Existe, entre la comunidad de los letraheridos, cierta prevención hacia la denominada literatura del best seller, esos libros que vienen encuadernados en tapa dura, con títulos de una vaga ingenuidad semántica y adornados con fajas rutilantes donde el editor, como en el Ibex 35, suele exhibir el número de ejemplares vendidos.
Tal es el caso de este Me olvidé del cielo, donde Pere Cervantes (Barcelona, 1971) alza un emotivo homenaje a su ciudad natal, a unos tiempos de tránsito y a la literatura de folletín (los Dumas, el Hugo de Los miserables y Nuestra Señora de París, Eugène Sue, el Baroja de Zalacaín, Rider Haggard, etc.) y a los referentes que hicieron de Barcelona una ciudad literaria, como los imprescindibles Marsé, Rodoreda, Mendoza y Casavella. Mas sin embargo, es la obra de un autor no tan conocido o leído en la actualidad, pero popularísimo en la primera mitad del pasado siglo, Ignacio Agustí, quien con su ciclo La ceniza fue árbol imprime con mayor hondura su impronta desatada, folletinesca, dramática y transversal a esta novela.
En 1923, Barcelona, la Rosa de Fuego, la Gran Hechicera, se debate entre una patronal que cuenta con su propia milicia de pistoleros, el movimiento anarquista, siempre presente en la ciudad y que dispone asimismo de sus medios de ataque y defensa, un obrerismo depauperado que bulle en las fronteras del Distrito V y el puerto, una menestralía atenta a los acontecimientos y una burguesía que busca en Francia sus modelos de inculturación y ha convertido el Paseo de Gracia en un trasunto de los Campos Elíseos. Esta es la época que recorre la novela, que en ocasiones peca en ofrecer demasiados detalles históricos para contextualizarla y que resultan, si bien veraces, algo artificiales. Un defecto en que incurre demasiadas veces la novela histórica, y que sacan al lector de la historia.
Pero esta tramoya, como el París de Victor Hugo o el Londres de Dickens, es necesario hacerla funcionar, hallar unos personajes carnales, vivos, contradictorios, que respiren, se equivoquen, tropiecen, se levanten y se muevan. Y es aquí donde reside la mayor virtud de Pere Cervantes: en el trazo grueso, sanguinolento de unos personajes que rozan lo arquetípico y son perfectamente reconocibles, pero que emanan el perfume agrio y veraz de la autenticidad.
Bosc, un policía hijo del Barrio Chino, regresa a Barcelona con la misión de solventar el secuestro de una hija de la burguesía, desaparecida en misteriosas circunstancias. En su regreso, y en tramas paralelas que como círculos van desarrollándose hasta el clímax final en que convergen, deberá esclarecer ese caso que tiene a la ciudad en vilo, y a la vez enfrentarse a los fantasmas y demonios de un pasado sin resolver y que como a Edipo, Orestes y otros personajes trágicos, lo ha empujado a volver.
En sus pesquisas, asistirá a los cambios producidos en la ciudad, la tensión que se respira en los cafés, los ateneos, las avenidas, y constatará la pervivencia a menudo desesperanzada de los códigos de honor que rigen la vida de seres que, como él, no han tenido la oportunidad de marchar. La Barcelona canalla, que halló en La Criolla, como nos recuerda el propio Agustí en sus novelas o Josep Maria de Sagarra en su insoslayable Vida privada. La Barcelona burguesa con palco en el Liceo; la ciudad del vino oscuro de las tabernas, llenas de personajes que beben, conspiran y transitan —memorable, por lo folletinesco, ese matón solitario con una mano de porcelana— por el alambre candente de la legalidad. El gran amor del inspector Bosc, que ha rehecho su vida, pero no del todo, y que deparará encuentros y situaciones que es probable que hagan brotar alguna lágrima en el lector que acepte el pacto ficcional que noblemente le propone el novelista; la lealtad de los amigos del barrio, dispuestos a todo por ayudar a uno de los suyos que regresa. Secundarios como el librero de lance, de perfil barojiano, todo bondad, sabiduría y desencanto, o el asunto de la cocaína, llegada al puerto de Barcelona de la mano del tango.
Y el padre. Sin él saberlo, o sabiéndolo oscuramente, Bosc ha venido a matar a su padre, un monstruo que aterrorizó y devastó su infancia y la de su familia. Y el padre, asimismo impelido por la ignorancia o el conocimiento, ha regresado a la ciudad. El desenlace, como en la tragedia, como en el wéstern, propiciará un espacio catártico desde el cual vislumbrar un horizonte de esperanza que no desvelaremos, y que el lector que se acerque a las páginas de esta buena novela deberá descubrir.
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Autor: Pere Cervantes. Título: Me olvidé del cielo. Editorial: Destino. Venta: Todos tus libros.
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