Creo que fue el inolvidable, y siempre presente, Roberto Bolaño quien dijo aquello de que uno no puede estar escribiendo el mismo cuento hasta el día de su muerte. Por eso, a ser posible y estar capacitado para ello, siempre conviene manejar diversos registros, acudir a una variedad de argumentos y a una pluralidad de estructuras a la hora de abordar un género tan complejo, tan delicado y sutil como es el relato breve. Y, sin embargo, como es el caso que ahora nos ocupa, siempre hay una especie de hilo conductor, acaso propiciado por un tono común, acaso por el propio lenguaje, que une fronteras y nos habla de un estilo reconocible a lo largo y ancho de estos cuentos, donde se aprecia de inmediato la mano que mece la cuna. Así son los cuentos de la barcelonesa Carlota Gurt, nacida en 1976, que transita por estos ámbitos de la Literatura desde hace bien poco, desde 2019, cuando sacó a la luz otra colección de relatos titulada Cabalgar toda la noche, a la que le siguió la novela Sola (2021).
El recuerdo de Cortázar es innegable. Eso sí, el Cortázar más divertido y juguetón de Rayuela y de Historias de cronopios y de famas. El Cortázar pura inteligencia. Y no sólo por estas curiosas “Instrucciones” preliminares, sino, sobre todo, por el contenido, el lenguaje, el tono y la base argumental de alguno de estos cuentos, y muy especialmente el titulado “Un pie es un pie es un pie”, cuyo inicio nos remite a la mejor prosa del escritor argentino, que también tuvo su momento de inspiración y gloria para que no confundiéramos el pie con el pie a la hora de subir una escalera y darnos el consiguiente batacazo. Este magistral relato de Carlota Gurt se inicia con estas reveladoras palabras: “Su carácter extremo es indiscutible. Existen en la extremidad de la extremidad. Marcan el punto donde terminamos y donde empezamos. Son un par de tiranos que nos obligan a estar en contacto con el mundo mientras el resto del cuerpo evoluciona en el aire. Putos fanáticos de la gravedad”.
Pero como Cortázar —al igual que París— es insondable y no se acaba nunca, la autora de estos relatos se deja seducir en más de una ocasión por esa ironía, ese sabio humor y el necesario distanciamiento —al margen, claro, de un inequívoco aire fantástico, que utiliza con cierta frecuencia y con enorme pericia— que se aprecia en la mayor parte de las obras del autor de “Casa tomada”. Diálogos originales, enormemente lúcidos, frases lapidarias, contundentes (“El silencio es el reino de los poetas”) y el recurso de la sorpresa que, como novedad, no aparece justo al final de cada uno de estos cuentos, a la manera tradicional del género, sino en cada rincón, en cualquier línea, a la vuelta de la esquina, cuando el lector aún no está preparado del todo para recibir ese golpe directo, duro y seco al hígado en el último round.
Biografía del fuego es, ya de por sí, un excelente título. No sería descabellado pensar que, en el fondo, fluye el recuerdo de uno de los mejores libros de relatos de Julio Cortázar, Todos los fuegos el fuego, en donde, precisamente, como sucede en la obra de Gurt, el viaje es un elemento esencial, repleto de simbolismo; uno de los temas más recurrentes a lo largo de estas páginas.
El libro apela a la austeridad, a la economía de recursos, como si la autora huyera de ese exhibicionismo cutre y barato que tanto se lleva en la literatura de estos últimos tiempos. La espontaneidad, la sensación de que, en el fondo, tampoco suceden grandes cosas dignas de narrar, el despliegue de imaginación, el empleo de una escritura casi automática, que fluye a su antojo, con una soltura fuera de lo común; la ironía, el fino humor, son elementos que contribuyen a que estos catorce relatos den la sensación de algo sacado de la nada, sin precedentes claros, como una paleta recién estrenada, repleta de tonos grises, aunque se aprecien en ellos las ineludibles lecturas de su autora.
Un repaso más a fondo nos permite intuir el deseo de Carlota Gurt de ofrecer al lector una “Poética” en toda regla. Pero sin ánimo de hacer demasiado ruido, sin enredar. Y mucho menos de justificar su actitud ante el folio en blanco. Así, en “Gotea la sangre”, uno de los relatos más inquietantes de este volumen, con la presencia, al otro lado de la ventana, mientras nieva, de la matanza de un cerdo y, al mismo tiempo, con un poeta que tiene que ganarse el pan como profesor, corrigiendo exámenes, se dice, en clave de creación artística, que “el mundo se vuelve sencillo cuando reduces los elementos que lo componen”. En otro cuento, el titulado “La máquina inmensa”, en donde se juega con la capacidad de sugerir, el narrador, que, probablemente, habla por boca de la autora, asegura que “los finales no me interesan”. Y, por último, en “Balas de paja”, relato con el que se cierra la obra, alguien se pregunta de dónde salen los cuentos. A lo que, de inmediato, responde: “De una obsesión, de una grieta, de un camión que no pude adelantar porque había demasiadas curvas…”. Es decir, que nos remite a sus propios relatos, a los argumentos que ya habíamos visto con anterioridad, como si el mundo se encerrara entre esas cuatro paredes y estuviéramos condenados a volver siempre al punto de partida.
En resumen, una obra construida no sólo de palabras —a las que tanta importancia se le concede en estas páginas, con alusiones a ese Diccionario que siempre nos miente—, sino, asimismo, de materiales de derribo —sueños, frustraciones, vivencias, visiones y apariciones— que Carlota Gurt, con asombrosa habilidad, vuelve a poner en pie para que reluzcan en medio de las tinieblas.
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Autora: Carlota Gurt. Título: Biografía del fuego. Editorial: Libros del Asteroide. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
Luego de leer esta reseña todo lo que no sea comprar el (los) libros de Carlota Gurt se vuelve secundario. Gracias, Sr. Belmonte!