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El presentimiento

El presentimiento

Si tienes un presentimiento, guárdatelo en el bolsillo, me susurró una gitana el día antes de que acabara el año. Ante la inminencia de esa fecha aciaga y simbólica, yo andaba asustado. En la divisoria de la Diagonal lado mar y en esa temible linde de expectativas y nefastos balances de los fines de año, mi novia me aseguró que no nos veríamos nunca más. Que no la acompañara a casa, que me quedara en el umbral de la Diagonal y de todos nuestros umbrales: del año que vencía, de nuestra relación de idas y venidas. Pisé entonces con firmeza la calzada para cerciorarme de que estaba allí, en la divisoria de la Diagonal lado mar, y luego observé al semáforo que de inmediato se puso en verde para los peatones. Su silueta se fue difuminando mientras yo me quedé petrificado en ese semáforo que aún hoy, cuando cruzo la avenida, sigo esquivando.

"Somos seres anfibios con memorias anfibias"

Hace poco, después de tanto, nos reencontramos y enseguida nos pusimos a discutir como si no hubiera un ayer; decididamente el tiempo no había pasado por nosotros. Yo, que odio el conflicto, y ella, que se maneja fatal en la confrontación, descubrimos, nada más conocernos, que nuestra retórica —tal vez nuestra erótica— se asentaba en una infinita disparidad de criterio sobre nosotros dos. Que si tú, que si yo, que si yo más, que si tendrás morro, que anda que tú… Era evidente que su memoria no era la mía y que nuestros recuerdos se habían convertido en unos totales desconocidos. Me enredó en el ovillo de nuestra cronología y me hizo dudar de si, incluso, el Tiempo se había detenido en la Diagonal al lado mar. Escribimos de recuerdos inventados, decía Vila-Matas. El neurocientífico Mariano Sigman explica cómo falseamos la memoria y reconstruimos nuestra narrativa con tramas verosímiles pero inciertas. Somos seres anfibios con memorias anfibias.

“Tienes memoria de pez”, se reía de mí. “Y tú cabeza de chorlito”, le contestaba yo. Luego nos envolvíamos en nuestra retórica, es decir, en nuestra erótica.

A pesar de todo, recuerdo que en muchas ocasiones fuimos felices. Que ella también lo fue, pese a ella misma. Pero a lo mejor me lo invento, por eso a lo mejor lo escribo.

Uno es feliz cuando hace feliz a alguien, me decía José Luis Sampedro.

¿O me lo dijo la gitana?

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Los textos de “Tal vez la niebla” son variaciones de los publicados por David Trías en su cuenta de IG

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