Siempre fueron las de la saga de El padrino unas películas que no sólo vi con agrado, sino con pasión, seducido por lo bien hechas que están, por todos sus detalles, su ambientación, la excelencia de sus interpretaciones, la música… lo épico de su historia. Es algo subjetivo, pero debo decir que si mi memoria echa la mirada atrás encuentra que estas películas pertenecen a mis más altas preferencias cinematográficas. Yo diría que cada vez me gustan más.
La III al principio no me pareció tan buena —quizá por más moderna, más actual—, pero ahora creo que es una gran película, a la altura de las demás, con menos pátina, tal vez, pero de una gran calidad, muy buen acabado.
Una vez leí, no recuerdo dónde ni quién lo escribía —y lo lamento—, algo claro pero muy real e interesante: estas películas conseguían que a los espectadores nos cayeran bien unos asesinos. Es más, consiguen que nos identifiquemos con ellos, o que algunos de nosotros, al menos, aunque yo diría que bastantes, lo hagamos. La magia de El padrino es tal que logra que nos metamos hasta tal punto dentro de la historia y que incluso la llevemos a nuestra propia vida, a nuestra experiencia.
Reflexionando sobre estas películas he llegado a la conclusión de que parte de su magia reside en que todos tenemos una familia —aunque, por supuesto, no sea de asesinos—, y nos podemos identificar en mayor o menor medida con los Corleone, o con otros personajes de la saga.
Ahora que he visto de nuevo las tres películas juntas, tengo la impresión de que en la primera parte, cuando Michael Corleone empieza a actuar como nuevo Don, ya entramos en la segunda parte, como si Francis Ford Coppola las hubiera dividido con criterio práctico, cortando por donde más le convenía, pues El padrino I (1972), era una película muy larga. Hizo así dos películas en vez de una eterna. Tengo entendido que la primera parte de El padrino tenía una duración original de más de veinte horas.
Las tres partes dialogan entre sí; tienen una estructura con elementos que se repiten, o que recuerdan unas a otras. En este sentido es parecido a La guerra de las galaxias, seguramente por ser ambas sagas cinematográficas, grandes series de películas, ambiciosas, muy cuidadas, de muy complejas estructuras. Y además, grandes historias en el tiempo, historias familiares que abarcan varias vidas. Debo decir que me recuerdan a La guerra de las galaxias debido a mi propia querencia por la saga galáctica y al propio análisis que hice de ella, sobre todo por esto, pero hay también una relación objetiva entre Lucas, su creador, y Coppola, director de El padrino.
Los créditos de la tercera parte agradecen a Lucasfilm y su empresa de sonido. George Lucas es, o al menos lo fue, gran amigo de Coppola. Coppola fue algo así como un maestro para Lucas en los inicios de su carrera. American Graffiti, estrenada en 1974, fue coproducida por Coppola.
Ahora que he vuelto a ver de nuevo toda la saga debo decir que la mayor sorpresa para mí ha sido El padrino III (1990). La vi por primera vez cuando la estrenaron en el cine y, como dije al principio, no me pareció tan buena como las otras. Pero la he visto de nuevo y me ha gustado mucho. Ahora pienso que sí está a la altura de las demás, lógicamente más moderna. Me gusta mucho como actúan Andy García y Sofia Coppola, tan joven e ingenua, en el mejor sentido, que tiene una gracia muy especial en esta película.
Cuando uno ve esta saga piensa que es grandiosa, y se queda al principio con este pensamiento. Ése es mi caso al menos. Poco a poco el espectador va analizándolas, dejando que le empapen, disfrutándolas y tratando de vislumbrar por qué son tan magníficas. Además, hay que verlas en repetidas ocasiones para ir captando cada vez más detalles, para apreciarlas todavía más en sus valores y para que toda la historia se vaya haciendo cada vez más coherente, más completa, llenándose de luz, haciéndose inteligible, que diría Julián Marías.
Citaré ahora algunos de los detalles de la saga que me han llamado la atención en este último visionado que le he hecho a las películas:
1.- Da la impresión de que todos los actores están excelentes, y es que en mi opinión tanto Coppola como Mario Puzo como la propia historia crean una atmósfera que consiguen lo mejor de cada actor y de cada personaje.
2.- Por otra parte, tanto Marlon Brando como Al Pacino, que son los grandes protagonistas, actúan maravillosamente, y todos sabemos que son magníficos actores (Al Pacino era nuevo en El padrino I), pero también pienso que esos papeles sacan de ellos lo mejor que tienen. De hecho, aunque no conozco la filmografía completa de Al Pacino, sé que he visto películas suyas y las que más me gustan entre las suyas son éstas de El padrino, y creo que esto es así por las propias películas, esa atmósfera de la que hablaba.
3.- Hay elementos, en efecto, que se repiten y crean la estructura. Por ejemplo las fiestas al comienzo de El padrino I y El padrino II (1974), una boda y una comunión, así como la celebración en la que Michael Corleone es nombrado commendatore por el Vaticano, por sus obras de caridad. Esas fiestas son fundamentales porque con ellas arrancan las películas, y crean su particular música para toda la saga.
En la III vemos cómo el “padrino” quiere que la familia Corleone y sus negocios se vuelvan legales, pero toda la película muestra cómo todo este esfuerzo es en vano: “Ser un hombre honrado”, llega a decir en la tercera película Michael, “es peligroso”. También dice, en este mismo sentido, que cuanto más se esfuerza por estar “fuera”, fuera de la mafia, más le involucran, más le meten “dentro”.
4.- La ambientación es excelente. Se recrean maravillosamente las diferentes épocas. Por poner sólo un ejemplo, un detalle: los coches que aparecen, automóviles que nos retrotraen a otros tiempos, coches preciosos en general. Son unas películas muy cuidadas, como si sus realizadores supieran que de ese cuidado se desprendería buena parte de su calidad y poder de persuasión para con el público.
Considero sin embargo que es esencial, por supuesto, la historia en la que se basan, la novela de Mario Puzo. Leí el libro en inglés, en un momento que me venía muy bien hacerlo para mejorar mi conocimiento de la lengua. Me pareció que las dos primeras películas eran muy fieles a la novela, y que ésta aportaba material nuevo respecto a las películas.
Me pareció al leer la novela que ésta contaba la historia de la primera y la segunda película, aparte de ese material nuevo. La tercera parte la debieron de escribir Puzo y Coppola de nueva planta. En Mag. leo un artículo sobre la cuarta parte que no se llegó a rodar. En ese artículo se habla de cómo Coppola y Puzo llegaron a concebir esa película, pero que después de muerto Puzo no llegó a realizarse. Mag. hace referencia a los comentarios de Francis Ford Coppola a El Padrino III en el DVD de la película —comentarios que yo recomiendo desde aquí—, y cómo el director dice que en esa cuarta parte estaba previsto contar la historia de Vincent Mancini (Andy García), reconocido como Corleone por Michael, ya de Don, y en paralelo la historia de la juventud de su padre, Sonny, en la línea que ya se había hecho con Michael Corleone y su padre Vito Corleone en la primera y en la segunda película. En manos de Coppola y Puzo hubiera salido una gran película también, a no dudarlo.
Se habla mucho de que “nunca segundas partes fueron buenas”, y esto ya es un tópico —creo que lo dice Cervantes, o lo repite él—, pero la segunda parte de El padrino, precisamente, para muchos es mejor, todavía mejor, que El padrino I. La segunda parte del Quijote también se suele decir que es mejor que la primera —para mí lo es—, aunque es cierto que en general no suelen ser mejores, como si el material, la novedad, de las primeras partes ya estuviera agotado, lo mejor que podían ofrecer. Pero hay excepciones, y es muy posible que El padrino II sea una de ellas.
Por otro lado, ahora pienso que El padrino III es una gran película, como la I y la II, una película que crea su propio camino dentro de la saga, retratando una época y unos ambientes que le dan su particular atractivo y novedad. Cada parte respira como una obra de arte por su cuenta, pero todas juntas forman el magno fresco, y sólo conociendo todos sus detalles —episodios, personajes, relaciones entre ellos…— podemos disfrutarla en su plenitud. A veces esto resulta difícil, por la dimensión del cuadro, pero entonces sucede que uno de los placeres reside en conocer esos detalles y colocarlos, en la historia, en nuestra memoria, en donde corresponden.
También vi, en su día, El padrino épico (1977), montaje de la primera y segunda parte siguiendo un orden cronológico. Lo considero interesante, incluso muy interesante, pero debo decir que si me dan a elegir me quedo con el montaje original, más artístico y distinto, por decirlo de algún modo. Sin embargo creo también que los grandes aficionados a la saga no debemos dejar de ver este Padrino épico que se hizo para la televisión y contiene material nuevo.
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