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El recolector de azafrán

El recolector de azafrán

Hace un par de semanas, el Institut Valencià de Cultura organizó unas Jornadas de Reflexión sobre la situación del Cine Valenciano. Se trataba de unos encuentros en los que pudiéramos encontrar nuevas ideas que provocaran un impulso al sector audiovisual valenciano, con el objetivo de conseguir colocarlo en una posición más relevante a nivel nacional e internacional. Tuve el honor de dirigir y coordinar estos encuentros, y moderar cada una de las mesas redondas que reunieron a cineastas y representantes de diversas instituciones. La propuesta se diseñó con una clara referencia: Las Conversaciones de Salamanca que, en el año 1955, Basilio Martín Patino organizó, en el Cine Club de la Universidad de dicha ciudad. Patino reunió a jóvenes cineastas del momento para analizar la situación del Cine Español que, en aquel año, se encontraba enquistada por grandes dosis de folclore y premisas históricas impuestas y controladas por la Dictadura. Fueron relevantes en aquellas valientes reuniones figuras como Juan Antonio Bardem y los valencianos Ricardo Muñoz Suay y Luis García Berlanga. Y se pudo comprobar que, a partir de aquella cita, el Cine Español comenzó a dirigirse hacia propuestas más valientes, que reflejaban la realidad de una sociedad que nada tenía que ver con la que el Régimen se empeñaba en significar como auténtica y ejemplar, a través de plataformas como la del NODO o la misma obediente cinematografía.

"Lo que le hubiera gustado a don Luis es que esta sala se siguiera llamando Juan Piqueras, que fue valenciano, y uno de los primeros estudiosos, teóricos y críticos del cine, represaliado y asesinado por el franquismo"

En nuestras propias conversaciones de Valencia 2022 contamos con la importante colaboración y presencia de la Universidad de Valencia. Los responsables de los Talleres de Audiovisuales de nuestra Universidad se encargaron de realizar las grabaciones de las mesas redondas y de las ponencias. Y, aprovechando la coyuntura y buena disposición de los compañeros, pudimos entrevistar a algún cineasta por separado, de cara a ir sumando material para un posible documental mediante el cual se cuente la importancia de Valencia en la historia del Cine Español. Uno de estos cineastas, “secuestrado” media hora por tal motivo, fue Sigfrid Monleón, con quien he tenido el placer de trabajar hace años como actor en la película Síndrome laboral. Le citamos en la Sala Berlanga del Edificio Rialto, sede de la Filmoteca Valenciana, donde se desarrollaron los encuentros. Tras colocarle el micro e intercambiar anécdotas, le lancé la primera pregunta:

Sigfrid, nos encontramos en la sala Berlanga. ¿Tú crees que si don Luis hubiera tratado de realizar sus películas sin salir de Valencia estaríamos celebrando su centenario?

Tomó aire, adoptó una postura seria y contestó:

—Lo que le hubiera gustado a don Luis es que esta sala se siguiera llamando Juan Piqueras, que fue valenciano, y uno de los primeros estudiosos, teóricos y críticos del cine, represaliado y asesinado por el franquismo. Yo creo que a él le hubiera gustado que siguiera su nombre en esta sala. Dicho lo cual —añadió con una sonrisa— me vuelves a preguntar porque me he quedado con eso y lo demás se me ha ido…

"Como cada vez que se me presenta una clara sincronía, sonreí agradecido al universo, consciente del nuevo regalo que me ofrecía"

Continuamos la entrevista y le admití al finalizarla que, aunque he visitado muchas veces esa sala cuando llevaba el nombre de Juan Piqueras, nunca me había parado a investigar quién fue verdaderamente ese hombre. Siempre he mostrado mi humildad cuando me he encontrado ante un nombre, libro, ciudad, película o asunto que desconocía. Y siempre he hecho mis posteriores deberes para redimir mi ignorancia. En cuanto tuviera algo de tiempo, pensé, ese mismo fin de semana investigaría sobre la figura de Juan Piqueras.

Las jornadas concluyeron un viernes. Al regresar a casa, ya de tarde, abrí el buzón. Aparte de una carta de Iberdrola, en la que vendría desglosado otro más de los mensuales robos a los que nos somete esa empresa, más de sombras que de luces, se encontraba otro número más de la revista ACTÚA, publicación que AISGE nos envía a los socios cada trimestre. Al día siguiente, con el primer café, comencé a curiosear su contenido. En la página dieciséis aparecía un artículo a dos páginas dedicado a Juan Piqueras, “una historia inacabada de amor al cine”. No me lo podía creer. Como cada vez que se me presenta una clara sincronía, sonreí agradecido al universo, consciente del nuevo regalo que me ofrecía.

"Un profesor suyo observó en él un espíritu inquieto y curioso, por lo cual le recomendó una escuela de oficios a la que Piqueras acudió a diario sin descuidar el molino ni la recolecta de azafrán"

Me puse a leer el artículo y supe entonces que Piqueras fue el hijo de un molinero de una pedanía valenciana. Que fue el precursor de la crítica en España, como había apuntado Sigfrid Monleón en nuestra entrevista. Del mismo modo supe que una fatalidad le hizo recalar en una zona franquista en julio de 1936 y que murió fusilado en Venta de Baños, Palencia. Continué leyendo con el convencimiento de que escribiría estas mismas líneas, para transmitir a quien, al igual que yo mismo, lo desconocía, que hay publicado un ensayo de Enrique Fibla, Los años imposibles: Memoria inacabada de Juan Piqueras, por parte de Barlin Libros. En el libro se viaja con Juan Piqueras desde su infancia en un ambiente rural, concretamente en Campo de Arcís, Requena, hasta una vida cosmopolita en el París de los años treinta. En ese libro descubrirán que, junto a su hermano, recolectaba azafrán para sumar el poco sueldo que obtenían al también escaso sueldo de su padre. Y que, como suele suceder en muchas ocasiones, un profesor suyo observó en él un espíritu inquieto y curioso, por lo cual le recomendó una escuela de oficios, a la que Piqueras acudió a diario sin descuidar el molino ni la recolecta de azafrán. Se encontrarán con un momento fundamental en el que sintió que Requena no era ya sitio para él y viajó a Valencia, donde comenzó a trabajar en una tienda de ultramarinos en el barrio del Grau. Que Valencia bullía en aquel entonces porque comenzaba a surgir una nueva clase burguesa impulsada por el avance industrial. Y que allí Piqueras comenzó a interesarse por ese invento de hacía algo más de tres décadas llamado Cine. Que también editó revistas cinematográficas y otras publicaciones. Que pronto viajó a Madrid, donde se relacionó con Luis Buñuel, Salvador Dalí y Federico García Lorca. Que todos ellos le tuvieron en alta estima. Que se convirtió en el programador del Cine Club de la Gaceta Literaria y empezó a traer películas de vanguardia rusas y francesas a España. Que poco después Ricardo Urgoiti, fundador de Unión Radio, se unió al grupo con un importante apoyo financiero, fundando con Buñuel una productora y distribuidora. Que propusieron a Piqueras como delegado de la misma en París. Que allí viajó y tomó contacto con Jean Renoir, Henri Cartier Bresson y René Clair entre otros, con los que llegó a trabajar como ayudante de dirección en algunos de sus largometrajes. Que entró en el Partido Comunista Francés. Que también se unió a Cine Liberté. Que viajó a España en verano del 36 para informar al PCE sobre las corrientes cinematográficas francesas. Que en Venta de Baños tuvo que cambiar de tren para continuar hacia su destino en Oviedo. Pero una úlcera le obligó a quedarse en una pensión. Lo cual fue fatídico porque, días después, estalló el golpe de Estado, lo sacaron de la pensión y fue fusilado junto a otros represaliados, teniendo tan solo treinta y un años.

La sala Juan Piqueras fue denominada así por idea de los valencianos Ricardo Muñoz Suay y el propio Luis García Berlanga. Qué razón tiene Sigfrid al decir que lo que le gustaría a don Luis es que volvieran a darle el nombre de esa sala al niño recolector de azafrán, al que asesinaron pocos años después por ser “recolector” también de películas con mensaje, conciencia social y vanguardia, para seguir iluminando con ellas a una sociedad infortunada desde sus pantallas. Y que bien lo dice con ese tono de indignación. Porque los que quitaron el nombre de Juan Piqueras de la sala son los herederos mismos de los que quisieron, años atrás, acabar con su memoria en una tapia.

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Josey Wales
Josey Wales
2 años hace

La misma historia puedo contar sobre escritores y fusilados por los rojos, mal llamados republicanos. Pero aquí estamos, casi un siglo después, reviviendo las miserias de una guerra que nuestros padres superaron. Seguramente, porque no tenemos nada mejor que hacer.

Ahora vamos al tema. Hay películas de Cifesa, la productora valenciana, que van más allá del folklore y las glorias nacionales (aceptemos que esos eran los ‘gustos del régimen’ para no salirnos del formato superficial). La archiconocida ‘El clavo’, por ejemplo. En su día, en Valencia se hicieron muchas y muy buenas películas sin demasiado apoyo oficial. Hoy se hacen pocas y están todas acogidas ‘al crédito sindical’. La culpa es del públuco, que no sabe apreciar la genialidad (ironìa).