Es la tercera vez que me pongo a describir el proceso creativo de una de mis novelas y la razón es obvia, he escrito tres novelas. Las tres son muy diferentes entre sí, pero tienen algo en común: el resultado final de la obra no se parece en nada a lo que yo pretendía escribir en un principio.
A medida que Alexandrina Capão, la amable encargada del museo, iba mostrándonos las distintas dependencias, conservadas y restauradas con gusto y mimo, se iba abriendo paso en mi cabeza una idea, ese lugar se merecía una novela.
Pronto se me vino a la mente la espléndida obra de Umbero Eco, El nombre de la rosa, tal vez por lo común de la flor. Pero lo cierto era que cuanto más conocíamos del monasterio, más me imaginaba yo a un maquiavélico asesino de freires escudriñando los recovecos del maravilloso claustro o ahogando a uno de ellos en el misterioso aljibe de aguas verdosas de la cocina.
Al día siguiente de tan provechosa excursión me puse manos a la obra y diseñé la estructura de la novela. Sería una novela histórica que se desarrollaría en el monasterio de La Flor da Rosa y trataría del asesinato de unos freires y su posterior investigación por parte de algún otro religioso. La razón de esos asesinatos la pensaría cuando tuviera más avanzada la primera idea. Eso sí, tendría que estar muy alejada de lo desarrollado por Eco en la abadía benedictina del Piamonte.
Esta vez parecía que no me iba a desviar del plan previsto. Por primera vez en mi corta carrera literaria tenía claro lo que iba a escribir: una novela negra. Pero, ¡ay! Ilusa de mí, qué pronto me iba a dar cuenta de que volvía a incurrir en el vicio de mis anteriores novelas.
En efecto, en cuanto comencé la fase de documentación acerca del monasterio de los Caballeros de la Orden de Malta comenzaron a asaltarme las primeras dudas, pues los personajes históricos que iban a apareciendo se merecían aparecer en la historia que me proponía contar: Catalina de Austria —la desgraciada hija de Juana la Loca—, el rey Juan III de Portugal, Felipe II, don Ruy Gómez de Silva, etc.
Hasta que me topé con María de Avís, hija de doña Leonor de Austria y sobrina del emperador Carlos V. Cuando leí la primera biografía de la infanta María escrita por el padre Pacheco quedé impresionada por su vida rodeada de desgracias, por su temperamento, por su fuerza arrolladora para sobrevivir en una corte llena de intrigas que amenazaban su propia existencia. Entonces se me disolvieron las dudas y decidí que sería uno de los personajes principales. Y que además merecía contar su vida en primera persona.
Tendría, pues, dos tramas relacionadas e imbricadas: la desarrollada en el monasterio en donde primaría la intriga y mi fantasía, y la parte en la que María de Avís cuenta su vida, más cerca de la realidad, aunque también con personajes inventados. Además de la intriga y los hechos históricos, aparecería el amor. La tercera constante en mis novelas. Las historias de amor protagonizadas por mujeres valientes que, dada la época que les toca vivir, anteponen el deber al amor al que deben renunciar.
Además, las historias irían diferenciadas. Habría dos narradores, María de Avís contaría su vida en primera persona, nos sumergiría en las intrigas palaciegas, nos llevaría por las calles lisboetas en donde entraríamos en la botica de don Nuno y conoceríamos a Ana Loira, la otra gran protagonista de la historia; el narrador omnisciente, por su parte, nos contaría la trama de los crímenes monacales y nos daría cuenta de la historia de Ana Loira y también de María de Avís.
Hasta tipográficamente pensé que deberían estar separadas las historias, para dar más verosimilitud a lo que contaban sus protagonistas. Así la narración de María de Avís aparece en cursiva.
El gran reto que se me presentaba era unir esas historias, que los personajes se movieran en las tres tramas, que interactuaran, se relacionaran y tuvieran vivencias comunes. A veces tuve que inventar esos sucesos, pero otras el propio hecho histórico me salía al paso, porque como se suele decir la realidad supera a la ficción.
El resultado se puede resumir en las tres frases que aparecen en la portada del libro: «Una infanta desgraciada cuyo destino se disputan dos reyes». «Una joven herbolaria perseguida por la Inquisición». «Un crimen que manchará de sangre, para siempre, la fe en Dios y la Corona».
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Autora: Rafaela Cano. Título: Linaje maldito. Editorial: Grijalbo. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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