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El rey José Bonaparte y el típico garrote español (y II)

El rey José Bonaparte y el típico garrote español (y II)

A continuación publicamos la segunda parte del artículo «El rey José Bonaparte y el típico garrote español», de Juan Eslava Galán. En este enlace se puede leer la primera entrega.

Informado sobre el funcionamiento de la máquina ejecutora española, el rey José no quedó del todo convencido y cursó instrucciones a su ministro del Interior para que el veedor del Gremio de Cerrajeros de Madrid examinara los tres garrotes de aquella Audiencia, que obraban en poder del ejecutor Juan José Díaz Asensio, a fin de averiguar “si podrá mejorarse su forma en términos que pueda contribuir a hacerse más fácil y menos penosa la muerte”. [1] Al propio tiempo, el ministro aprobó el proyecto de «una nueva máquina de garrote que haga menos cruel la ejecución de la pena capital». [2]

La intención era buena, pero no estaban los tiempos, en plena Guerra de la Independencia, para andarse con sensiblerías ni para invertir una crecida suma en el diseño de un garrote más benigno con el reo mientras en la calle se mataba y fusilaba a mansalva (véanse los aguafuertes de Goya sobre la guerra). El corregidor de Madrid cumplió el expediente [3] elevando a la superioridad un informe sobre el funcionamiento de los garrotes: Sobre simplificar este suplicio y abreviar la muerte del delincuente podrá adelantarse muy poco, porque en ocho segundos queda executada la justicia, y pierde aquel de todo punto la vitalidad. Por consecuencia con solo un torniquete pudieran hacerse quatro justicias a la vez en el término de una hora. [4]

Los franceses y los ilustrados en general perdieron la guerra, como es sabido, y el proyecto de mejorar el diseño del garrote quedó en agua de borrajas.

A lo largo del siglo XIX y particularmente con la aceptación del garrote como forma de ejecución se fabricaron los primeros garrotes en serie hacia mediados de siglo. Entre ellos creemos detectar uno de cuádruple manivela que aparece en Doré, y otro más simple de doble manivela todavía no desmontable del que existen dos ejemplares en la audiencia de Sevilla (uno de ellos fue el que cumplió la última ejecución por garrote el 2-III-1974).

Los garrotes tuneados

Es evidente que estos primeros garrotes seriados coexistieron con los artesanales que los maestros cerrajeros copiaban con pocas variantes de garrotes más antiguos. Cuando, ya en el último tercio del siglo XIX, menudearon las ejecuciones simultáneas en las que intervenían varios verdugos, algunos tunearon sus garrotes para mejorarles el rendimiento. Se había establecido un cierto paralelo entre las corridas de toros y las ejecuciones (al que no fueron ajenos los cronistas de prensa que cubrían las dos informaciones). Como el torero en la plaza, el ejecutor se jugaba su prestigio cada vez que subía a un tablado, sabiéndose evalua­do por una muchedumbre de espectadores entendidos que lo abuchearían si no les proporciona­ba una actuación impecable, apretón al manubrio y reo fulminado.

"Hubiera significado un considerable avance, pero este renovado garrote solo alcanzó a las Audiencias de Madrid y Barcelona"

Hacia 1880 apareció el garrote “de corredera”, evidente diseño de un ingeniero, que se fabricaba probablemente en la fábrica de armas de Toledo (oficialmente Fabrica Nacional de Toledo). [5] De este aparato existen al menos dos series, con pequeñas diferencias entre ellas. La más avanzada puede datar del decenio de 1920. [6]

El garrote “de corredera” incorporaba el freno del trinquete capaz de inmovilizar el husillo en el punto de su máximo avance. Esta innovación facilitó muchí­simo la labor del ejecutor puesto que “se le da a la manivela, que casi no lleva más de media vuelta, se le echa el trinquete, y ya se puede ir uno tranquilamente, que eso queda hecho”. [7]

Para conferir una mayor firmeza al aparato se dotó de un carro fijo que se inserta en el poste y se clava en la madera mediante dos pernos que pasan por sendas orejetas. El meca­nismo del garrote se desliza por los laterales de este carro fijo.

Hubiera significado un considerable avance, pero este renovado garrote solo alcanzó a las Audiencias de Madrid y Barcelona. Las restantes se siguieron arreglando con los tradicionales “de alcachofa”.

Los tres verdugos de la promoción de 1948 alababan mucho la comodidad y eficacia de este garrote modernizado.[8]

Alcachofa del garrote vil de la Audiencia de Granada, enero de 2010

El artefacto de Gregorio Mayoral

A Gregorio Mayoral (1863-1928), el famoso verdugo de Burgos, se atribuye la invención de un aventajado garrote que fulminaba a los reos y los dejaba “sentados, como en visita”. [9] Él se enorgullecía de haber humanizado el artefacto, pero en realidad el mérito pertenecía a su maestro, el ejecutor de la Audiencia de Valladolid Lorenzo Huertas, que en repetidas ocasiones se vanaglorió de ser autor de los garrotes que empleaba, lo que alcanzó amplio eco en la prensa de su tiempo. [10]

Lorenzo Huertas murió hacia 1896, cuando ya su pupilo Mayoral casi le disputaba la nombradía con su famoso garrote que “daba una vuelta al torniquete y remataba con el hombro, a lo castizo”. Debió de usarlo ya desde sus primeras ejecuciones, porque aparece en la de Tineu, en 1889, ocho años antes que la tan famosa del anarquista Angiolillo, 1897, cuyas fotos permiten apreciar los detalles del novedoso aparato.

En distintas crónicas se da a entender que el garrote de Mayoral es una novedad. [11] Probablemente lo era para el que lo veía actuar por vez primera. [12] “El artefacto —explicaba Mayoral— pesará unos 7 kg., incluida la barra que sirve de palanco”. Y se jactaba de que con él no hacía “ni un pellizco, ni un rasguño, ni nada, es casi instantáneo; tres cuartos de vuelta y en un segundo…” [13].

"El ejecutor de Burgos lo llamaba cariñosamente “mi guitarra”, lo que expresa cierta delicadeza de instrumento que requiere hábiles manos para pulsarlo"

El ejecutor de Burgos lo llamaba cariñosamente “mi guitarra”, lo que expresa cierta delicadeza de instrumento que requiere hábiles manos para pulsarlo. Debió de ser un ejemplar único (perdidos los del maestro Lorenzo Huertas), cuyo secreto guardaba Mayoral celosamente por temor a que otros verdugos se lo copiaran porque, en este campo, eran años de mucha experimentación y los verdugos más inquietos aspiraban a diseñar sus propios aparatos sin que los magistrados y jueces se dieran por enterados. [14]

Es evidente que Mayoral, que recelaba ser víctima de espionaje industrial, no siempre usaba su garrote maravilloso cuando tenía que actuar en presencia de verdugos competidores. En la ejecución de los asaltantes del expreso de Andalucía, en 1924, los periódicos, haciéndose eco de otras ejecuciones, anunciaron que el verdugo usaría “un garrote de su invención que no dejaba en los semblantes de los ajusticiados muecas horribles”, pero debió de actuar con un garrote convencional, porque de otro modo no se explica su desacierto.

Hacia el final de su carrera, en 1927, poco antes de su muer­te, Mayoral no tuvo ya inconveniente en mostrar su perfeccionado ga­rrote a un grupo de curiosos, y permitió que uno de ellos, arquitecto de profesión, dibujara el esquema del artefacto que ilustra estas páginas.

Garrote vil de la Audiencia de Granada, enero 2010

¿Cómo funcionaba el garrote de Mayoral? Su autor (Mayoral o Huertas) caviló la feliz idea de atacar el problema por su base, es decir por la base del cráneo, en lugar de actuar sobre las vértebras quinta o sexta como hacían los garrotes convencionales, después de oprimir toda una masa muscular que se resiste, con el frecuente resultado de una muerte lenta y do­lorosa.

"De este modo la muerte del reo se produce tan repentinamen­te que no le da tiempo a amagar ninguna resistencia"

El garrote de Mayoral presenta una serie de interesantes peculiaridades. En primer lugar, es más li­gero de peso y volumen que otros modelos contemporáneos. La tuerca que sostiene su tornillo es un tubo roscado que, he aquí la gran innovación, atraviesa el poste y des­plaza una corredera hacia el corbatín, es decir, de atrás hacia delante, al contrario de los garrotes convenciona­les. De este modo la presión mortífera se ejerce en el mismo cogote del ajusticiado, en la base del cerebelo, sobre la segunda vértebra cervical o incluso la primera, y, sin masa muscular alguna que absorba la agresión, lesiona directamente el bulbo raquídeo y sec­ciona la médula espinal, lo que acarrea coma cerebral. De este modo la muerte del reo se produce tan repentinamen­te que no le da tiempo a amagar ninguna resistencia y, en efecto, el cadáver queda “como sentado en visita” (al haberse separado un palmo del palo, por acción del mecanismo), en esa posición atenta y nada relajada que se supone adoptaban los caballeros educados de su tiempo, lejos de repantigarse muellemente sobre el respaldo de la silla.

Por desgracia, el garrote de Mayoral ha quedado como un unicum que se perdió a la muerte del ejecutor, dado que no tuvo continuadores. [15]

*******

[1] El veedor en su informe dijo haber reconocido los tres tornillos o cárcel que sirven para la muerte de garrote, y los alla sanos, tanto en la remachadura de las puentes, como en los juegos de visagra, igualmente en el usillo, y rosca de él, y la de la tuerca pudiendo servir en el día, sin que se note nada à no ser que en lo subcesivo aparezca algún rompimiento: que según su saber no puede dárseles otra forma a los tornillos o cárceles para mayor prontitud de la muerte. En otro escrito fechado el 15 de diciembre del mismo año, el Decano de la Sala de Alcaldes hacía saber que había hecho «que se inspeccione dicho instrumento por peritos; de cuyo parecer resulta que se necesita de una compostura reducida a varios apoyos de yerro que se deberán poner en los ángulos de los puentes de las tuercas, que siendo débiles podrán ceder con el uso. Que esta compostura es ligera, pero indispensable y suficiente para que pueda seguirse usando de esta máquina hasta que se apruebe la que proyectan más a propósito para que se logre el objeto deseado…». (Archivo General de Simancas, Gracia y Justicia, legajo 1.086, citado por Puyol Montero, 2010).

[2] El documento está fechado el 8-II-1809. La municipalidad de Madrid pagaría las costas del proyecto cifradas en 4000 reales según consta en una minuta del ministro de Justicia el 4-IV-1810.

[3] Iba a escribir “se quitó el muerto de encima”, pero he logrado reprimirme por evitar alusiones macabras.

[4] Informe del Corregidor de Madrid, Dámaso de la Torre, 22-X-1809.

[5] En 1896 leemos en la crónica de una ejecución: “El ejecutor de la justicia dispone ya de las cuatro siniestras máquinas necesarias para las cuatro ejecuciones capitales que deben verificarse. Dos de ellas funcionan con arreglo a un procedimiento anterior al de las máquinas que se han utilizado en Barcelona estos últimos años” (La Vanguardia, 18-I-1896).

[6] Este garrote es un pesado aparato que viaja despiezado en tos­co estuche de madera. Está dotado de un carro fijo, que se en­castra en un palo vertical de sección cuadrada (13 por 11,50 centímetros). Este carro está provisto de unas guías laterales por las que corren dos tirantas paralelas (es decir que viene a ser un marco fijo para soporte de otro deslizante). El husillo es de cuatro entradas, y por lo tanto tan rápido que con media vuelta de manivela completa su recorrido. A uno y otro lado del husillo van dos cre­malleras provistas de treinta y dos muescas, que forman el trinquete. Basta bajar la uña del seguro para inmovilizar el husillo en el sentido del avance, afianzándolo contra el carro móvil. La manivela es bas­tante larga y está provista de un mango de madera. En 1936, los anarquistas exhibieron algunos garrotes “de corredera” en las calles de Barcelona con un cartel que los definía como instrumentos que la patronal había utili­zado para oprimir al obrero.

[7] Es el autorizado juicio de Vicente López, el último titular de Barcelona: “Mire usted, el asunto es el siguiente, para que usted me comprenda: el aparato se pone tal que aquí, ¿verdad?, aquí detrás y yo le doy, así, la media vuelta a la manivela y el reo se queda tieso. Ya la palanca, con sólo dejarla caer es sufi­ciente; ahora, que si le quieres dar un par de vueltas más para asegurarlo… y ya le pones la cuña al trinquete, o sea el freno, para que no se mueva”. Juan Rojo, el verdugo imaginado por la Pardo Bazán, había discurrido “sujetar la uña que afianza la palan­ca o cigüeña de un modo ingenioso, y se envanecía de su obra”.

[8] De hecho, Vicente López Copete, el titular de Barcelona, aprovechaba su paso por Madrid para visitar las Salesas y tomar prestado (contra recibo, por supuesto) este garrote que prefería con mucho al de su Audiencia. En una ocasión la policía lo interceptó en su camino hacia Barcelona porque Antonio López Guerra, el titular de Madrid, necesitaba urgentemente el instrumento.

[9] Gregorio Mayoral, admirado y querido por los aficionados al género, tuvo incluso su club de fans, la Asociación de Amigos del Verdugo de Burgos. Una copla de ciego de la época anuncia una ejecución en la que: Actuará como verdugo / Gregorio Mayoral Sendino, / que es de la audiencia de Burgos, / un ejecutor muy fino.

[10] “Es autor de la reforma de los aparatos que se usan en esta Audiencia”, como leemos en la crónica de la ejecución de los reos de Olmedo, en 1891 (La correspondencia de España, Madrid, 12-XII-1891).

[11] “El garrote de Mayoral no sé si estaba patentado —escribe el reportero burgalés Eduardo Ontañón—, pero si probado y reconocido por todas las autoridades en la materia. Su propio inventor lo había ensayado antes de ponerlo en práctica, con todos los gatos de la vecindad y no le había fallado uno”. “Parece una cosa anómala que de la boca de un verdugo salgan lamentaciones, y, sin embargo, Gregorio Mayoral, el ejecutor de la Justicia de la Audiencia Territorial burgalesa, regresa a su destino, después de cumplida su misión, malhumorado y quejoso, por no haber sido atendido debidamente, ya que no propuesto para una condecoración, cual corresponde a los inventores que han dado días de gloria a la patria o beneficiado a la Humanidad con los productos de su genio creador. Gregorio Mayoral ha perfeccionado, mejor dicho, ha inventado un garrote más práctico que el que se venía usando en las ejecuciones, y tiene derecho, ¡qué duda cabe!, a encargarse en la litografía más próxima un ciento de tarjetas que digan: ‘Gregorio Mayoral, inventor y verdugo de profesión’ (“El verdugo se lamenta”,  Heraldo de Zamora, 12-V-1924).

[12] En 1908, en Valladolid, le tocaba ejecutar a un matrimonio que había asesinado a una hija jorobadita y enfermiza. “Pretendió medirles el cuello alegando que los aparatos eran de su invención y los utilizaba por vez primera, no logrando la debida autorización”.

[13] Revista Técnica de la Guardia Civil, nº 246. Madrid, 1930.

[14] Los verdugos de Madrid y Sevilla también se diseñaron sus propias herramientas a juzgar por una crónica en la que leemos “los dos ejecutores han traído para la horrible operación a ellos encomendada, aparatos tan relucientes que parecen nuevos. Son de nuevo sistema que hace que los ajusticiados no saquen la lengua”.

[15] La plaza que dejó vacante Gregorio Mayoral se amortizó a los pocos meses en el nuevo “Reglamento para la ejecución de lo dispuesto en el art. 170 del nuevo Código penal” (10-XII-1928), que reducía la plantilla de verdugos del ministerio a sólo tres funcionarios, adscritos a Madrid, Barcelona y a otra audiencia cualquiera.

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Ricarrob
Ricarrob
2 años hace

Muy buena continuación y muy buena labor de investigación. Como todos sus escritos, don Juan. Sorprende la gran dedicación, la maestría ingenieril y artesanal puesta en práctica para el perfeccionamiento de este artilugio.