El poeta donostiarra Karmelo Iribarren escribió un breve e irónico poema que se titula “El pasado”, que anda corriendo con grande éxito por las redes y que hoy me permito traer aquí. Canta así Iribarren:
Ahora/que he dejado el alcohol,/no veas/el cuidado/que tengo que tener/con los camareros/de mi barrio:/en cuanto se toman/dos tragos,/me cuentan mi vida.
Y recito yo, con verdad, aunque sin estro poético alguno:
Ahora/que he dejado/de publicar libros,/no veas/el cuidado/que tengo que tener/con los letraheridos/de mi barrio: en cuanto editan/sus memorias,/me cuentan mi vida.
En efecto, estas páginas, este Empeñados en ser felices, pueden leerse como las memorias de Munárriz, pero —de ahí lo que antes dije sobre lo acertado del subtítulo— como una crónica sentimental de todos los de su misma quinta y, sobre todo, sobre lo felices que fuimos con la vida cultural que inventábamos cada día. Como me dijo generoso MM, este libro podías haberlo escrito tú. Es el libro de todos los de entonces que vemos cómo ya se nos adelgaza el porvenir. Y es el libro para todos los faltosos edadistas adanistas que nos siguen clamando lo difícil que lo tienen ellos y acusándonos fementidamente de haberlo tenido muy fácil nosotros: que se ilustren.
Me gusta decir que eran los tiempos en que jugábamos la Champions de la literatura, aquí en Asturias sobre todo. Ya llevaba Munárriz en el empeño de marcar goles en verso y prosa unos cuantos años desde su Cuenca Minera. Pero —queridos míos (poned femeninos o símbolos inclusivos donde mejor os venga)— la década se inició con Los Cuadernos del Norte, de Juan Cueto; con los 17 años en que estuve atemperando vanidades literarias al frente del suplemento “Cultura” de esta casa; con mogollón de frentes culturales abiertos; libros, editoriales, charlas, movidas… y con Miguel Munárriz por todas partes. Porque —quienes lo conocen lo saben— Miguel es un extraordinario plasmador de ideas, un hacedor. Tened mucho cuidado al hablar con él, pues si dejáis en el aire un proyecto, una idea, la posibilidad de que, la oportunidad de cual…, no tardará mucho antes de que caigan en la cazuela munarriciana y se tornen plato de mucho gusto. Y todo lo hará moviéndose con elegancia y solvencia por el mundo más envenenado que conozco. Yo, que fui profe de Literatura en un centro de FP en las montañas asturleonesas y de Religión en un correccional del que me echaron por rojo; yo, que firmé un contrato periodístico en la calle de Uría ovetense sobre la espalda del chófer de la empresa que tenía su sede en la consulta de un psiquiatra; yo, que fui boxeador aficionado, y director general con despacho en la consulta de un pediatra… En ningún oficio donde me vi obligado a buscar les fabes me cupo sentir el silbido de los cuchillos por el aire como en el mundo de los libros.
Pero siempre, pacificando, por ahí andaba Munárriz. Y su gigantesca figura, oyes, daba mucho sosiego, aquello iba a salir bien y además estábamos empeñados de paso en ser felices. ¿Un ejemplo del estilo MM? En no sé qué tertulia solté al paso una minipropuesta. Al día siguiente, me llamó Munárriz. Que eso tenía que contarlo en Madrid, en una mesa redonda de la Feria del Libro (creo), que él me enviaba billetes y reserva de hotel. Sin apenas darme cuenta, viajé a la capital, solté lo mío en menos de cinco minutos y de vuelta a casa ese mismo día. Así era entonces.
Fijémonos en los Encuentros, en la gente escritora que venía por Asturias. Hoy puede cualquiera decir aquí que ha visto a Woody Allen, que entrevió a Paul Auster, que se acaba de cruzar con Meryl Streep… Pero Munárriz nos traía, en el siglo pasado (insisto: en el siglo pasado) a Augusto Monterroso, a Bioy Casares, a Julio Ramón Ribeyro, a Jorge Edwards, a Ana María Matute y a Josefina Aldecoa, a Daniel Moyano, a Rosa Montero… Pero no para lucirlos en el ojal y darles una vuelta por Vetusta (que también), sino para exprimir sus enormes saberes con enorme cariño y para todos los públicos, para partirnos todos de risa tomando un vasu vinu en “La Perla” o cantando, con el inestimable empuje e iniciativa de mi Paz Gutiérrez Cuéllar, “Cuando pa Chile me voy, cruzando la cordillera” a voz en cuello junto a aquellos dioses que ya estaban en los libros de literatura y ahora nos los traía Munárriz fieramente humanos.
Desde una librería que fundara en Langreo hasta hoy mismo, este gran guerrero cultural nos va desgranando lo más florido de sus aventuras entre libros, coordinando un suplemento allá, dirigiendo un teatrazo acullá, siendo gobierno asturiano por delegación en Madrid, asesorando no sé dónde, paseando y charlando con no sé quién, escribiendo sus poemas, agotando noches con Aute o con Ángel González (tanto, tanto Ángel González siempre, ay), cocinando fabada para Vargas Llosa y ocho mil invitados más… Lo hace en Empeñados en ser felices (la frase es de Tito Monterroso) mediante unas 70 entradas breves: una especie de tiquitaca, de toco y me voy a otro espacio libre. Con la solvencia de quien lo vivió o lo creó, de quien estaba allí; pero nos lo cuenta o nos lo recuerda con la elegancia de quien se queda más con los gozos que con las trabas, con la celebración que con el rechazo o el disgusto: Miguel Munárriz es un señor. Yo mismo he tenido un par de malentendidos con él y para nada se cuentan en el libro: prefiere siempre la alegría a pelmazadas como las mías que no iban a parte alguna. La misma elegancia estoica de un Ribeyro, sin inmutarse por un pavoroso terremoto en su Lima.
Ya lo entiendo, diréis: es un libro de nostalgias. Ya lo entiendo, pensaréis, es un libro de “en mis tiempos…”. Pues error, craso error. Es un libro para demostrar palpablemente la enorme felicidad que produce vivir entre literatura. Cuando se hace cierta otra vez más la frase admonitoria “qué tiempos estos en los que hay que luchar por lo que es evidente”. Cuando, como decía Francisco Umbral y recoge Munárriz, de nuevo “estamos rodeados: los robots, los misiles y los dioses antiguos han armado su guerra contra la vieja Europa”. Cuando todo ello ocurre, surge Miguel guiñándonos el ojo, pues pilló el truco de vivir feliz. Se empeñó en ello y entre libros dejó crecer sus sentimientos.
Os lo advierto: si me cuentan que en Marte o Júpiter están hablando de montar un gran tablado literario, estaré seguro de que Miguel Munárriz anda por medio. Y estaré seguro de que saldrá bien.
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Autor: Miguel Munárriz. Título: Empeñados en ser felices. Editorial: Aguilar. Venta: Todostuslibros
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