Los nuevos tiempos nos han vuelto suspicaces. El otro día, leyendo una novela de intriga y aventuras de reciente publicación, me vi a mí misma frunciendo el ceño a cada página: un giro extraño por aquí, un argumento que me sonaba de una vieja película por allá… Según se sucedía la trama, el manuscrito me parecía una colcha patchwork hecha de remiendos: los habían cosido bien, pero la mezcla de colores resultaba espantosa. El argumento se sostenía por hilos a punto de quebrar, aunque todo en la obra tuviese explicación, por increíble o azarosa que fuese. Mi sensación fue la de estar ante un producto creado por Inteligencia Artificial: cierta coherencia en la estructura y cabos atados, aunque nada tuviera sentido. Quien había escrito aquello disponía de cierto historial narrativo, de cierto nombre, por lo que me resultaba asombroso que hubiese podido recurrir a tales herramientas. Al mismo tiempo, me sorprendía que la editorial, que era un sello importante, no hubiese fruncido también el ceño y hubiese ordenado frenar la imprenta.
La desesperación por crear el best seller del año, la mejor y más original historia del mundo, tal vez nos esté desviando del oficio. Que a lo mejor pueden ustedes pensar que soy una paranoica y una exagerada, pero cuando el otro día leí en prensa el caso de Rie Kudan me recorrió un escalofrío. Les cuento: Kudan es una escritora japonesa que el pasado 17 de enero ganó uno de los más prestigiosos galardones literarios japoneses, el Akutagawa. Hasta aquí bien, pero el caso es que reconoció haber utilizado Inteligencia Artificial para crear la obra premiada. El asunto me resultó chocante por varias razones; la primera, que no le hubiesen retirado el premio ante tal confesión. La segunda, que la autora, en un alarde de máxima desfachatez, animase a los escritores a utilizar la IA generativa en sus creaciones, pues «la IA ayuda a compensar tus debilidades». Di que sí, querida. Tenía que haber hecho lo mismo Velázquez cuando pintó Las meninas; imagínenselo haciendo declaraciones similares: «Lo que es hacer, lo he hecho todo yo, pero la infanta Margarita me salían regular, así que la pintó el becario, que ha compensado mi impericia en solo un 5% de la obra». Pues nada majo, tendrías que poner al becario en los créditos también, ¿no? Que a lo mejor Kudan se ha venido arriba y ha reconocido un 5% de intervención de la IA en su obra porque no le cobra derechos, pero sería interesante saber si esta escritora admitiría haber utilizado la herramienta en caso de que el software o la aplicación de ChatGPT reclamase derechos de autor, en un giro divertido e inesperado de los acontecimientos.
Para que no cunda el pánico, el pasado 13 de marzo el Parlamento Europeo aprobó la primera regulación de IA para respetar los derechos fundamentales y los de autor, pero será el Consejo de la Unión Europea quien apruebe su tramitación definitiva. Los productos creados con IA (textos, vídeos, audios) deberán ser etiquetados para distinguirlos de los realizados por humanos. Este etiquetado me interesa: ¿será simbólico y diminuto, como el copyright que aparece en el interior de los libros? En mi opinión, la marca debería ser muy notoria, y me gustaría que todas mis obras pasaran el filtro y constase que no ha sido utilizada IA en ninguna parte de su creación. Creo que debería ser un derecho básico no solo para los creadores, sino por y sobre todo para los consumidores; es muy posible que unos cuantos se muestren indiferentes sobre quién escribe de verdad la obra que están leyendo, pero eso ya sería otro debate y estarían en su derecho de escoger lo que considerasen pertinente.
A mayor abundamiento, lo sobrecogedor de este asunto no solo es que Kudan anime a utilizar la IA y que reconozca haber ganado un premio con «ayuda», sino que tengamos que limitarnos a asentir ante sus afirmaciones, como si lo que ha hecho fuese propio de la nueva era y hubiese que normalizar el orgullo de la impericia. Si yo fuera periodista le preguntaría a Kudan hasta qué punto entiende lícita esa «ayuda»: ¿si es pequeña no pasa nada? ¿Hasta cuándo es pequeña, cuál es la proporción de IA admisible para que alguien que la utiliza no pueda ser tachado de pusilánime? Por saber, por tomar referentes.
Hay que reconocer que Kudan, en la obra premiada, habla de forma específica de IA y ha afirmado que la ha utilizado en unos diálogos en que participaba esta herramienta, aunque «haciendo las modificaciones necesarias». Pero a ver, ¿en qué quedamos? El texto es tuyo o no lo es, y si has empleado una base creada por IA ya estás utilizando un intelecto que no es el tuyo. De todos modos, he leído que Kudan asegura que, aunque la IA crease mejores textos que los de los humanos, ella seguiría queriendo escribir por sí misma. Menos mal, querida. Todavía queda esperanza.
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