Obra al completo servicio del siempre eficaz Tom Hanks, El peor vecino del mundo es la adaptación americana de Un hombre llamado Ove, novela y película sueca de notable éxito, nominada incluso a dos Oscar de la Academia, que todavía hoy es la película extranjera de más taquilla en Norteamérica.
Fuertemente anclada al Cuento de Navidad de Dickens, quizá representado en cierto estereotipo de madurez por Jack Nicholson en Mejor… imposible y por supuesto el clásico Qué bello es vivir, El peor vecino del mundo sufre sin embargo de la poco sutil dirección de Forster, cuya mirada un tanto átona se revela incapaz de abundar en las posibilidades tragicómicas de la historia. El uso de los flashbacks es profundamente discutible, su idea de lo emotivo se resume a covers de lánguidos temas musicales indie y, en conjunto, todo parece un poco narcotizado y conformista.
Por suerte, ahí está Tom Hanks y el resto del reparto para impulsar la fábula. En ausencia de un director que dosifique, es la franqueza del intérprete la que toma al asalto toda la película, que se alza como un necesario retrato de la depresión del hombre maduro en unos tiempos en los que se experimenta una alarmante difamación de este arquetipo.
Que Forster sea un poco soso al menos deriva en algo bueno: El peor vecino del mundo es una película en la que la condescendencia y el desdén, características que parecen definir el ADN de la época, brillan por su total y absoluta ausencia. El dolor de Otto, afectado profundamente por la muerte de su esposa, y cómo parapeta su angustia en el odio a los cambios que afectan a su aislada calle rural (metáfora de una América forzadamente corporativa y multicultural) convierten la obra en una película quizá menor, quizá significativa. Y, definitivamente, en un nuevo ejercicio de Hanks a la hora de reflejar una mirada nostálgica, emotiva y quizá divertida a los acontecimientos que lo rodean.
Y sí, El peor vecino del mundo se lee en clave nacional: es un filme sobre cómo América se renueva, tanto en la figura de Otto como en los habitantes de la calle que se esfuerza en proteger. Alabar moderadamente filmes como estos, aunque sea solo parcialmente logrados, se está convirtiendo en una misión imposible, de modo que aquí va un moderado aunque suicida intento de hacerlo.
El trailer da risa, pero de esa risa que da vergüenza reírse. Es como Gran Torino, pero sin Clint, sin Torino, sin el Garand y sin la 45. O sea…