Lo social sin inteligencia es el socialismo…
Entre la “revolución sin rostro” de Mayo del 68, cuyo deshilachado legado no ha sido otro que la deconstrucción, y la hegemonía de la pantalla que ha roto la distancia entre el acontecimiento, la imagen y la percepción, permitiendo a algunas almas cándidas pensar la transformación de lo virtual en una fantasía visible que permita excluir lo exterior y residenciar al artefacto humano en un circuito sin fin… inmortal, ha sucedido Jean Baudrillard (1929-2007), escritor que tuvo la insolencia de denunciar la descomposición en lo fantasmal de nuestra agotada perspectiva simbólica civilizacional. Tanto en sus escritos como en sus palabras y sus fotografías nos habló de aspectos aparentemente heteróclitos, pero secretamente vinculados arracimados en torno al concepto de “desaparición”.
Puso frente a nosotros una literatura dispersa y brillante, capaz de efectos de seducción poco comunes, donde compartía, entre otros hallazgos teóricos, la banalidad estética de los objetos del arte contemporáneo y una deconstrucción inmisericorde de la globalización y las técnicas digitales que la modulan. Todo ello en el contexto del devenir de un mundo devorado por la técnica. Trató de descifrar, y aquí lindó con la metafísica, la inmersión de nuestro tiempo en un proceso de autodisolución. Una civilización, la occidental, que busca infructuosamente el “asesinato de la realidad”. Con razón afirmó que vivíamos en una arquitectura de escombros.
La excelente recopilación de entrevistas publicada por Materia Oscura, editorial dirigida por Fernando Manjarrés que se está convirtiendo en un referente más que obligado por sus cuidadas ediciones de obras pertenecientes a diversas corrientes del pensamiento filosófico contemporáneo, está prologada por Laurent de Sutter y ha sido posible por la colaboración entre Marina, la viuda del escritor nacido en Reims, y Cool Memories, la asociación de amigos de Baudrillard. Veinticinco entrevistas, ante diversos interlocutores, que abarcan desde 1968 hasta 2008. La primera de ellas un debate, en el meollo de Mayo del 68, donde no sabemos quién es quién. La última una publicación póstuma. Desfilan por ellas los temas, las afinidades y las obsesiones de este pensador de orígenes campesinos que nunca se sintió cómodo en el mundo de los intelectuales y que negó explícitamente, en numerosas ocasiones, ser considerado sociólogo o filósofo. Como dijo en cierta ocasión, «vivir en la película no es lo mismo que verla». Y hay filmes de los que haremos bien en alejarnos de su visionado, como en la ficción de Theodore Roszack (1933-2011) Parpadeo.
El mundo real como residuo, la desaparición del principio de realidad y la deposición del cuerpo ante la pantalla nos encaran con la más nuda materialidad. El intercambio generalizado, que caracteriza al mundo moderno en su despliegue involutivo, no se va a ver alterado en modo alguno: más bien va a intensificarse, con la transcripción cuantitativa de lo natural vía trazo de carbono a través de sofisticadas herramientas biométricas. El dinero y el capitalismo no eran el mal absoluto: «El orden capitalista constituía quizás el último bastión contra la ultradesrealización que nos espera en todas partes» (2006).
Los signos desintensificados y los rituales desespiritualizados de los que hablaba Baudrillard adquieren en este contexto, nuestro presente en ciernes, una significación terminal e inquietante. Los ritos truncados han encadenado nuestro mundo a lo fatal como funesto, y de la escena hemos pasado a lo obsceno, cosa inevitable cuando a la acción ha sucedido la comunicación.
Un dionisismo banalizado y mostrenco ha despojado lo real de su fuerza ingénita: la metamorfosis. El mundo cibernético telemático ha posibilitado una confusión total: Utopía ha entrado ya en el mundo real, estamos más allá de la “sociedad burocrática de consumo dirigido” de la que hablaba su maestro Henri Lefebvre (1901-1991).
California se funde en la actualidad en las profundidades con el Metaverso: una dimensión que se quiere extrageológica. Los esquemas de participación e inclusión intensos que pretenden hacernos transitar de la ciudad al planeta se manifiestan ya como horizontes de colapso. Prácticas secretas y algoritmos tanáticos se dispensan ya, no sólo desde las profundidades heladas de los ordenadores más potentes, también entreveradas con las manifestaciones icónicas comunes que implementan viralmente las redes. No sólo la televisión está en lo hiperreal, el retorno de lo hiperarcaico es ya “un hecho”.
Cuando la muerte ha perdido toda posibilidad de ser sacrificial, cuando nos deslizamos como civilización y como mundo hacia lo “asimbólico” estamos más allá de los simulacros, penetrando en el ámbito de la pesadilla. En el horizonte futuro los confinamientos recientes nos han mostrado la sombra de un orden termita probable: el de las arcologías.
Y es que esta especie humana, que pretende en forma extrema asegurar su supervivencia definitiva a costa de todo, envuelta en el falaz oropel del respeto a las demás formas de vida, podría estar escenificando su propia desaparición. La obsesión terapéutica por expurgar el mal, como se practica hoy en China y se aplaude en Occidente, nos recuerda que no vivimos en tiempos de armonía sino de anomalía. Cuando les hablen de “cosmotecnias” lean «antinaturaleza».
El arte, clave de bóveda de la imaginación creadora, no es ya otra cosa que un metalenguaje de la banalidad. El universo, devenido multiverso, se asimila conceptualmente a la parodia, y su materia no es ya la de los sueños sino una fragmentación híbrida de corte altamente inflamable… El hombre es un animal ambiguo que habita hoy en una época de impotencia radical, un tiempo donde el simulacro se ha hecho realidad.
En el Día del Accidente Total la resistencia sólo puede vivirse ya como singularidad. Entre las resonancias del secreto de la reversibilidad, al que tantas paginas dedicó Baudrillard, está el poder percibir la muerte como goce metafísico.
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Autor: Jean Baudrillard. Título: Entrevistas 1968-2008. Editorial: Materia Oscura. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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