Sí, me han hecho la broma muchas veces. Me la he ganado a pulso con la tercera de Camino Vargas, porque reconozco que tiene su guasa ponerle a tu libro el título de la competencia. ¿Qué quieren? Van tres años conviviendo con la inspectora Camino, sus chanzas y su retranca. Algo se le pega a una.
De modo que ese es justamente el trasfondo de la novela, con el que tendrá que lidiar la inspectora Vargas y su Grupo de Homicidios. En una Sevilla azotada por las lluvias, muy diferente de la de las olas de calor que conocimos en Progenie y Especie, y donde las inundaciones, las interrupciones del suministro eléctrico, los daños materiales, los desalojos e incluso las desapariciones tienen a todas las Fuerzas y Cuerpos de Seguridad en estado de alerta, hallarán el cadáver de una mujer con un modus operandi que nada tiene que ver con el agua que mana del cielo y que por su salvajismo podría recordar a los asesinatos del Animalista, aunque sin conexión con la forma de matar animales que ya vimos en Especie. Conexión que sí encontraremos en el norte de Italia, donde Barbara Volpe está convencida de que aquella trama no ha acabado.
Ha supuesto, quizá, la novela más compleja para mí hasta el momento, y no tanto por las tramas cruzadas, los finales en alto y los giros de guion —admito que me lo paso pipa con todas esas cosas— sino por el proceso de documentación. No ha sido este tan agradable como cuando me recorrí (casi) todas las bodegas extremeñas catando vinos y haciendo cursos de maridaje para Vino y pólvora, ni tan espeluznante como cuando logré colarme en un matadero y realizar la visita que después reproducirían Camino y Evita en Especie, pero sí ha sido el más difícil, especialmente en la relación con ciertos productos químicos que el lector descubrirá ya mediada la novela. A mí, mujer de letras pura y dura, ya la mención de la palabra Química equivale a decir sánscrito, o cuando menos, japonés. Es un idioma que no me siento capaz de apre(he)nder. Y sin embargo, me lancé, porque la novela lo requería, y donde se ponga eso, a mí no me para nadie. Así que investigué, me formé como pude, con todas mis torpezas y, sobre todo, tiré de expertos desinteresados que resolvieron mis dudas hasta que la trama se convirtió en algo verosímil. Y sí, lo admito, al final y como siempre, ha sido apasionante. Como también lo ha sido recorrer la historia de Sevilla a través de su río, con las inundaciones reincidentes en las que una y otra vez el llamado Baetis, luego Wadi al-Kabir o Guadalquivir, salía ganando pese a murallas, diques, cortas y toda clase de ingenierías. Y así, llegar hasta el momento presente, en el que los humanos nos creemos muy listos y evolucionados, creemos que la ciencia lo puede todo, pero nos olvidamos de que más rápido que avanzan nuestros logros científicos lo hace nuestra destrucción. Y está por ver cómo queda el duelo.
Total, que pese a la que lío en Sevilla y en Planeta —o precisamente por ello, para qué les voy a engañar—, confieso haber disfrutado, y mucho. Ahora solo espero que ustedes también lo hagan.
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Autora: Susana Martín Gijón. Título: Planeta. Editorial: Alfaguara. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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