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El misterioso caso del impostor del Titanic, de Carmen Posadas

El misterioso caso del impostor del Titanic, de Carmen Posadas

La nueva novela de Carmen Posadas tiene una escenografía sin igual (el Titanic), un personaje histórico sin par (la mismísima doña Emilia Pardo Bazán) y un detective con aires de dandy sin parangón (Ignacio Selva). Y así, con estos tres elementos, la autora levanta un thriller de ultramar.

 En Zenda adelantamos parte del primer capítulo de El misterioso caso del impostor del Titanic (Espasa).

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1

EL MOSCARDÓN

15 de abril de 1912

En lo que a limpieza y pulcritud del hogar se refiere, doña Purificación Castellana de Peñasco era inmisericorde y, sin embargo, ¡un moscardón en su plato de sopa! ¿De dónde habría salido el intruso? ¿Cómo diablos acababa de naufragar en su crema senegalesa? Ni la época del año, ni las normas higiénicas que regían en la mansión de la viuda de Peñasco propiciaban tales amerizajes. Pero ahí estaba. Grande, peludo, inmundo, con sus patitas en alto flotando entre unas lascas de almendra.

—¡A Victorito le ha ocurrido algo! —exclamó la dama, llevándose la diestra al robusto pecho—. ¡Algo en alta mar! —precisó sin poder despegar la vista del insecto.

De nada serviría que, primero Remigio, que llevaba en la casa más de cuarenta años y la conocía de mocita, y minutos más tarde Gertrudis, que era para ella más una madre que una empleada y acompañante, intentaran tranquilizarla.

—Descuide la señora, es absolutamente imposible. El niño —Gertrudis siempre lo había llamado así y no pensaba cambiarle el apelativo por mucho que ahora Victorito peinara patillas y acabara de pasar por la vicaría—… el niño nos lo prometió cuando la señora tuvo aquel sueño tan tonto: nada de viajes en barco, nada de agua. Cierto es que una luna de miel que ha de durar más de un año da para mucho trajín, pero una promesa es una promesa, y él jamás faltaría a su palabra. Además —abundó Gertrudis con convicción—, ahora mismito con el correo ha llegado tarjeta postal suya. Mírela aquí. ¡No pasan ni tres días sin que nos mande una!

Doña Purificación se apresuró a leerla.

Querida mamá:

Ni te imaginas lo que es «París en primavera». Ayer almorzamos en el Bois de Boulogne que huele a muguet que da gloria, y esta noche Pepita quiere repetir cena en Maxim’s. Y no, no te preocupes. No está tan lleno de cocottes como cuentan por ahí. Pepita opina…

Doña Pura pensó entonces en su nuera. Menudo revuelo se había levantado con la boda. Lógico y normal. No todos los días se unen dos de las mayores fortunas del país. Ella, una Pérez de Soto (pelín melindrosa para los recios gustos de doña Pura, pero guapísima, de eso no cabía duda). Y él, amén de sus caudales, emparentado con Pepe Canalejas, presidente del Consejo de Ministros, el hombre más respetado del momento. «Entre ella y Victorito tienen manteca para tirar al techo», había sido el veredicto de Gertrudis el día del casorio mientras daba los últimos toques a la mantilla de madrina de la señora poco antes de salir para los Jerónimos. Al rato, y para redondear el comentario, argumentaría que, además y para mayor ventura, la pareja se adoraba, algo no precisamente habitual en aquella clase de uniones tan encopetadas. «Nuestro niño muere por ella», suspiró Gertrudis al tiempo que con las puntillas de su mejor pañuelo enjugaba un lagrimón.

* * *

Este último comentario hizo que doña Pura se persignara por dos veces porque, a pesar de ser frase hecha, la expresión nunca había sido de su gusto: «Calla, mujer, ¿qué necesidad hay de morir por alguien? Mejor vivir juntos y felices para siempre. Anda, pásame el abanico y en marcha, o llegaremos tarde a la iglesia».

—La señora es demasiado sensible, por no decir tiquismiquis —dijo Gertrudis al observar en doña Pura la misma aprensión supersticiosa que el día del feliz enlace—. Olvide ya congojas, que esta tarde vendrán sus amigas de los lunes a tomar el té y jugar al bridge. Verdaderamente, no me explico cómo ha podido ponerse de moda semejante engendro con lo entretenido que es el julepe. ¿Viene también la condesa de Pardo Bazán? No me gusta nada esa señora, demasiado metomentodo para mi gusto…

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Autora: Carmen Posadas. Título: El misterioso caso del impostor del Titanic. Editorial: Espasa. Venta: Todostuslibros.

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