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El proceso

Pocos enfrentamientos han tenido más repercusión en la historia de la política y del arte como el mantenido por Iosif Stalin y Dmitri Shostakóvich en el Moscú de los años 30. El Secretario General del Partido Comunista quería convertir al compositor en el “Beethoven rojo”, mientras que el artista arriesgaba su vida con el único objetivo de convertir su música en una de las más importantes del siglo XX.

En este making of, Xavier Güell cuenta el origen de su novela Shostakóvich contra Stalin (Galaxia Gutenberg).

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Comprender el mundo contradictorio, explosivo de Shostakóvich, es difícil. Meterse en su piel, robarle el alma y escribir sobre él en primera persona, es una temeridad. He dedicado casi tres años de mi vida a este libro. Hubo veces en las que creí que no llegaría al final. Decenas de páginas terminaron en la papelera. Me levantaba de mi mesa de trabajo, daba vueltas alrededor, fumaba, escribía de nuevo: no era bueno, borraba lo que había escrito, escuchaba música de Shostakóvich, leía la partitura de la Sonata para viola y piano, su última obra: ¿qué había detrás de esas notas?, ¿cuál era su significado?, ¿qué me querían trasmitir…? Largas discusiones con Gloria, mi mujer: «Desde que escribes esta novela, estás insoportable». Dulces reconciliaciones cuando veíamos más próximo el final. Aislamiento durante meses en la casa del Báltico de la familia de mi mujer, aliviado, en ocasiones, por las llamadas de mi hija Cósima, de mis amigos, por el aliento constante de mi editor. Estuve a punto de tirar la toalla muchas veces. No aguantaba la presión. Pero después de novecientos días, casi los mismos que duró el cerco de Leningrado, he logrado acabar la novela. Y me siento feliz, pero también vacío, como si me hubieran arrancado una parte importante de mí.

"Shostakóvich contra Stalin. Ambos fueron protagonistas de una tensa relación que algunos en Occidente consideraron las dos caras de una misma moneda, enfrentadas en una lucha desigual en la que la música acabó imponiéndose"

En la Unión Soviética, fundamentalmente durante los años de terror de Stalin, los creadores —músicos, escritores, poetas, dramaturgos, artistas plásticos…— se vieron obligados a abandonar sus creencias estéticas para seguir los dictados del Partido: satisfacer el gusto popular, con obras simples y directas que se pudieran entender y disfrutar con facilidad, y que, al mismo tiempo, sirvieran para enaltecer los logros del sistema comunista. Todos ellos tuvieron que consagrar su arte al servicio de esos postulados, renunciando así a sus convicciones, y perjudicando con ello sus propias obras. El único que se salvó de la quema fue Shostakóvich, quien, cambiando sustancialmente su forma de escribir música a partir de la Quinta sinfonía, consiguió no solo no perder su propia identidad, sino ser él mismo más que nunca. La pregunta que plantea mi novela es: ¿la enorme popularidad que tuvo Shostakóvich durante su vida y que llega hasta hoy, ya que sigue siendo, en pleno siglo XXI, uno de los compositores sinfónicos más interpretados junto a Gustav Mahler, hubiera sido posible sin la brutal injerencia que tuvieron sobre él Stalin y el Partido comunista? Yo creo que no. Y la ficción en mi novela se resuelve con esa voz interior, con ese alter ego, con ese daimon o demonio que le susurra al compositor el camino que debe seguir en los momentos más críticos de su existencia.

Shostakóvich contra Stalin. Ambos fueron protagonistas de una tensa relación que algunos en Occidente consideraron las dos caras de una misma moneda, enfrentadas en una lucha desigual en la que la música acabó imponiéndose. ¿Era entonces eso cierto? ¿Lo sigue siendo ahora? En todo caso, Stalin y Shostakóvich fueron los personajes más conocidos de la Unión Soviética. Metódico, como los criminales que lo subordinan todo a la pasión por el poder absoluto, Stalin era un hombre implacable, solitario, extraño, terrible, pero también carismático, intrépido, capaz de destruir al noventa y nueve por ciento de los seres humanos para atender solo al uno por ciento restante. Y Shostakóvich, a pesar de que cueste reconocerlo, formó parte de estos últimos.

"A través de la mezcla del teatro y la novela, con ritmo cinematográfico, he intentado que sus pulsos, sus dinámicas, sus cadencias, sus respiraciones, sus pausas, sus cambios de tempo estén próximos a la música"

La novela transcurre en solo ocho horas —el 5 de julio de 1975, desde las doce de la noche hasta las ocho de la mañana—, cuatro días antes de la muerte de Shostakóvich. El compositor tiene que acabar el tercer tiempo de la Sonata para viola y piano, su última obra, y se inspira en la Sonata Claro de luna de Beethoven. Espera la llegada de alguien, cuya identidad el lector descubrirá en el transcurso de la novela. Es una noche interminable en la que se mezclan el deseo que acabar la sonata con recuerdos que incendian su memoria.

Mi literatura está siempre cerca de la música. Y este libro es un buen ejemplo de ello. A través de la mezcla del teatro y la novela, con ritmo cinematográfico, he intentado que sus pulsos, sus dinámicas, sus cadencias, sus respiraciones, sus pausas, sus cambios de tempo estén próximos a la música. Acercar la palabra a la música. Conseguir que las palabras suenen. Ese ha sido mi objetivo.

"Dos novelas me han acompañado durante la redacción de este libro: Doktor Faustus de Thomas Mann, y El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov"

La bibliografía sobre Shostakóvich es enorme; al leer este libro, muchos reconocerán mis fuentes principales: A Life Remembered, de Elizabeth Wilson. Testimonio: las memorias de Dmitri Shostakóvich, de Solomon Volkov. El ruido del tiempo, de Julian Barnes. Shostakóvich. Su vida, su obra, su época, del compositor Krzysztof Meyer. Leningrado: asedio y sinfonía, de Brian Moynahan. Europa central, de William T. Vollmann. Shostakóvich: recuerdos de una vida. Entre las fuentes que me han ayudado, figuran también las entrevistas de Mijaíl Árdov, a los hijos del compositor, Galina y Maxim, y las cartas que envió Shostakóvich a sus dos mejores amigos: Isaac Glikman y Iván Sollertinski.

De la extensa bibliografía sobre Stalin que he utilizado, quiero destacar: Conversaciones con Stalin, del escritor, político y diplomático yugoslavo Milovan Djilas. Un frío y brillante retrato del dictador, cuya principal virtud es que permite que sea el lector quien juzgue al personaje.

Dos novelas me han acompañado durante la redacción de este libro: Doktor Faustus de Thomas Mann, y El maestro y Margarita de Mijaíl Bulgákov. Asimismo, he tenido muy presentes a Dostoievski y a Chéjov, los autores preferidos, junto a Gógol, de Shostakóvich. Con Shostakóvich contra Stalin, he querido rendir homenaje a todos ellos.

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Autor: Xavier Güell. Título: Shostakóvich contra Stalin. Editorial: Galaxia Gutenberg. Venta: Todos tus libros.

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