En la anterior entrada del blog describía al jugador de rol, entre otras cosas, como un lector con la capacidad de interaccionar con la novela que está leyendo. También hablaba del Director de Juego, aunque no daba demasiados detalles sobre él. Que dirigía y narraba la partida, y poco más.
¿Y de quién estoy hablando? Bueno, de entrada reciben muchos nombres, tantos como juegos de rol (mejor dicho, de sistemas de juegos de rol): Árbitros, Narradores, Game Máster, Guardianes de los Arcanos, Dungeonmasters, Fantasmasters… Nos quedamos, por convención y para entendernos, con lo de «Director de Juego. A partir de ahora, DJ ¿Ok? (No me hagan chistes con pinchamúsicas de discoteca, porfaplis)
Un trabajo difícil, no hay duda, (aunque menos de lo que parece) pero que en contrapartida ofrece grandes recompensas. Pocas cosas hay más satisfactorias que arbitrar una buena sesión de juego, y notar que los jugadores se han olvidado de la hora, del lugar en dónde están y de sus problemas cotidianos, pues están inmersos en el mundo de la aventura, y en ese mundo, el DJ es el Demiurgo, el Hacedor supremo. (NO, no le vamos a llamar Dios. Para un ateo como yo me sonaría raro. Como mucho, lo llamaría Cecil B DeMille).
¿Un consejo para empezar a arbitrar? Mejor dos:
1. Cuídese la puesta en escena.Tampoco conviene, no obstante, abusar demasiado de la escenografía. Del mismo modo que una película en la que únicamente se vieran decorados resultaría aburrida, una sesión de juego en la cual el DJ se limite a narrar interminables descripciones de lugares y personajes será un muermo total. A la postre, lo mismo que en una novela o película, el peso de la acción en el juego de rol lo llevan los PJ, que son protagonistas de la aventura.
Y 2: Sea coherente, por favor.Durante el desarrollo de la acción, el DJ debe cuidar, ante todo, la coherencia de los hechos que se están desarrollando. En una novela o en una película (por seguir con la comparativa) nos chirrían las soluciones o efectos sacados literalmente de la manga, que no casan en absoluto con la lógica. Desde el tan conocido «¿Pero de dónde ha sacado el arma?» hasta el no menos usado «¿Pero como sabía el amigo del protagonista (que acaba de salvarle, por cierto) que él estaba allí si no le ha dicho a nadie donde iba?. Raymond Chandler decía que, cuando no sabía que escribir, el recurso de hacer que entrara un hombre por la puerta con una pistola nunca fallaba… Pero admitamos que queda raro en mitad de una catástrofe, no sé, como en el hundimiento del Titanic…
Sí, ya sé, se ha hecho. ¡Qué le vamos a hacer si James Cameron también se leyó al señor Chandler! (Con muy buen gusto por su parte, por cierto)
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