenreda entre sus ramas y sus hojas las historias múltiples de las vecinas de un edificio diferente, de una casa tomada. Tres o cuatro amores malogrados, una adicta al sexo para huir de sus últimos días, un vestido de novia sin estrenar, un cadáver y una asesina —tendrás que descubrir quién es quién— y hasta un taxista con acné que imagina las vidas de sus pasajeras mucho más interesantes que preparar una oposición.
Un recurso que utilicé en las últimas revisiones, que fueron muchas, hasta permitirme la versión definitiva, fue acudir con intención a dos lectores cero muy diferentes tanto en sus gustos como en su estilo literario personal. Cuando ambos coincidían en señalar un punto débil o mostraban las mismas reticencias con respecto a párrafos concretos o a la misma ordenación de los textos, seguía sus pautas sin ninguna duda. Es importante escuchar a quienes te dedican sus horas y su saber hacer en estos tiempos de sorderas selectivas.
Un juego y un reto que cosió y descosió las tramas, que muestra sin pudor y a la vista de cualquiera, en su propia estructura, los andamios utilizados y las piezas precisas que lo hicieron posible, sus armonías y sus contrapuntos, sus episodios y los “ellos”, textos pequeños solo en apariencia secundarios: el hilo que tira del hilo, que acompañan a cada uno de los episodios nucleares. enCajadas corrió el riesgo en algún momento de convertirse en el cuento de nunca acabar hasta que di con la pieza clave, un cierre sobre el cierre y una llave que se tira para evitar el riesgo de volver a encontrarla.
Como afirma Carmen, la escritora del ático, “escribir es dar vueltas hasta marearse para luego detenerlo todo y esperar”.
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Autor: Pedro Luis Menéndez. Título: enCajadas. Editorial: Impronta. Venta: Todos tus libros.
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