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El peor lugar

La editorial riojana Aloha! estrena colección juvenil con una novela, Tránsitos, protagonizada por un chico, Alberto, que se enfrenta a su peores vacaciones: sus padres están a punto de divorciarse, le ha tocado pasar las vacaciones en las casas que sus abuelos tienen en “la ciudad de provincias más aburrida del mundo”, y en el barrio donde pasará el periodo estival se oculta un secreto que tal vez sea mejor no conocer.

En este making of Guillermo Moracia da las claves de la creación de Tránsitos (Aloha!).

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La profe de Guion había dicho que mis textos eran demasiado literarios, pero que podían valer. «Quita todos los adjetivos y adverbios, por el amor de Dios, y ya verás como esto gana muchísimo», comentaba tras devolverme una escena llena de tachones en rojo. Corría el año 2010 y era la primera vez que asistía a clases que me gustaban de verdad, la primera vez que me ponía a escribir en serio —o eso me parecía entonces—, y la primera vez que escuché la palabra literario como algo peyorativo. El trabajo final de la asignatura consistía en escribir un corto. Poseído por un optimismo creativo desmedido, decidí escribir una película, la historia de dos persona(je)s que habitaban dentro de mí desde hacía tiempo, dos fantasmas que de tanto en tanto exigían mudarse a un documento de texto. Ángela y Alberto. A dos adolescentes que se conocen en una ciudad aburridísima durante las vacaciones de verano les pasan cosas. «¿Una película? ¿Y encima de amor? Tú verás lo que haces, lo único que te pido es que la termines», me advirtió la profe, tan seria que hasta la máquina de café se estremeció. Por supuesto le dije que sí, que ningún problema, que llegaría junio y tendría la película sobre la mesa. Pero Ángela y Alberto se resistieron a salir, o salieron a medias, más bien. «Es una pena, porque está genial», dijo la profe, y tuve la sensación de que había pronunciado esa frase muchas veces, que yo era otra decepción más. Me dio una lista de productoras y me deseó suerte, no sin antes insistir en que la terminara y la enviase sin dudarlo. Acabé la carrera, volví a mi pueblo y también acabé la película. Los problemas engranaron tan bien a mi vuelta que me olvidé de ella. No la mandé a ningún lado, y Ángela y Alberto se quedaron encerrados dentro de aquellas páginas. Desde allí vieron —un poco tristes, supongo— la publicación de mi primera novela juvenil. Pobrecitos.

"Con el tiempo he conseguido saber cuándo tengo que seguir una historia y cuándo no, aquí no hubo dudas ni divagaciones"

La verdad es que no sé muy bien por qué empecé otra vez Tránsitos. Normalmente me pongo a escribir por un impulso. Sin ser muy consciente voy acumulando ingredientes de procedencias diversas en un recipiente perdido en algún hemisferio del cerebro. Dentro de esa cuba los ingredientes se mezclan, forman un engrudo homogéneo cuya naturaleza y orígenes no pueden ya discernirse; no sé si esto o aquello me lo han contado, lo he leído o lo he vivido. Cuando la cuba se sobra, entonces dejo lo que estoy haciendo y me pongo a escribir. Con Tránsitos ocurrió en verano, claro. Aquel día hacía un calor que secaba los lagartos, y la ciudad, vacía tras la ventana, intentaba sobrevivir a la sombra. Tan solo una pareja de guiris atravesaba la placita con sus maletas de ruedas. Claclaclaclac. ¿Pero qué clase de loco viene aquí en verano?, pensé. No se me ocurría un lugar peor para venir de vacaciones. O un lugar peor para venir, a secas. Entonces el impulso me ancló al teclado, y salió la primera página, esa especie de exordio de Alberto. Porque enseguida me di cuenta de que llevaba su firma. ¿Y si escribo otra vez Tránsitos, pero en forma de diario? Al fin y al cabo, Alberto es un chaval que adora los tebeos y escribir historietas; el formato le va que ni pintado. Con el tiempo he conseguido saber cuándo tengo que seguir una historia y cuándo no, aquí no hubo dudas ni divagaciones. Yo era ya Alberto, y Fronteria se me ofrecía neblinosa, exhibía su magnético provincianismo remoto. También mostraba los senderos que conducían a Ángela, la verdadera protagonista de la novela.

Tránsitos aglutina muchos de mis intereses. Empieza con una frustración, que es el estado natural de nuestra especie. La frustración va de la mano del proceso artístico, y Alberto es un escritor en ciernes que ni siquiera llega a atisbarlo. Para él, escribir es solo un divertimento sin valor. Pienso en esto mucho; qué es escribir, por qué escribir, qué escribir. Alberto aún no sabe lo que se le viene encima…

"Enraizados en una casa abandonada, lo fantástico los abraza, o ellos abrazan lo fantástico, porque en ocasiones es más real que lo real y ayuda a limar y entender la existencia"

Ahora odio el calor, pero no siempre fue así. Con la edad de Alberto deseaba que llegara el verano cuanto antes. Me gustaba ese transcurrir lento y dormilón del pueblo, con momentos mágicos como la llegada de alguien nuevo que se convertía en el misterio a desentrañar hasta la siguiente novedad. Para Alberto, Fronteria, además de una incógnita que prevé más o menos aburrida, también supone un contexto con reglas diferentes que le obligan a desenvolverse de otra manera. Quizás incluso más pura, pues la máscara de diario puede no servir allí y cuesta mucho fabricar una nueva. Es la situación perfecta para que sucedan cosas. Por ejemplo, la conexión absoluta con una persona cuya existencia desconocía un segundo antes.

Creo que Tránsitos no va de nada, es una novela de hablar. Una conversación entre Ángela y Alberto que dura siete días. Una semana para generar un lazo poderosísimo y dejarse recíprocamente una profunda huella, el tiempo necesario para comprobar que el peor lugar también puede ser el mejor, pero también para vislumbrar las sombras de la adultez. Enraizados en una casa abandonada, lo fantástico los abraza, o ellos abrazan lo fantástico, porque en ocasiones es más real que lo real y ayuda a limar y entender la existencia. Siete días suficientes para construir su propia ficción y jugar a ser un escritor de éxito y una famosa artista multidisciplinar. Y contarlo todo mientras sucede, casi sin querer, al margen de una realidad que tan solo espera el momento óptimo para atacar con todas sus fuerzas.

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Autor: Guillermo Moracia. Ilustrador: Valle Camacho. Título: Tránsitos. Editorial: Aloha! Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.

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