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El milano real

El milano celebra la caza. Planea tentando un punto cardinal u otro, con la punta de las alas inclinadas hacia arriba o hacia abajo, danzando con el eje de la tierra y el cielo, como atravesado por un hilo invisible que lo fija a un equilibrio perfecto, el milano ajustado plenamente a su ser, no hay duda, no hay vacilación, sabe lo que hace y por qué.

"El milano real, el de cabeza de llama clara, el cuerpo pleno de hoguera, las alas de resplandor, la cola timón de horquilla, cola-pescado le llaman en el pueblo"

El milano real, el de cabeza de llama clara, el cuerpo pleno de hoguera, las alas de resplandor, la cola timón de horquilla, cola-pescado le llaman en el pueblo, y los ojos casi blancos, para que toda la luz se concentre en las pupilas abisales que contienen los grumos de la tierra, los matorrales, el movimiento del ratón, el brillo de la serpiente al sol, el conejo moribundo que trata de camuflarse con los terrones en el campo de olivos, el pájaro despistado en su canto, la garduña aplastada en el camino por un vehículo nocturno.

El que chilla un sí, el que celebra, el que vuela desde las colinas hacia mi torre para reírse de mis vacilaciones, subrayar mis certezas, con un vuelo rápido ante mi ventana, en qué animal extraño te conviertes cuando haces lo que no eres como una culebra que vuela, como un topo que caza grullas, como una salamanquesa que construye presas en el río robando los troncos al castor, como una gineta herbívora, como un milano que cultiva la huerta, dice el milano con un chillido de risa, de rabia, de caza, lanzándose ahora sobre un gran escarabajo que ha relucido bajo el sol.

"Subo a la terraza, extiendo los brazos, aguzo la mirada blanca, afirmo mis pies en el suelo, volar es sentir la tierra más activa que nunca debajo de mis botas"

Se encarama al árbol seco para comer despacio, y después vuelve a remontar el vuelo, busca los cursos de aire caliente y en ellos se eleva a la altura donde solo el mejor navegante sabe jugar con la exactitud del viento, lo corteja, lo acaricia, se deja acariciar, las alas extendidas, angulándose vertiginosas en la elegancia de un cambio de dirección, de un requiebro, para un nuevo ascenso hacia la cumbre trasparente, haz lo mismo, no gastes energía cuando puedas aprovechar las corrientes favorables para subir… aprende a ser en las corrientes y no en los armazones fijos, no te empeñes en volar donde el aire se estanca, y aún menos te dejes atar la garra a un poste, no permitas si quiera la caperuza de la cetrería a cambio de las cómodas cárceles humanas.

Subo a la terraza, extiendo los brazos, aguzo la mirada blanca, afirmo mis pies en el suelo, volar es sentir la tierra más activa que nunca debajo de mis botas, atisbo las palabras en el azul vibrante y las cazo solo con el impulso de saber, volanderos despistados, cornejas heridas por el perdigón del cazador, lagartija amarga, la mitad de la serpiente que nunca se comió la gineta, estoy atento al vuelo, sobrevuelo la cabeza del escritor, le chillo un sí, nos celebro, existir es estirar la alegría de las alas, mi grito es una vibración que te traspasa la piel de la frente.

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