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El otro color del Oeste

El otro color del Oeste

El cine, sobre todo, ha mostrado un Oeste americano de blancos. Solo de vez en cuando películas como El sargento negro (John Ford, 1960), Tiempos de gloria (Edward Zwick, 1989) o Django desencadenado (Quentin Tarantino, 2012) ofrecen historias donde el hombre negro adquiere la categoría de protagonista. Hay más, claro, pero son solo una mínima proporción del total de producciones. Sin embargo, la presencia de afroamericanos en la historia del Oeste fue mucho más visible de lo que se ha querido dar a entender. Por ejemplo, pocos años después de la Guerra Civil (1861-1865), más conocida por el erróneo nombre de Guerra de Secesión, uno de cada cuatro vaqueros era negro.

Durante el siglo XIX los Estados Unidos adquieren su verdadera personalidad, y en ese azaroso devenir no son ajenos ni escasos el sudor, la sangre y las lágrimas de muchos negros ya libres. Surgen de las páginas más olvidadas de esa centuria figuras como la de Nat Turner, autodidacta (aprendió a leer y escribir él solo) e iluminado (se creía elegido por Dios para erigir otro orden social), que se sacudió el yugo de la esclavitud para emprender una sangrienta y efímera rebelión narrada con firme pulso por William Styron en Las confesiones de Nat Turner (Capitán Swing Libros).

"Mary Fields comparte con los anteriores su nacimiento en la esclavitud. Una vez conseguida la libertad, la existencia no fue fácil para ellos. El racismo fue y sigue siendo a día de hoy una planta de odio con profundas raíces"

Harriet Tubman también burló el sometimiento al hombre blanco. Escapó gracias a la red clandestina abolicionista del «ferrocarril subterráneo«. Pero ella no se quedó a salvo en un Estado libre. No: ella, menuda y de constitución enfermiza como era, prefirió poner toda su voluntad y toda su energía en pasar en 19 ocasiones al Sur, poniendo siempre en riesgo su vida, para liberar a otros hermanos. La vida de esta mujer, auténtica luchadora por el derecho de todo ser humano a la libertad, acaba de ser llevada a la gran pantalla en el biopic Harriet, dirigido por Kasy Lemmons y protagonizado por Cynthia Erivo. Menos mal que el proyecto de 1994 de poner a Julia Roberts en el papel de la Tubman nunca se llevó a cabo.

Mary Fields comparte con los anteriores su nacimiento en la esclavitud. Una vez conseguida la libertad, la existencia no fue fácil para ellos. El racismo fue y sigue siendo a día de hoy una planta de odio con profundas raíces. Mary Fields, al contrario que Tubman, medía casi dos metros y pesaba en consecuencia. De los muchos trabajos que desempeñó destacó en el Servicio Postal, institución casi sagrada para los estadounidenses. Conocida como Stagecoach Mary (María La Diligencia), nunca dejó una carta sin entregar. Bajo la lluvia, contra la ventisca, con nieve o hielo en el suelo o con el sol de justicia sobre el cielo de Montana, ahí estaba Mary Fields, a lomos de su mula y con el Winchester a mano, para entregar puntualmente el envío.

Como se ha visto, estas y otras figuras afroamericanas han pasado al cine, y con mayor frecuencia, a la literatura. Ya se ha citado la novela sobre Nat Turner. Tubman y Fields también protagonizan varias narraciones que, en el caso de la primera y aprovechando el tirón de la  película, ojalá sean traducidas. Algo parecido, pasar de la vida real a la ficción, ocurre con Nat Love y River Bass, aunque en sus casos es el cómic la forma de exposición.

"Este espléndido western no se basa en las memorias del personaje, sino que adapta de una forma muy libre diversas narraciones del estadounidense Joe R. Lansdale en las que el cowboy negro protagoniza una serie de aventuras más asombrosas, si cabe, que las que vertió en el papel de su puño y letra el propio Nat Love"

Nat Love fue un famoso cowboy negro que escribió sus andanzas en Vida y aventuras de Nat Love más conocido en el territorio ganadero como Deadwood Dick, firmadas Por él mismo. Esta autobiografía, que tradujo y editó Javier Lucini junto a sendos textos de Pat Garret y Calamity Jane en La mano del muerto (A. Machado Libros), cuenta, con abundancia de detalles, la azarosa vida de un esclavo liberado al acabar la guerra entre el Norte y el Sur que se convierte en el vaquero ideal, experto en marcas ganaderas y en la doma de caballos. Vivió numerosas y asombrosas experiencias como caer prisionero de los indios pima, cuyo jefe, Perro Amarillo, le ofreció como esposa a su propia hija; pero Love, que ya era conocido como Deadwood Dick por haber ganado el rodeo de dicha población en 1876, escapó del campamento tras robar un caballo. Después de un sinfín de cabalgadas y tiroteos entre los que conoció a leyendas del Oeste como Bat Masterson, Buffalo Bill  y otros muchos, asistió al ocaso de la vida libre de las llanuras y, desde su matrimonio en 1889 hasta su muerte en 1921, se instaló como revisor de trenes, demostrando su gran capacidad de adaptación  a los nuevos tiempos.

Hace un par de años, la editorial italiana Bonelli empezó a publicar un cómic que, bajo la cabecera de Deadwood Dick, llevaba a las viñetas las peripecias de Nat Love. El libro que comentamos recoge las dos primeras entregas de la colección italiana. Pero este espléndido western no se basa en las memorias del personaje, sino que adapta de una forma muy libre diversas narraciones del estadounidense Joe R. Lansdale en las que el cowboy negro protagoniza una serie de aventuras más asombrosas, si cabe, que las que vertió en el papel de su puño y letra el propio Love. Así, con el guion ágil de Michele Masiero y los expresivos dibujos de Corrado Mastantuono, el volumen inaugural de Deadwood Dick se inicia con la huida del joven Nat del hogar familiar debido a un malentendido de índole sexual. Tras un vagabundeo en el que se encuentra con un antiguo esclavo que luchó en la Guerra de Secesión al lado de su amo (una paradoja frecuente), ambos acaban enrolados en un batallón de caballería integrado por efectivos de color, los célebres soldados búfalo. Una peligrosa y trágica escaramuza con los indios y otros lances jalonan un álbum que describe la dura vida en la frontera con violencia atenuada por un poquito de picaresca y que se disfruta como un filme de Sergio Leone. Eso sí, sin adaptar los hechos del verdadero Nat Love.

De Bass Reeves poco se sabía hasta que en 2007 Art. T. Burton publicó Black Gun, Silver Star, una pormenorizada biografía del que fue el primer marshal negro de los Estados Unidos. En el libro, además, se afirmaba que Bass Reeves sería el verdadero modelo de El Llanero Solitario, el célebre justiciero enmascarado que desde 1933 cabalgaba en las radios de toda Norteamérica. Esto no agradó a los puristas de la cultura popular y se desacreditó la idea en favor de lo instituido tradicionalmente: El Llanero Solitario estaba inspirado en El Zorro, el espadachín mexicano creado por Johnston McCulley en 1919, y en Tom Mix, el vaquero de los primeros años de Hollywood. Al fondo de esta anecdótica polémica se agazapa, como una alimaña cobarde pero dañina, el racismo que no pudo admitir que un negro fuese el origen de un personaje venerado por muchas generaciones de chavales norteamericanos.

"Las pesquisas llevarán a Reeves a enfrentarse a una diabólica familia que, bajo la pátina de la honestidad esconde muchos esqueletos. Un relato gótico con un bello y seductor monstruo incluido."

Bass Reeves es, como Harriet Tubman, otra personalidad fascinante desde cualquier punto de vista por el que se le aborde. Cuando empezó la guerra forzó su libertad fugándose al Territorio Indio donde convivió con los semínolas. Como hombre libre se estableció de granjero, fundando una numerosa familia a la que había que alimentar todos los días. Cuando en 1875 el juez Parker, más conocido como el Juez de la Horca, se hizo cargo de la jurisdicción de Fort Smith y propuso a Reeves alistarse como marshal para imponer la ley en el extenso territorio de Arkansas y Oklahoma. Pensando en asegurar la vida a su mucha prole, Bass aceptó. Se convirtió en el primer marshal negro de los EE.UU y entonces comenzó la leyenda. Más de 30 años de servicio, una cantidad desorbitada de detenciones: nunca fue herido pero él se vio obligado a matar, siempre en defensa propia, a 14 hombres. Tenaz, valiente y riguroso observante de las ordenanzas, ahora un cómic recuerda sus hazañas.

Los dos álbumes que han aparecido aquí, de los cinco de Francia, nos muestran un Oeste violento, sucio e inmoral. Un escenario para que un humilde granjero negro con demasiados hijos destaque con su sentido de la justicia y una estrella de agente de la ley recién prendida en la solapa. El arte un poco barroco de Kordey hace que el asalto a un pueblo parezca lo que es, algo feo y salvaje, en vez de algo espectacular y vistoso, mientras que las historias de Macan, muy bien urdidas, resultan tan críticas como interesantes.

El bautismo de fuego del Bass Reeves de los cómics consiste en infiltrarse en una banda de renegados, antiguos esclavos, que siguen haciendo la guerra una vez terminada. El revanchismo que parece animarlos oculta el sadismo y la ambición de su jefe, un siniestro y manipulador hombre blanco que utiliza la rabia acumulada por su hueste para asolar y esquilmar las poblaciones por las que pasan. La segunda historia comienza cuando nuestro marshal va persiguiendo a un asesino y este desaparece. Las pesquisas llevarán a Reeves a enfrentarse a una diabólica familia que, bajo la pátina de la honestidad esconde muchos esqueletos. Un relato gótico con un bello y seductor monstruo incluido.

Macan y Kordey aprueban con nota esta recreación de un personaje histórico, sin embargo no logro entender por qué utilizan la imagen de Jim Beckwourth, otro afroamericano que forjó la Conquista el Oeste, para representar al marshal Bass Reeves.

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Autores: Michele Masiero y Corrado Mastantuono. Título: Deadwood Dick, 1. Negro como la noche, rojo como la sangre. Editorial: Panini Comics.

Autores: Darko Macan e Igor Kordey. Título: Marshal Bass, 1. Black & White. Editorial: ECC Ediciones.

Autores: D. Macan e I. Kordey. Título: Marshal Bass, 2. Asesinatos familares. Editorial: ECC Ediciones.

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