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El mundo está herido

Un tercer brazo, un tercer miembro, el que sea, equis, es una promesa. Promete no ser normal y promete ser deseado. Porque deseamos, aunque no queramos, saber si hay algo más. Y entre lo que hay, y aquello que deseamos, entre la cavilación y el hecho bruto, el orden y el desorden, la herida se sutura.

Historia de un brazo, de Ricardo Sumalavia (Lima, 1968), propone un ejercicio de contrastes. La forma es exacta, directa, casi efectista. Todo fragmento que pasa por capítulo rebosa sentencias reclamando atención. Todo final es lapidario. La narración camina, va saltando entre bloques contundentes y dispersos hacia adelante, como si hubiéramos lanzado un mosaico a nuestros pies y sus piezas hubieran formado un haz de imágenes compactas y dispersas, yuxtapuestas entre sí. Y, no obstante, el fondo desbarata la forma de estos trozos de mosaico acabados. Parece que la rigidez desordenada la hubiera maquinado un ser informe, morboso; un hecho grotesco y viciado que no supiera construir el paisaje, pero sí imágenes de composición exacta, aun ambigua.

"Si estamos hechos de hábitos, vísceras y convenciones es porque necesitamos ignorar lo que sabemos"

Ejercicio de contrastes, reivindicación de una historia que arde en un fuego simulado. Perdida entre trozos, retales de ficción y realidad. No sabemos si el autor habla de sí mismo, ni quién narra, si su padre, él, o el miembro que se esconde, que maquina bromas, sustos, con esa extraña vida propia.

En esta novela corta, casi un ensayo, se dan la mano la vida cotidiana y lo grotesco; los usos y costumbres de un tiempo y un lugar, y el extrañamiento. Apéndices, pícaros, un hijo que fracasa, una familia unida en su disfuncionalidad, huelgas, burdeles. El crimen. Todo sucede como siempre. El aparente orden diario es aparente. Si estamos hechos de hábitos, vísceras y convenciones es porque necesitamos ignorar lo que sabemos, que el mundo está ahí y que está herido.

"Cuando en el mundo debe prevalecer la propia narrativa, los recuerdos son inventiva"

Si por doquier hay efectismo cómico, grotesco y cruel; si la sentencia es exacta y la palabra limpia-limpia por transparente, que no pura, es porque solo en los salones, funerales y fiestas donde la palabra transparenta y las gentes viven de sus usos y costumbres es donde un brazuelo puede salir como un cañón a disparar o apuntalar lo mágico.

Así es como Ricardo Sumalavia nos habla del mundo real y del mundo literario y del recuerdo. Porque cuando en el mundo debe prevalecer la propia narrativa, los recuerdos son inventiva. Y si pasó o cuándo, no se sabe. Y si quien recuerda es padre, brazuelo, escritor o si lo que se recuerda no es acaso hecho literario, tampoco.

La herida que es el mundo se sutura con historias, y el orden que le damos a la vida es un amasijo de capítulos que parecen aforismos, historias de un pasado con nombres y apellidos que pudieron ser hoy. Un eterno retorno, lo que fue, es y será. El mundo está herido y hay momentos extraños recordándonos que no hay otra cosa que ellos… Y que permanecen inevitablemente ocultos.

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Autor: Ricardo Sumalavia. Título: Historia de un brazo. Editorial: Eolas Ediciones. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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