Enmarcado en el grupo de los bohemios, fue el periodista más importante de su época, a caballo de los siglos XIX y XX. Brillante, admirado y temido a partes iguales, escribió antes que nadie en España sobre el «caso Dreyfus». Esta columna sobre la reacción en Francia, donde era corresponsal, a la sentencia contra el capitán acusado falsamente de espía es una muestra de la modernidad de su periodismo. Sección coordinada por Juan Carlos Laviana.
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Notificación de la sentencia. Dreyfus y sus defensores. Dreyfus tísico.
Madame Dreyfus. Testimonios de simpatía.
París 10 (9,31 m.)
Monsieur Labori, muy emocionado, dio cuenta de la sentencia a Dreyfus, quien se limitó a responder sencillamente:
Cumplidos los trámites legales, Dreyfus, en su rigidez habitual y con paso firme, entre cuatro gendarmes, se internó en la prisión.
Monsiereu Demange, que estaba contemplándole, exclamó al verle desaparecer: «¡Gran carácter! ¡Alma extraordinaria!».
El doctor Pozzi, médico de Dreyfus, dice que éste está tísico a causa de los grandes sufrimientos físicos y morales que ha padecido, y que no podrá vivir más de dos años.
Madame Dreyfus, que recibió desolada la noticia de la sentencia, logró sobreponerse pronto a su pena, sofocando los sollozos y las lágrimas; recibió y sigue recibiendo muchas visitas y por telégrafo le han llegado y siguen llegando homenajes de simpatía de toda Europa y de los Estados Unidos.
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Efectos de la sentencia en Rennes y en París. Júbilo y copas.
Lo que dice Rochefort. Llorando por lo que queda.
París 10 (9,35m.)
Hasta las diez de la noche, que salí de Rennes, la población era toda fiestas.
Se celebra la sentencia con gran regocijo y algazara.
Los balcones y ventanas se hallan iluminados.
En los cafés se cantaba, hasta desgañitarse, La Marsellesa, y el pueblo soberano, en las tabernas, empinaba vaso tras vaso de sidra.
El grito general era: «Francia está salvada; bebamos a su grandeza y a la ruina de los judíos».
En París la noticia del fallo se ha recibido también con júbilo.
En número de satisfechos puede calcularse en un 99 por cien.
L’Écho de Paris dice que la población, regocijada y orgullosa, vino de los barrios extremos a los bulevares, celebrando el acontecimiento.
En el café situado en la planta baja de la casa donde tiene sus oficinas el periódico La Libre Parole, dos asistentes cantaban La Marsellesa, acompañando la cadencia de cada estrofa con gritos desaforados de «¡Abajo los judíos!».
Opínase que Rochefort interpretó fielmente el sentimiento público al decir que la sentencia es la revancha de Francia contra Alemania y el Extranjero, que la suponían enervada.
La única desazón o resquemor, como diría la señora Pardo Bazán, es que Deyfrus no volverá a la isla del Diablo a hacer su pequeña cocina.
La sentencia no hubiera tenido pero, si se hubiera repetido el fallo de 1894.
Se trata de impedir que Dreyfus interponga el recurso de casación, y sus implacables enemigos han empezado ya los trabajos para evitar que el presidente de la República, monsieur Loubet, le indulte.
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A río revuelto. La opinión imparcial.
París 10 (9,40 m.)
Los revolucionarios y agitadores celebran la sentencia condenando a Dreyfus, con el propósito de aprovecharse de ella para fines socialistas.
Los observadores imparciales consignan que la sentencia responde al propósito de no querer condenar a los generales, contra los cuales hubiera tenido que procederse por falsedad y otros motivos, de haber sido el veredicto absolutorio.
«Prueba —añaden— de que no se creyó en la culpabilidad de Dreyfus es que dos jueces fallaron a su favor y cinco encontraron circunstancias atenuantes para rebajar la pena, cosa no vista hasta ahora ni explicable en el delito de traición».
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(Artículo publicado el 19 de septiembre de 1899 en Heraldo de Madrid)
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