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El Maestro, 60 gags, 60

El Maestro, 60 gags, 60

En las historietas de El Maestro, el viejo torero nos arrastrará, embolicados por su capote de miasmas corporales, alambicado lenguaje andalusí e inusuales faltas de respeto, a un auténtico tour de force surrealista, donde el gag vendrá a ser como ese estoque que, si funciona, atravesará nuestro cerebelo para provocar esa mueca, ese rictus facial que en algunos casos derivará en la risa, en otros en arcada, quién sabe si en las dos cosas a la vez, haciendo que doblemos, como la res, herida de risa en este caso, o no, y estiremos la pata entre ovaciones. Acaso pitos, el respetable es así.

Porque aquí la faena termina con el gag. Y tiene entre sus manos 60 gags, 60, que esperan sus pitos o sus aplausos. Las historietas de El Maestro rara vez superan las cuatro viñetas. Un buen aficionado sabe que no ha de haber «avisos» y que tras los pases justos la muerte ha de ser rápida. Nada peor que un lector que babea herido, vomitando sangre sin acabar de reírse, que espera el descabello con aire suplicante, que le libere de la lectura plomiza de un tebeo inane. Y, dios me perdone, así son muchos de los que hoy se celebran, e incluso se premian. Tochos de impenetrable adobe, ejercicios de estilo de brillantes colores rellenados de vacío, a menudo con un mensaje moral previsible, que hieren de muerte a la Fiesta del tebeo y provocan el abandono de los aficionados.

"Las historietas de El Maestro son chistes hechos a calzón quitado y a carta cabal. El personaje se enfrenta al lector a porta gayola, y vuelta la mula al trigo, pensarán..."

A estas alturas quizá haya llevado ya demasiado lejos la metáfora taurina al referirme a los contenidos de este álbum. Habrá quien haga mohines con tanta referencia a una actividad tan sangrienta y desfasada, pero es que, bajo la apariencia de un tebeo netamente humorístico, puerilmente escatológico, en ocasiones, se esconde un mundo de metáforas cuya profundidad escapa al propio autor, que las desvela a posteriori, en una suerte de mecanismo de producción inconsciente y que le hace pensar que El Maestro se ha convertido, tras más de 20 años de producción, en una especie de fetiche popular en el que las esencias de la cultura española se reconcentran, funcionando como una antena que recibe las emanaciones del Volkgeist español, deformándolas, pero no tanto, para su disfrute.

Las historietas de El Maestro son chistes hechos a calzón quitado y a carta cabal. El personaje se enfrenta al lector a porta gayola, y vuelta la mula al trigo, pensarán… Las historietas de El Maestro son sota, caballo y rey, donde se hace realidad la divisa plus ultra en el mundo de la historieta, pues en la búsqueda de ese axis mundi que constituye el gag, el autor no dudará en ir «más allá», en escarbar en las entrañas del personaje, en las asaduras de ese Volkgeist, destripándolo si es necesario, para liberar las vísceras de excrementos y fabricar con ellas el embutido de una buena historieta.

Ahí está la grandeza de El Maestro. Se necesitarán, supongo, décadas para que sea valorado en su justa medida, acaso cuando el pueblo español pierda el miedo a sí mismo, y mirándose al espejo, se ría, francamente, de sus cicatrices.

El Maestro es, probablemente, el referente del humor escatológico español, que quizá sea tanto como no decir nada. Poco ha de importarles cuando lo lean. Piten o aplaudan.

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Autor: Furillo. Titulo: El Maestro. Editorial: Autsaider Cómics. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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