Lágrimas, sonrisas, ovaciones interminables y muchas emociones es lo que ha repartido y recogido Joan Manuel Serrat en la gira de despedida que durante los últimos ocho meses ha recorrido el mundo y que esta semana acaba en Barcelona, con tres conciertos que marcarán el final del viaje, un viaje que termina donde empezó, en esta ciudad de las «mil caras», en la que nació hace 78 años, donde inició su carrera profesional hace 58 y que ha inspirado muchas de sus canciones universales.
Han pasado doce meses desde que anunció que se retiraba, pero muchos todavía no han logrado digerir que no podrán escuchar nunca más en directo las canciones que les han acompañado durante toda la vida. Tampoco para Serrat está siendo fácil, según ha reconocido, y quizás por eso ha insistido más de una vez en estos últimos meses en que abandona los escenarios, pero no la música ni la vida. Seguirá paseando por las calles, saludando a los amigos, y, a lo mejor, componiendo nuevas canciones y grabando discos. «Yo estaría aquí cantando hasta soltar el bofe, pero tampoco está uno como para dar espectáculos», dijo en su concierto en Madrid, y ahí está la clave, porque Serrat no se va porque no pueda continuar, se va porque quiere ser él mismo quien se ponga su propia fecha de caducidad. Él ha marcado la fecha, 23 de diciembre de 2022, y también las formas, y durante la gira ha insistido en pedir al público que olvide «las nostalgias y las melancolías» para poder despedirse «con alegría».
Pero la nostalgia se ha colado en todos los conciertos, y sin duda lo hará también en el de Barcelona, porque su poesía invita a ello y porque las canciones de Serrat han marcado momentos íntimos de su público y remueven recuerdos. Cómo no sentir nostalgia escuchando en directo por última vez «Mediterráneo», «Lucía» o «Aquellas pequeñas cosas», que son algunas de las canciones que han sonado en la gira, aunque también forman parte del repertorio de El vicio de cantar, 1965-2022 canciones con otro tono, como «Hoy puede ser un gran día», «Para la libertad» o «Fiesta». Un repertorio de poco más de 20 canciones, que elige cada noche entre las cerca de 70 que maneja en esta gira y que cambian en cada concierto. La mayoría de los recitales han empezado con «Dale que dale» y «Mi niñez» y han acabado con «Penélope» y «Fiesta», pero en los que ha ofrecido hasta ahora en Cataluña lo ha hecho con canciones en catalán como «Temps era temps» o «Paraules d’amor», así que cualquier cosa puede pasar en Barcelona.
La gira empezó el 27 de abril en el Beacon Theatre de Nueva York, donde intentó cerrar con «Fiesta» y su «vamos bajando la cuesta / que arriba en mi calle / se acabó la fiesta», pero el público insistió con los bises y él volvió para cantar «Esos locos bajitos». Luego siguió por Miami, Puerto Rico, República Dominicana, México, Colombia, Costa Rica, España, Venezuela, Ecuador, Argentina, Chile, Perú y Uruguay, en una gira que ha agotado entradas a gran velocidad y ha visto redoblar fechas, hasta llegar a la cifra final: 74 conciertos, 45 de ellos en España. La ciudad con más conciertos ha sido Buenos Aires, con cinco recitales muy emotivos en los que narró anécdotas de su larga relación con Argentina, algo que también ha hecho en otras muchas ciudades de Latinoamérica, su segunda casa.
Mañana vuelve a la primera, Barcelona, para dar el adiós definitivo, pero como dijo en Buenos Aires, «solo vengo a despedirme de los escenarios y no a despedirme de la gente, ni del país, ni del cariño que nos ha unido».
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