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El paleto lingüístico en el hub

El paleto lingüístico en el hub

La anécdota con la que suele empezar esta sección es hoy bastante conocida. Un Unamuno ya con cicatrices en la conciencia, vilipendiado por dictablandas y caciquismos, dirigía una clase en las sempiternas aulas de Salamanca. En ese momento se cruzó por la lección el nombre de Shakespeare, el bardo ineludible. Don Miguel pronunció el apellido, digamos, castellanizado: «Sa-ques-pe-a-re». Aprovechó el tema uno de los alumnos, quien se empapó de aquello que viene a criticar este texto: creyó que, chapurreando inglés, colándolo como un polizón en el océano del idioma propio, se daría a sí mismo los aires de grandeza que a menudo no son capaces de dar otras capacidades más dignas. Así que el estudiante interrumpió a Unamuno: maestro, se pronuncia «Secs-pier». El gran profesor fijó la mirada en el incauto, y tras reflexionar unos segundos decidió cuál sería el escarmiento apropiado: impartió la clase íntegramente en inglés.

Por lo tanto, eso de intentar colar un aire elitista con un extranjerismo desacompasado es más viejo que el sotobosque. La última moda va directa al corazón de Elio Antonio de Nebrija: se populariza el término hub. En concreto, lo hace al calor del éxodo de ciudadanos procedentes de Afganistán. Según el gobierno, la base de Torrejón será el hub para la distribución de evacuados. Vengan Dios o Unamuno a saber qué demonios significa eso. Supongo que intenta mitigar la crudeza del concepto «centro de refugiados». Ese sintagma sí despierta en el ciudadano la conciencia que anestesia el esponjoso anglicismo. Ocurre algo similar con el curro de rider, que ha dejado de ser precario gracias a la analgesia del giro inglés. De este mismo modo, el freelance ya no vive tan agobiado como el autónomo, el homeless no le da tanta pena a la sociedad como el mendigo, en el workshop no se trabaja como en un taller y en el lockdown se sufrió menos que en el confinamiento. El poder de la palabra transforma la realidad, como puede verse.

Así que sólo queda resignarse y amoldar nuestro lenguaje a esta lluvia de calcos para que nuestra realidad sea mucho más cool. Olvídense de la magdalena de Proust, el muffin es ahora mucho más healthy. El palomino por añadidura que Alonso Quijano echaba los domingos es ahora un finger exquisito. Salimos del inglés, porque el paseo de Leopold Bloom es ahora digno de un flâneur. Freud sólo usaba chaise longue, nada de divanes. Cuando Virginia Woolf reclamaba una habitación propia, no sabía que en el fondo se adhiere a la tendencia home staging. Emilia Pardo Bazán, amante de la moda, luciría hoy un total look con animal print en el front row de la Madrid Fashion Week. Mientras, Edgar Allan Poe escribía thrillers, Dostoievski juega con el spoiler en Crimen y castigo, Anne Sexton le daba al speed en el backstage, y Julio Verne no pensaba en ochenta días de viaje, sino en un road trip para un par de weekends. Disfruten de su nueva realidad. Perdón: enjoy it!

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Bixen
3 años hace

WhatsApp (‘ya men’) fue creada por un ucraniano que apenas sabía inglés, pero intuyo que trataba mucho con afroamericanos. Lo que pasa es que como los estadounidenses apenas tienen cultura del pasado, ésta moderna la refuerzan con burla. Los árboles tienen distintas raíces y los de rápido crecimiento, acaban siendo papel higiénico o de cartón piedra.

Miguel Humberto Hurtado

Muy bueno. ¡Gracias!… Tankiú