«Para ti, ¿qué es la trascendencia?», le preguntó Jordi Évole a C. Tangana en su entrevista titulada Lo de Pucho. El artista, que acaba de estrenar su documental Esta ambición desmedida, contestó: «A lo mejor es lo que dice (Manuel) Machado sobre las coplas: «Las coplas, hasta que no las canta el pueblo, coplas no son”. Y lo mejor que te puede pasar es que la gente olvide cuál es el autor, porque entonces ya son coplas, son del pueblo. Eso es para mí lo más importante. La primera persona a la que se ocurrió sofreír el ajo… no hay nadie que esté por encima de eso. A eso me refiero con trascendencia».
«Procura tú que tus coplas
vayan al pueblo a parar,
aunque dejen de ser tuyas
para ser de los demás.Que, al fundir el corazón
en el alma popular,
lo que se pierde de nombre
se gana en eternidad»
Es indudable la conexión del hermano mayor de los Machado con la cultura popular, partiendo de que forma parte de una dinastía, en cierto modo, entregada a la difusión del folclore, el flamenco y la poesía popular. Su padre, Antonio Machado y Álvarez «Demófilo», mostró desde edad temprana una gran inquietud por las creaciones populares, culminándolo en obras como Colección de cantes flamencos, una recopilación de cantes populares anónimos. Ya tras su muerte, el interés por las tradiciones populares entró en decadencia progresivamente, haciendo que el concepto folklore se empobreciera debido también al contexto posterior de la Guerra Civil, donde a menudo lo considerado «popular» se utilizó con fines políticos. Demófilo, además, manifestó muy acertadamente, tratando el tema de la cultura y el pueblo: «Las creaciones del pueblo no son en nada inferiores a las del poeta erudito, cuya misión consiste sólo en tallar el diamante que la riquísima tierra ofrece en sus entrañas».
Manuel Machado, heredero de esa Colección de cantes flamencos, desarrolló en su poesía tres voces a las que podríamos denominar como parnasiano-simbolista, folklórica y coloquial. La folklórica es la que más nos interesa cuando hablamos de música, puesto que muchos de sus versos han logrado permear en artistas que, como C. Tangana, a día de hoy le reivindican. La popular Rosalía, coetánea de Pucho, debutó en 2017 con su álbum Los Ángeles, una recopilación de cantes antiguos de artistas como Manuel Vallejo, Tomás Pavón, Antonio Molina y un largo etcétera. La letra de la canción «Día 14 de abril» es una mezcla de una taranta de La Niña de los Peines, unas malagueñas de La Trini y una hermosísima estrofa de desamor de «Malagueñas» de Manuel Machado:
«Cuando me miras, me matas…
Y si no me miras, más.
Son puñales que me clavas
y los vuelves a sacar»
Vale la pena detenerse en estas «Malagueñas» de Manuel Machado puesto que sus estrofas las han cantado indistintamente otros cantaores como Antonio Mairena, María Vargas Fernández, Montse Cortés —junto a Paco de Lucía en su disco Cositas buenas (2004)— y Manolo Sanlucar. Fue el granadino Enrique Morente quien abrió su tema «Sembré una esperanza» con una adaptación de la tercera estrofa: «Yo pensaba haber cogido / la naranja y el azahar… Con hacer leña del tronco / me tuve que conformar». La quinta estrofa de estas «Malagueñas», además, se universalizó con el éxito de «Achilipú» de Las Grecas —basado en el de Dolores Vargas «La Terremoto»—, que dentro de su álbum Gipsy Rock (1974) asentó las bases del flamenco rock de la época, y que reivindica a Machado añadiendo los versos «Si te quise, no lo sé; / si me quisiste, tampoco / pues borrón y cuenta nueva / tú con otra y yo con otro», dándole así la vuelta a la perspectiva desde el cambio del género de la letra.
Al igual que Enrique Morente también versionó el poema «La Pena» de Manuel Machado en una de las mejores canciones de Sacromonte (1982), haciéndolo suyo de manera literal en «Mi pena», Las Grecas también rindieron homenaje a sus «Soleares» en «Así sí (Garrotín)», cantando «No sé qué me está pasando / me está faltando el sentío / cuando estoy alegre, lloro; / cuando estoy triste, me río». Además, otros de los cantaores que cantaron sus soleares fueron Vicente Soto «Sordera», Antonio Mairena —en compañía de Melchor de Marchena— y el icónico Joselito, a quien C. Tangana también recuperó en una de las muchas referencias populares que recogió en El Madrileño.
Manuel Machado, al igual que su hermano Antonio, estuvo siempre arraigado a la raíz popular andaluza, y alguna vez contó que fue a oír cantar flamenco y que se sorprendió al escuchar una letra suya —ya comenzaba a percibir su propio trasvase cultural—. Mediante su poesía, y en concreto sus seguidillas, coplas y soleares, difundió una obra perfecta para el cante, al igual que lo hicieron algunos otros autores interesados por el neopopularismo y adaptados posteriormente al flamenco, como los tan conocidos Federico García Lorca y Rafael Alberti. Un movimiento especialmente andaluz que nació, en parte, como reacción a la literatura anterior, a menudo considerada elitista, buscando una conexión con el pueblo mediante letras accesibles y métrica propia de la lírica tradicional. Que precisamente artistas como C. Tangana o Las Grecas busquen la conexión con el flamenco mediante el tema de la juerga y los versos de Manuel Machado no es casualidad, puesto que ya el poeta escribió «Una fiesta se hace / con tres personas: / uno baila, otro canta / y el otro toca. / Ya me olvidaba / de los que dicen: “¡Ole!” / y tocan las palmas.
Qué buen artículo.