Este año se conmemora el centenario de la librepensadora y escritora Rosario de Acuña, cuya figura y obra, a la luz contextual de estos tiempos de honda preocupación feminista, comienza a transcender el interés de los estudiosos y la atención de los más avisados lectores, tras un largo periodo de injusto olvido y silencio. Buena prueba de ello, de este renovado interés por divulgar su obra y pensamiento, es el libro recientemente publicado por la editorial Dykinson, S.L., Leyendo a Rosario de Acuña en su centenario. Visiones finiseculares para nuestro milenio (2023), en el que bajo la prestigiosa coordinación de la hispanista Solange Hibbs-Lissorgues se dan cita seis especialistas en la literatura española del siglo XIX, entre las que se encuentran: Christine Arkinstall, Ana María Díaz Marcos, Elena Hernández Sandoica, Mª José Lacalzada de Mateo, Esther Muntañola, y la ya mencionada Solange Hibbs-Lissorgues. Por lo que creo muy acertada la reflexión inicial que hace la catedrática emérita de la Universidad de Toulouse-Jean Jaurès en la presentación de este libro, cuando señala que la «revalorización de textos olvidados, silenciados o proscritos de escritoras españolas ha sido fruto, muchas veces, de esfuerzos individuales de estudiosos y estudiosas que han contribuido con empeño y entusiasmo a que el valor ensombrecido de autoras marginadas fuese cobrando luz».
Tal vez por ello, y no en vano, el libro esté dedicado al recordado José Bolado García, bien conocido por todos los asturianos por su actividad poética y por su labor cultural en el Ateneo Obrero de Gijón —como Xosé Bolado—, desde donde dirigió una de las más importantes y representativas colecciones de la poesía de Asturias. Xosé Bolado, aunque nacido y formado en Oviedo, tenía una doble vinculación con Rosario de Acuña: el Ateneo Obrero y la ciudad de Gijón. Estos dos hechos circunstanciales resultarían determinantes como elementos motivadores de la ardua tarea investigadora emprendida por el filólogo-poeta asturiano, quien mantuvo hasta el final de sus días un permanente compromiso con la disidente dramaturga de Rienzi el tribuno, llevándolo a exhumar no solo algunos de los textos más representativos del pensamiento de Rosario de Acuña, sino a realizar una de sus más divulgadas biografías, recogida en el libro que la colección Fortuna Balearia del Ateneo Obrero de Gijón dedicó a la mencionada poeta y periodista en el año 1992, con motivo de la «inauguración de la casa, en la que Rosario de Acuña vivió los últimos años de su vida, convertida ahora en Escuela Taller de Medio Ambiente». Biografía que profundizaría el hermético Aquilino González Neira, en su Rosario Acuña. Masonería y anticlericalismo burgués (2005).
En la infancia de Rosario de Acuña bien podría haberse inspirado André Gide para escribir La Sinfonía pastoral, ya que los primeros años de su formación no están exentos de elementos novelescos. Apartada de la enseñanza reglada debido a una conjuntivitis escrofulosa que le ocasionó de facto una ceguera, encontró en su progenitor, Felipe de Acuña y Solís, su Pigmalión, debido a que su ilustre e ilustrado padre no solo fue un abnegado preceptor, sino que le inoculó un profundo amor por la naturaleza.
Rosario de Acuña, aunque generacionalmente pertenezca a los escritores del realismo-naturalismo español —como Benito Pérez Galdós, Leopoldo Alas Clarín y Emilia Pardo Bazán— y, por lo tanto, presente notables concomitancias con ellos por el sistema de vigencias en el que ha escrito su obra, también presenta ciertos rasgos postrománticos que la diferencian de estos autores, como puede comprobarse en su obras dramatúrgicas, Renzi el tribuno (1876), Amor a la patria (1877), Tribunales de venganza (1980), e incluso la más racionalista y anticlerical, El padre Juan (1891).
La naturaleza ocupa un espacio central, tanto en sus obras de creación literaria como en los desarrollos conceptuales de su pensamiento, expresado, sobre todo, en sus colaboraciones periodísticas de Las Dominicales del Libre Pensamiento. Su anticlericalismo, no exento de espiritualidad, resulta tan complejo como el de Leopoldo Alas Clarín; si bien, de manera más panteísta, Rosario de Acuña crea ver en la naturaleza la obra del creador, a la que vuelve una y otra vez como libro supremo. Ello hace que la autora de La casa de muñecas privilegie el mundo del agro sobre la ciudad, y que ponga sus esperanzas para la emancipación femenina —creo que equivocadamente— en los valores de la mujer agrícola antes que en los de la mujer urbana: «La mujer agrícola representaba el primer paso en la transformación de la mujer “degenerada” por la sociedad patriarcal que debía rehabilitarse a través del estudio y del trabajo, y ese arquetipo presagiaba la Minerva del porvenir».
Rosario de Acuña, que no banalmente adoptó el nombre de Hipatia cuando ingresó en la logia masónica Constante Alona de Alicante, perseguía este ideal de Minerva para sus congéneres, fundamentado en su propia experiencia vital y formativa. El trabajo, en contacto con la naturaleza, y el estudio llevarían a las mujeres a salir victoriosas de «cualquier conflicto», desde la «inteligencia y [el] espíritu de lucha».
El pensamiento de Rosario de Acuña reviste una gran complejidad por los diversos temas que dilucida tanto en su obra creativa como en sus artículos periodísticos. El libro coordinado por Solange Hibbs-Lissorgues intenta sistematizar con rigor académico los diferentes planteamientos conceptuales de esta singular intelectual, pionera del feminismo español.
En su primer epígrafe se aborda el singular tema de la defensa que la escritora hace de la lectura, origen y fundamento de su formación: «La autora nos deja constancia en sus textos de la actividad lectora [comenta Solange Hibbs-Lissorgues] como experimentación íntima». El segundo epígrafe profundiza en los valores laicos o neutros de la educación: «Rosario repetía [recuerda Elisa Hernández Sandoica] que la Iglesia “infiltrándose en las conciencias a través del púlpito y el clero”, se apoderó primero de la mujer y después del niño». El tercer epígrafe indaga en sus visiones de una España moderna, como señala Christine Arkinstall: «los escritos de Acuña promovían el liberalismo progresista y la solidaridad interclasista, cimentados por el asociacionismo, la educación científica y la tolerancia». El cuarto epígrafe versa sobre el empoderamiento, sororidad y emancipación de las mujeres, «a quienes Acuña [constata Ana María Marcos] alentaba a contribuir al progreso de la humanidad». En el quinto se vuelve a analizar su señalada pasión por la naturaleza, a la que consideraba —como explicita Solange Hibbs-Lissorgues en el título de este epígrafe— un «camino de perfección y conocimiento», porque «[l]a naturaleza y sus leyes inmutables demuestran que nada en el mundo se debe al azar y reflejan la cohesión y la solidaridad entre todos los seres vivos». En el sexto epígrafe, Esther Muntañola —responsable a su vez de las «tres primorosas acuarelas» que ilustran el libro— analiza la relación de la librepensadora con el mundo del arte, deduciendo que «[en] el pensamiento de la escritora, la emoción [estética] es la encargada de impulsar el deseo del ser humano hacia la creación». Por último, cerrando este rico muestrario temático, se analiza su relación con la francmasonería, en la que Mª José Lacalzada de Mateo encuentra que Hipatia se encamina «hacia la autonomía moral más allá de los estrechos límites que la estructura patriarcal dominante contemplaba para las mujeres».
Son muchas las cuestiones que se abordan en este imprescindible libro coral, bajo la solvente batuta académica de Solange Hibbs-Lissorgues, que nos devuelve actualizada la figura de esta destacada creadora y librepensadora finisecular. Rosario de Acuña, en su centenario, sigue haciéndonos sentir, pensar y meditar; en buena medida —a pesar de su inveterada postergación e injusto olvido—, gracias a esa cadena de intelectuales y lectores que bien pueden simbolizar Xosé Bolado y Solange Hibbs-Lissorgues, así como a la acogedora ciudad de Gijón, que siempre la ha tenido presente porque la abuela Justa [Rosario de Acuña] decidió pasar los últimos años de su vida asomada a uno de sus acantilados.
La suerte de una escritora siempre está en sus buenos lectores.
Zenda es un territorio de libros y amigos, al que te puedes sumar transitando por la web y con tus comentarios aquí o en el foro. Para participar en esta sección de comentarios es preciso estar registrado. Normas: