A las buenas, querido lector.
Escribir este tipo de entradas siempre es especial para mí. La razón supongo que es obvia, pero por si quedan dudas explicaré que es porque lo hago tras la emoción del nuevo lanzamiento de un libro al mercado. Como llevo un tiempo alternando entre novela y ensayo, sería interesante recalcar que en este caso se trata de lo primero.
Sí, querido lector, si tras mi insistente e incesante spam en redes (eso sí, no me negarás que lo hago con gracia) no te has enterado de que acabo de lanzar nueva novela, te lo cuento por aquí.
El día 6 de febrero (en realidad se adelantó dos días, cosa que me hizo sonreír muchísimo, ya que fue por insistencia de lectores) llegó a las librerías No robarás, la que es segunda parte de una trilogía que inicié hace un año con el lanzamiento de No mentirás.
Eso de “inicié” habría que matizarlo, pues el germen de todo está cinco años atrás, pero como fue cuando llegó a ti, pues lo digo así.
Mi intención con este post no es venderte la novela. Bueno, sí, pero no quiero hacerlo de la forma típica, contándote las razones por las que pienso que es necesario que corras a tu librería de toda la vida y te hagas con ella; no, lo que quiero ahora es contarte cómo fue el proceso de escritura (sobre todo de documentación), ahora que soy capaz de recordarlo y sonreír. Y créeme, esto es importante, porque durante todo el tiempo en el que he estado liado antes de tenerla por fin impresa en mis manos he querido arrancarme el poco pelo que me queda.
Acompáñame durante estas líneas, porque te prometo que esto tiene de todo menos aburrido.
Todo comenzó hace cuatro años. Muchas veces se me ha preguntado por qué quería crear una trilogía. Sobre todo se me intentaba echar en cara que estuviera intentando unirme a una moda que parecía tener cierto éxito. Ejemplos como los de Dolores Redondo o César Pérez Gellida pesaban demasiado, y los que me rodeaban (e intentaban aconsejar) tenían sus dudas de si lo mío no sería un simple intento de acercarme a la fórmula de su despunte.
Mi respuesta siempre ha sido clara: no.
No, porque aparte de considerar que ellos juegan en una liga en la que yo todavía no estoy preparado para entrar (algo así como la Champions de los escritores, porque los dos son jodidamente buenísimos), mi única intención era poder contar la historia que tenía en la cabeza de un modo no apresurado. No quería omitir detalles que me parecían necesarios para que se entendiera bien el mundo que se estaba gestando en mi cabeza. Es por eso que decidí separar la historia en tres partes y, créeme, cuando tuve claro esto todo fluyó de otra forma. Ahora sabía que podía contar exactamente lo que quería de la forma en la que quería hacerlo.
Con esto claro y con No mentirás ya escrita (aunque una primera versión que nada tiene que ver con la que ahora mismo puedes leer), me puse manos a la obra y comencé a teclear las primeras palabras de No robarás.
La primera decisión que tomé creo que fue la más importante de todas. Igual que en No mentirás quise mostrar la génesis de mi personaje fetiche, el inspector Nicolás Valdés, en No robarás quería a un investigador más curtido, con más bagaje, con más experiencia. ¿Por qué? Porque necesitaba demostrar que por mucho que creamos haber vivido, por muchas tablas que pensemos tener, todavía podemos destruirnos y derrumbarnos al enfrentarnos al peor de nuestros miedos. Creo que todos tenemos nuestro talón de Aquiles, y aquí quería tratarlo. Así que tomé la decisión de situar la trama siete años después de los terribles acontecimientos transcurridos en Mors.
Creo que ha sido una de las mejores decisiones que podría haber tomado, porque me ha dado muchísimo juego para experimentar con los personajes, para poder, sobre todo, mostrar una evolución que a veces es muy complicada de plasmar.
La historia la tenía macerada en mi cabeza desde hacía tiempo, así que no me costó nada escupirla. Pero tal cual. La solté sin más en el Scrivener sin pararme a pensar en ningún tipo de regla a la hora de escribir. Lo hice sin preocuparme de si repetía situaciones, de si las conversaciones eran planas, de si esto o lo otro tenía o no sentido.
Sé que muchos puritanos de la escritura se estarán llevando las manos a la cabeza. ¿Cómo se me ocurre soltar toda una novela sin preocuparme de cosas esenciales para un buen resultado final?
Pues la respuesta es sencilla: porque me conozco y sé que esa novela que acabo de parir no es más que un simple esbozo de lo que será después. Mi método de escritura es básicamente ese: soltarlo todo para después ir revisando página a página lo que he escrito, y entonces, a partir de ahí, es cuando comienza mi particular Monte Calvario. Más que nada porque soy capaz de reescribirlo todo un número no determinado de veces. Con No robarás perdí la cuenta hace mucho, pero te puedo asegurar que sobrepasé las treinta seguro.
Sobre todo lo que interesaba, muy por encima del estilo (que para eso también hay tiempo después, además de editores que te ayudan a retocar cositas) era ofrecer, tal cual hice en la primera, una realidad policial poco vista en la novela negropolicial española (bueno, y en la internacional también). Ojo, que nadie se me empiece a ofender, porque he dicho «poco vista», no que no se haga.
Con No mentirás conseguí una buena red de contactos, y eso estaba muy bien, pero el que ya me conoce sabe que nunca me conformo, e intenté ir más allá.
Lo que más me interesaba de todo fue contar la realidad de la unidad policial que decidí introducir a través de un personaje que me encanta: el de la inspectora jefe de la Sección de Análisis de la Conducta Sara Garmendia. La unidad existe y es tal cual os la cuento en la novela, pero para eso tenía que llegar a ella. ¿Que cómo lo hice?
Aquí tendré que omitir algunos detalles, más que nada porque me puse en plan Sherlock Holmes con una investigación que ahora la pienso y me asusto a mí mismo, pero llegué hasta el mismísimo inspector jefe de la unidad. Sí, sí, como un psicótico casi que lo abordé y el pobre no tuvo más remedio que atenderme. A ver, su nombre no es ningún secreto de Estado ni nada parecido, pero para evitar que algún loco como yo haga lo mismo no diré su nombre. El caso es que muy amablemente me envió toda clase de información sobre su unidad especial y me empapé de datos que sonaban más a serie de televisión de lo que yo en un principio creía. Algunos de ellos eran tales como que sólo eran cinco integrantes para cubrir todo el territorio nacional, que se desplazaban hasta cualquier lugar donde se les requiriera para ayudar a esclarecer crímenes un tanto complicados, o que usaban esas famosas pizarras gigantes para interconectar datos y así poder elaborar perfiles criminales. Incluso que tenían su propio método, creado por él mismo, para llegar a esos perfiles trazados.
Imagina el material que tenía tras esto y el juego que me daba en la novela.
Lo bueno es que la relación con el inspector jefe no quedó ahí y ahora hasta puedo decir que somos amigos. Esta amistad me ha llevado a poder visitar su sede, en el complejo policial de Canillas, en Madrid, lo cual me ayudó a poder describir con más precisión los escenarios por los que se mueven. Incluso me quedé zumbado cuando vi el despacho en el que trabajaban, pequeño como una caja de zapatos, y donde, a pesar de ello, seguían adelante con casos aparentemente irresolubles.
El valor que ha tenido esto, ya no solo para la novela sino para mí mismo, no se puede cuantificar.
Como he dicho, la primera parte ocurre siete años antes, y esto implicaba que Nicolás estaba en esos momentos en otro puesto de trabajo: acababa de empezar en la UDEV de la Comisaría Provincial de Alicante, pero tras el reconocimiento que obtuvo al resolver el caso y, con el tiempo transcurrido, aquí nos lo encontramos en Madrid, en la Unidad de Homicidios y Desaparecidos del mismo complejo en el que está la SAC.
¿Qué significa esto?
Que quería documentar con la mayor exactitud posible cómo era trabajar en esta unidad, digamos, especial de la Policía Nacional. He de decir que aquí no le eché tanto morro y busqué ayuda de un modo un poco más “oficial”, por decirlo así, pero cuando lo logré me encontré hablando cara a cara con un inspector jefe de la unidad real. Aquí vuelvo a repetir que toda la información que me proporcionó no tiene un valor cuantificable para mí. Gracias a ella conseguí dotar de un mayor realismo todo el proceder que se ve en la novela (eso sí, no te asustes, porque me he dejado el pedantismo y el cuñadismo de lado; siempre he defendido que quería saber para contar la realidad, no para demostrar lo que sé), pero sobre todo, al igual que me sirvió con la SAC, los protagonistas cobraban una mayor vida al haber podido ver casi que tras los ojos de esos que de verdad están ahí. Esto me hizo empatizar mucho más, y creo que uno de los mayores logros de la novela ha sido que los protagonistas estén más vivos que nunca. Que cada hecho, cada cosa que ocurra, les afecte de un modo u otro y esto, a su vez, influya en la siguiente decisión que tienen que tomar. También me sirvió para dotarlos, cada uno a su manera, de algo que he visto mucho y que yo mismo he decidido llamar «el humor del investigador» (aquí englobo a forenses).
¿Que qué es esto?
Pues son esas bromas que tienen que hacer, con todo el respeto del mundo, para poder sobrellevar su día a día. Todos pensamos que nuestros trabajos son duros, pero te aseguro que no volverías a pensarlo si ellos te contaran ciertas cosas que han tenido que ver/vivir y que sin ese humor tan particular no podrían soportar. Evidentemente, mi admiración tras saber esto creció hasta límites difíciles de contar.
Como he nombrado a los forenses, no pienso dejarlos fuera, sobre todo teniendo en cuenta que forman una importantísima parte del proceso de documentación que viví para escribir la novela. En verdad esto que te cuento me sirvió para No mentirás y para No robarás, ya que de algún modo estuve alternando las correcciones / documentación de ambas. Bien, pues retomando la historia y volviendo al método de abordar a un pobre incauto que no me esperaba, busqué y rebusqué hasta que di con el contacto directo de uno de los forenses que trabaja en el IML de Alicante. Y él, amabilísimo, me invitó a ir para conocer todo aquello. Sé que ahora el morbo te ha atrapado y quieres saber con detalle todo lo que vi ese día, pero me lo voy a ahorrar para que tu mente imagine. Y créeme, seguro que te quedas corto, pero ahí lo dejo. Este proceso de visitar Medicina Legal lo repetí en Almería. Estas dos experiencias me sirvieron, una vez más, para conocer a las personas que están detrás del personaje, y me ayudó a entender lo que líneas más arriba te he contado. Lo mejor es que me hizo escapar de ese tópico de que el forense es un ser lúgubre y que habla en términos que sólo él conoce. No, nada más lejos de la realidad.
Lo cierto es que con todo esto la novela tenía ya una aceptabilidad bastante grande, pero uno con los años se vuelve un ser insoportable, y para mí nunca era suficiente, así que seguí puliendo aspectos para, ya digo, que al final la trama pudiera pasar por un caso real con sus procedimientos reales. Así que decidí romper con el mayor de los mitos de la ficción: los análisis de ADN. Sí, querido lector, en No robarás los hay y tienen un peso que ni te imaginas. Aquí tengo que reconocer que mi suerte fue enorme, porque un gran amigo es uno de los mayores expertos de los cuales me podían echar una mano, así que ahora le tocaba sufrirme él. Pero gracias a eso, pues lo mismo que todas las veces anteriores, todo ganaba en consistencia.
Y ahí fue cuando consideré que tenía una novela en condiciones. Con el tiempo fui puliendo algunos flecos de trama hasta que quedó ya a mi gusto, pero quedaba el mayor de los problemas: ¿qué hacía ahora con la novela?
Me explico. Cuando yo realmente la acabé no tenía una editorial dispuesta a publicarla. En esos momento yo estaba inmerso en el mundo de la autoedición y, la verdad, no me estaba yendo mal, pero yo sentía que quería algo más.
Con mis novelas anteriores ni lo intenté, pero ahora tenía muy claro que esta trilogía tenía que estar colocada en todas las librerías. Me lo había currado como nadie y, sin desmerecer en absoluto el otro método de publicación, pensaba que no era algo para subir a Amazon y listo. Quería algo más.
Pero ese más no llegaba.
Muchos escribís y me preguntáis cuál es el secreto para llegar a publicar tus obras en una buena editorial. O al menos en una decente. Mentiría si dijera que no sé cuál es, porque con el tiempo me he ido dando cuenta de que sí lo hay. Y, siento decepcionarte, pero no hay otro que no sea la perseverancia.
Vaya, menuda mierda de secreto, ¿no?
Puede, pero ya digo, ahora puedo decirlo con mi ejemplo claro. Mira, cuando acabé esta novela, empecé rápidamente la tercera. Ya digo, la historia estaba en mi cabeza. Pero ver que las otras dos novelas no llegaban a ninguna editorial, por la circunstancia que fuera, me desanimó muchísimo, y te prometo que estuve a punto de tirar la toalla. En esa tirada se me pasaron muchas cosas por la cabeza. Desde mandarlo todo a paseo a rendirme, dejar de creer en que esas novelas tenían que estar en una librería tradicional y subirlas a Amazon para que solo llegaran mediante esa vía. Pero entonces pasó. Esa desesperación la llevé por dentro y no la manifesté, seguí insistiendo y haciendo el trabajo de la única forma que sabía, y llegó. Y llegó porque no desistí, no hay más. Es el único secreto, es la única fórmula.
Gracias a que no lo hice ahora mismo estoy escribiendo este artículo sentado en un tren, camino a Valencia donde comienzo la gira de presentaciones y firmas de No robarás, una gira que me va a llevar a muchos lectores y que no hubiera sido posible si se me hubieran cruzado los cables. No quiero ponerme en plan coach ni nada por el estilo, pero no lo des nunca todo por perdido y, si de verdad crees en algo, lucha hasta que lo consigas.
Y ahora déjate de historias y ve a por mis libros, que este sueño también trata de comer todos los días. Y no olvides que comprar en Amazon y otras webs es muy cómodo, pero si podemos hacerlo en una librería de las de siempre, de las de toda la vida, muchísimo mejor. Mantengamos vivos estos negocios, porque dependen de nosotros para que así sea.
Nos vemos pronto de nuevo por aquí, querido lector.
Recuerda que me puedes encontrar en cualquiera de mis redes sociales tan solo buscando mi nombre y apellidos: BlasRuizGrau.
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Autor: Blas Ruiz Grau. Título: No robarás. Editorial: Ediciones B. Venta: Amazon, Fnac y Casa del Libro
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