Todo suena a do sostenido mayor. Son LA MADRE y el allegro agitato de Chopin (Fantaisie Impromptu, opus 66) quienes abren este único acto escrito por August Strindberg en 1907. Mi interés cae rendido en las dos primeras líneas. Algo suena más allá de mi lectura; es el viento.
Pelícano se estructura sobre los cimientos de una familia pequeñoburguesa, cada personaje es un símbolo —reflejos— metáforas de una sociedad neurótica, industrializada (pienso en los dramas escritos a partir del siglo XIX) e individualista. Drama lleno de lujuria, avaricia, autocomplacencia y muerte. Strindberg apunta (ya lo dice Sara Núñez de Arenas, traductora) hacia una atmósfera que entremezcla el sueño y la vigilia, una lectura densa si uno se enclaustra en la cerrazón.
Voy a rescatar una serie de pensamientos que fui escribiendo a lo largo de mi lectura, apuntes relacionados con los sentidos; olores, sonidos, sabores, imágenes. También sobre la música soterrada, sobre el mito familiar y sobre el frío y el hambre. Pinceladas sobre el trauma, la lucidez, la enajenación y los delirios. Strindberg salpica trazos de su biografía en cada una de sus obras, alejándose del romanticismo de décadas anteriores y llenando de complejidades psicológicas el mundo interior de los personajes. Por muchos es sabido que el autor de La Señorita Julia cargó una mochila vital llena de conflictos personales relacionados con la salud mental, las mujeres y la melancolía (apunte (in) necesario para un análisis sobre sus obras).
Un hombre acaba de morir, es EL PADRE, presencia materializada en los olores, en el viento que sopla y en una mecedora. La muerte está presente todo el tiempo, me recuerda a Hamlet. Descubrimos a los polluelos; EL HIJO y GERDA (la hija), tópicos literarios que representan la decepción y el trauma.
Hijo.
Siento que cuando estoy sobrio voy a pegarme un tiro…
El muerto ha dejado una carta, herencia dolorosa sobre la verdad de una madre. El autor nos presenta al padre como el hombre ideal, amoroso y cuidadoso, y a la madre como persona huraña, traidora, avariciosa y déspota, a él se le idealiza y a ella se la desprecia. Descubrimos que la MADRE y el YERNO mantienen una relación turbia, envuelta de erotismo, dependencia e intereses económicos. Huele a animal muerto y suenan las voces del pasado. Parece que entre la MADRE y el YERNO han cosido los hilos de un crimen. La carta es descubierta por el HIJO, el contenido desata la ira y el reproche. Toda la verdad se descubre. El frío y el hambre no son solo anécdotas crueles de la dinámica familiar, son faltas amorosas y deseos truncados. Apunto en mi libreta: lo que podría calentar el hogar y los corazones son los restos de una carta de amor destrozada que yace sobre el carbón de una chimenea. A ratos Strindberg me confunde, no sé si lo que estoy leyendo es un sueño o la amargura de una realidad posible. El final de la obra es un enfrentamiento entre hijos y madre, alguien termina saltando por la ventana.
Hijo.
¡Ah! Y el pelícano, que nunca dio la sangre de su corazón, como se dice en los libros de zoología. Pura mentira.
Mi último apunte está dramatizado:
—¿Qué es Pelícano?
—Son cuatro canciones románticas, son pianos, chelos y voces que arden, son puras mentiras.
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Autor: August Strindberg. Título: El pelícano. Editorial: Ediciones Antígona. Venta: web de la editorial.
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