¡Cuánto bien hizo esta novela hace cuarenta años! Coincide la publicación de Canon de cámara oscura, de Enrique Vila-Matas (Seix Barral), con la recuperación de uno de sus títulos más emblemáticos, Historia abreviada de la literatura portátil, recuperado por la editorial Libros del Zorro Rojo con ilustraciones de Julio César Pérez. Lo primero que tenemos que decir es que esta reedición es todo un lujo material, un privilegio para el tacto y la vista. Lo segundo es que leímos esta novela hacia el año 2000, cuando estudiábamos la carrera de Filología y el autor acababa de publicar (o iba a aparecer pronto en Anagrama) Bartleby y compañía, y que su lectura fue un bálsamo entre tantos libros que no es que fueran exactamente serios sino que resultaban más bien plúmbeos por su empeño forzado en parecer franceses, oscuros, interesantes e imprescindibles.
Lo tercero que hemos de decir es que (no sabemos si el ensayista Ginés S. Cutillas, autor de El ensayo-ficción: Una nueva forma narrativa (Sílex), se ha dado cuenta) seguramente esta obra de Vila-Matas inaugurara esa “nueva forma narrativa” que trató de filiar y catalogar y valorar. Una nueva forma en la que alguien realizaba una investigación de tipo cultural que le servía de correlato inmediato para confesar o presentar una serie de filias y fobias que se convertían en la encarnación de la narración en sí misma. Una narración desnarrativizada en grado moderado; un modo de practicar la autoficción con guantes de látex y una pinza en la nariz. Los desenfadados, pero también los precisos y los ebanistas, elegían esta forma de expresión frente a los infatuados, plúmbeos, sobrepesados, oportunistas, neovictorianos y obesos mórbidos que ya nos aburrían sin remedio y que actualmente siguen torturándonos en forma de alejandrinos de sí mismos.
En definitiva, el chiste, la humorada y el neodadaísmo nos sirvieron de brújula en un momento que empezaba a cargarse de odios y neopedanterías. Nos amenazaban nubarrones y estos delincuentes culturales de Vila-Matas nos vacunaban contra la tormenta de trascendencia impostada que nos indigestaba las lecturas. De repente, alguien tenía agallas para escribir el siguiente párrafo: “Lo que Johnson nunca pudo imaginar es que su muerte lo convirtió en una especie de Werther neoyorquino, pues la ciudad, de la noche a la mañana, imitando a París se pobló de jóvenes suicidas que, deslumbrados por aquella muerte con tetera de plata barroca, se arrojaban de los puentes colgantes, no sin antes escribir divertidas cartas a los jueces, exponiéndoles los más variados motivos para abandonar esta vida” (pág. 34); o frases como esta: “Typon huyó a La Martinica, donde montó una papelería en un poblado en el que nadie escribía salvo él, que se arruinó consumiendo su propia mercancía” (pág. 42).
Vila-Matas poseía una erudición inteligente que contrastaba enormemente con el embrutecimiento neoescolástico imperante, que se disfrazaba de teoría crítica pero que servía solo para encubrir una indigencia mental creciente. Hace unos meses, con motivo de la publicación de Ocho entrevistas inventadas (HyO), pude entrevistar a Vila-Matas y le pregunté cuál era su obra preferida entre las suyas, y cuál salvaría ante un holocausto nuclear. Respondió lo siguiente: “Está depositada toda mi obra —con lo bueno y con lo malo— en un bunker del Polo Norte, por lo que dejaremos que la elección de mi mejor obra sea decidida por los extraterrestres que quizás la comprendan mejor que los terrícolas”. Yo no diré nada más porque no quiero que esta reseña resulte trascendental o wagneriana, lo cual no tendría ningún sentido a propósito de un libro tan jovial, tan pionero, tan extraterrestre y tan genial.
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Autor: Enrique Vila-Matas. Título: Historia abreviada de la literatura portátil. Editorial: Libros del Zorro Rojo. Venta: Todos tus libros.
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