«A mis doce años de edad estuve a punto de ser atropellado por una bicicleta. Un señor cura que pasaba me salvó con un grito: “¡Cuidado!”. El ciclista cayó a tierra. El señor cura, sin detenerse, me dijo: “¿Ya vio lo que es el poder de la palabra?”. Ese día lo supe». Seguro que muchos de los aquí presentes recuerdan este discurso. Corría el año de 1997, y se celebraba por fin el primer Congreso Internacional de la Lengua en Zacatecas, México. Lo abría, ni más ni menos, que el exitoso y recién nobeleado Gabriel García Márquez. Y lo hacía con ese primer párrafo que nuestro querido editor zendiano ha entrecomillado con arte, y ese sintagma mágico: «el poder de la palabra». Más tarde el discurso se hizo viral, que diríamos hoy, porque el Gabo solicitó la supresión de la gramática, hecho sin duda desafiante tratándose de aquella audiencia tan, digamos, gramaticalmente sofisticada. Sin embargo, yo he preferido quedarme con ese maravilloso sintagma, «el poder de la palabra», que le da sentido, entre otras cosas, a esta columna cada martes.
Esta semana se celebra el noveno Congreso de la Lengua en Cádiz, que recoge el evento tras haberlo soltado Arequipa, ciudad inmersa en una inestabilidad política que no conviene agitar. Lo que sí conviene preguntarse es: ¿Qué entendemos por «el poder de la palabra»? Y es que la palabra lleva consigo toda la carga semántica de una idea, y por tanto coloca los límites de nuestro mundo. Por ejemplo, si tengo que hablar de mí, al escuchar la palabra «Cádiz» se hace corpóreo en la memoria el recuerdo de la ciudad más antigua de Europa, un paraíso donde las eses se aspiran, las playas alborean y el corazón se ensancha en la medida en que se ensancha la sonrisa del ser humano. Paraíso de poetas y linces, de historia y marisma. Si la lengua española debiese tener una capital, Cádiz sería la mejor opción, sin duda. En fin, todo esto cabe en la pronunciación de un solo vocablo.
Ahora bien, ¿qué retos tiene la palabra hoy en idioma español, y por ende qué retos tienen por delante los señores congresistas en Cádiz? En tiempos de amenazas, se me ocurre por ejemplo que recordar la fuerza del castellano en aquellos territorios donde se tiende a denostarlo, algunos de ellos en la propia península, no estaría de más. Ahora que caen estatuas y se recortan páginas en los libros de Historia, también resultaría útil reivindicar el legado de aquella lengua vertebradora, que supo unir un continente de norte a sur, llevando consigo progreso y avance. Otro reto sería controlar el influjo de los calcos en la variante culta, ya que hablamos de overhead, y el branding del coach debe ser el engagement de los stakeholders. Pero sobre todo el reto de este foro debería ser ensalzar el valor humano que reside en el término humanista, ahora que la inteligencia artificial ha llegado, nos colonizan fórmulas, nos influyen los algoritmos, y los chatbots son nuestra mejor compañía. Porque será ese humano quien sobreviva a la revolución tecnológica en la que estamos sumergidos, con talante y conocimiento, con espíritu y cultura, todo ello asociado a un idioma, a una palabra. Y a su poder. En fin, que viva la palabra y viva Cádiz, carajo.
No he visto censura peor ni esterilidad mayor que la que se imponen a sí mismos los ‘intelectuales’ de una sociedad libre y democrática (jajjaja).