Foto: Asís G. Ayerbe.
Making of de El Hispano, de José Ángel Mañas.
Los tres mosqueteros, El conde de Montecristo, Veinte mil leguas de viaje submarino, Los hijos del capitán Grant, Miguel Strogoff, La isla del tesoro, La flecha negra, Las minas del rey Salomón, El prisionero de Zenda, Drácula, Frankenstein, Sandokán, El corsario negro, La pimpinela escarlata, Tarzán de los monos, El señor de los anillos. La lista podría alargarse pero nos basta como botón de muestra de lo que fue la literatura de aventuras con que nos hemos iniciado en la lectura varias generaciones de europeos a lo largo de casi dos siglos.
Digo “fue” porque esta literatura ha sido sepultada en los últimos veinticinco años por toda una avalancha de sagas de literatura juvenil, así llamamos a la literatura de formación de las nuevas generaciones, de las cuales posiblemente la más conocida sea Harry Potter. No diré que sean malas —hay sagas muy meritorias—, aunque sospecho que, en calidad y eficacia en la vehiculación de valores universales, sean inferiores en su conjunto a los clásicos del primer párrafo. Títulos a los que las nuevas sagas podrían complementar pero a los que en realidad suplantan formando una pantalla cultural tan espesa como podrían ser ahora mismo las series de ficción televisiva para el cine: quien ha crecido con Breaking Bad, The Wire y Orange is the new black raramente da el salto a Coppola o Scorcese. Y tampoco veo al lector de Percy Jackson llegar a La isla del tesoro.
Más allá de constatar que el tiempo corre para todos, lo que quería era resaltar aquello que vincula todas las obras que he citado, tanto clásicas como modernas: el gusto por la peripecia. Digamos que es lo que he pretendido en mi última novela, El hispano. En torno a Idris, este guerrero numantino del siglo II a.C, en un contexto de resistencia celtíbera contra Roma, he buscado hilvanar un relato que tuviera la atmósfera de toda esa literatura de aventuras con la que me hice lector.
Ese era el primer objetivo. A lo que se añade un segundo aspecto importantísimo: el localismo cultural. Siempre estuve intuitivamente de acuerdo con la célebre afirmación, de Chejov: “Si quieres ser universal, habla de tu pueblo”. Creo que uno debe escribir sobre la realidad que conoce mejor, la más cercana, la de su comunidad, y eso no es óbice, si la obra lo merece, para alcanzar la universalidad. Los ejemplos son tantos que parece ventajista citarlos: el Quijote, las novelas de Jane Austen, Wuthering Heights, El Gatopardo, Las aventuras de Sherlock Holmes, los casos de Pepe Carvalho. Toda gran obra literaria suele estar arraigada en un paisaje muy determinado y reconocible en el que además nos deleitamos. Todos nos hemos encariñado con la Mancha cervantina, la Inglaterra rural y sureña de Austen, el Yorkshire de la Bronte, la Sicilia de Lampedusa, el Londres de Holmes, la Barcelona de Montalbán.
Con el trasfondo de un contexto histórico propio -en este caso las guerras numantinas- he pretendido crear un héroe equiparable a los grandes personajes autóctonos que hemos tenido en nuestra ficción, los Lazarillo, Zalacaín, Jabato, Capitán Trueno, Curro Jiménez, Alatriste, por citar solo unos cuantos. Esa es la estirpe aventurera de mi Idris: un hombre desclasado y solitario pero con raíces, que se ve obligado a sobrevivir en la Hispania sometida por Roma.
Cuando mi editor me propuso crear un héroe local en tiempo de los romanos, supe de inmediato que Numancia era el marco icónico adecuado. Numancia que siempre ha sido un referente peninsular, me parecía además un mito transgeneracional y transideológico. El propio Cervantes dramatizó el asedio numantino en una obra de teatro que fue recuperada y representada en tiempos de la invasión napoleónica y también —cosa curiosa— en la adaptación contemporánea que escribió Alberti para el Madrid asediado durante la guerra civil por las tropas franquistas.
Y con estos mimbres me lancé a escribir este El hispano que acaba de publicar la editorial Arzalia, al que tengo un especial cariño. Pese a lo difícil del contexto, espero de veras que los lectores podáis disfrutar de la novela tanto como yo he disfrutado escribiéndola y que os sirva para evadiros un rato del sufrimiento en el que nos ha sumido la terrorífica pandemia que nos asola. Un saludo muy grande a todos.
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Autor: José Ángel Mañas. Título: El hispano. Editorial: Arzalia. Venta: Todostulibros y Amazon
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