¿Cómo narrar la historia de un personaje fundamental para entender el pasado y presente de España y de Europa y del que, sin embargo, apenas se sabe nada? Una tumba, muy cerca del fin del mundo conocido, y un camino que se fue trazando entre mitos, leyendas y apariciones de la Virgen. Mal asunto para intentar escribir una novela histórica. Y, sin embargo, me gustan los retos. Y el Apóstol Santiago lo merece.
La novela arranca hace doce años, en una mañana lluviosa y con viento de enero, a primera hora de la mañana. La catedral de Santiago, recién abierta, completamente vacía. Y un periodista que logra entrar hasta la cripta y permanecer, a solas, casi una hora con la tumba donde, según la tradición reposan los restos del Apóstol que se atrevió a llegar hasta los confines de la Tierra. Y que conversa, que pregunta, a los huesos encerrados en una urna, que hace siglos no son vistos por ningún mortal. ¿Existió Santiago? De existir, ¿pudo venir hasta Hispania? ¿Adónde? ¿Qué hizo, con quién se encontró, logró convertir a alguien a la fe en el Resucitado? ¿Se le apareció la Virgen, como afirma la tradición, en Granada, Muxía o el Pilar de Zaragoza?
Muchas preguntas, sin respuesta, que marcaron el arranque de una investigación en la que he podido bucear por todo lo escrito, imaginado o recordado sobre la presencia de Santiago en España y sobre los mitos de su sepulcro y sus apariciones, en plena Reconquista, que le valieron el apodo de «Matamoros». Una visión ultranacionalista de un judío del siglo I que se atrevió a recorrer el Mediterráneo y llegar al final del mundo para llevar un mensaje universal, y que tiene poco que ver con el Santiago Zebedeo del que hablan los Evangelios.
El trazado por la Hispania del siglo I me ha permitido elaborar un recorrido que arranca en Cartago Nova, uno de los principales puertos de la Hispania romana, para recalar después a las faldas de Granada, donde según la mística María Jesús de Ágreda se le aparece, en carne mortal (seguía vivita y coleando entre Éfeso y Jerusalén), para librarle de una muerte segura. De ahí, un recorrido por las vías romanas de Levante hasta Malaca (Málaga) y Gades (Cádiz), para subir hasta Sevilla y seguir la Vía de la Plata hasta Emérita Augusta. De ahí, Santiago y sus compañeros Atanasio y Teodoro, perseguidos por el espía Fileto de Cesarea y una misteriosa mujer se introducen en la tierra extrema, cruzando el Tajo y el Duero y llegando a los pies del Miño (que significa, curiosamente, «Camino») para entrar en una Galicia llena de misterios, brujería y oscuridad. Muxía, Padrón, Iria, Cebreiro, Lugo y, sobre todo, «Asseconia» (el lugar donde hoy se asienta la catedral compostelana) forman parte de un recorrido fundamental para entender la tradición jacobea.
Tras Galicia, un «Camino de Santiago» al revés, a través de la Vía XVII, que lleva a Santiago a Astorga, Benavente, Briviesca, La Rioja y Calahorra (donde se encuentran con el todavía niño Quintiliano), hasta llegar, defraudados y tristes ante el fracaso de su aventura, a las orillas del Ebro. Allí se les vuelve a aparecer María, en el lugar donde hoy se erige la basílica del Pilar de Zaragoza. Tras el milagroso episodio, el Apóstol parte, desde Tarraco (el otro gran puerto del Mediterráneo hispano) hasta Jerusalén, donde se convierte en el primer discípulo de Jesús en ser asesinado. De ahí surge el mito de la Traslatio de los restos del Apóstol hasta Galicia.
¿Por qué llegó hasta allí Santiago, si es que realmente esos huesos custodiados en Compostela son suyos? La lectura de esta novela proporciona algunas de las respuestas. Muchas otras quedan para la imaginación del lector.
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Autor: Jesús Bastante. Título: Santiago en el fin del mundo. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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