Jaime Giménez Arbe, más conocido como el Solitario, cometió, durante catorce años, 36 atracos a lo largo de 21 provincias y diez comunidades autónomas. Asesinó a los guardias civiles Juan Antonio Palmero y José Antonio Vidal en Castejón (Navarra) y, durante un tiroteo que tuvo lugar tras el asalto a un banco en la Vall d’Uixó (Castellón), el policía local Manuel Ferrandis perdió la vida víctima del fuego amigo —el agente que disparó a su colega fue penado con un año y medio de prisión como autor de un delito de homicidio imprudente—. El criminal fue detenido en Figueira da Foz (Portugal) el 23 de julio de 2007. Sus múltiples condenas garantizan que no saldrá del trullo hasta, al menos, dentro de siete años.
A Palmero, Vidal y Ferrandis dedican Lorenzo Silva y Manuel Marlasca El Solitario: El caso del criminal que mantuvo a España en vilo (Random Cómics, 2020), una novela gráfica ilustrada por Cristóbal Fortúnez que se lee más bien como un reportaje largo —o un ensayo corto— que supura precisión periodística y tensión literaria. El volumen nació como un encargo editorial y se ha convertido en la primera entrega de una serie que orbitará en torno al True Crime.
Silva y Marlasca muestran el perfil de un tipo extremadamente brutal y vanidoso, sin ninguno de los atractivos, incluido el físico, que tienen los villanos de las novelas negras o las películas de detectives. En el libro, Giménez Arbe aparece como un payaso burdo y sin gracia. Se gana a conciencia no sólo el odio, sino también el asco del lector.
—¿Por qué —pregunto al periodista de LaSexta— se parecen tan poco los malos de la realidad a los de la literatura y el cine? ¿Habéis querido, en este libro, desmontar cualquier tipo de mito?
—Absolutamente —responde Marlasca—. Los malos no son atractivos. No he conocido atracadores como los de La Casa de Papel, ni siquiera como los de Heat, la película de Michael Mann. Y la novela trataba de desmitificar absolutamente esa idea, con el ejemplo de El Solitario, que sencillamente es un maleante, un criminal.
Marlasca distingue dos Solitarios: “El que no comete errores, hasta el tiroteo de La Vall d’Uixó, y el siguiente, que comete muchos. El secreto de la impunidad de la que gozó fue que estudiaba muy bien sus atracos, los cometía siempre en localidades pequeñas, sin mucha presencia policial, y que tenía mucha movilidad, de tal manera que no había una unidad central persiguiéndole, sino que cada comandancia llevaba su atraco correspondiente”.
Giménez Arbe tenía sus rutinas: disfrazado con barba, bigote y peluca postizos y portando varias capas de ropa superpuestas para ocultar su auténtica complexión física, irrumpía en las oficinas bancarias durante el mediodía, en cualquier día de la semana, atracaba a punta de pistola y se despedía con un “Señores, ha sido un placer”. Silva y Marlasca apuntan que en La Vall d’Uixó se vivió una refriega insólita en la que un solo delincuente logró “salir airoso de un enfrentamiento con una docena de agentes armados”; en el caso de los guardias civiles asesinados, señalan que “la imagen era propia de los años de plomo de ETA”.
El Solitario, en la mirilla de la Guardia Civil, empezó a ser objetivo también de la Policía Nacional tras un robo en una sucursal bancaria de La Moraleja. En este punto de la obra, la narración de Silva y Marlasca recuerda a esas películas de Hollywood en las que, por ejemplo, un departamento de Policía estatal se disputa con el FBI la caza de un peligroso maleante. “Para la Guardia Civil —escriben—, la caza del Solitario se había convertido en algo personal cuando se permitió asesinar a dos de los suyos: para la Policía, el atraco a doscientos metros del mayor complejo policial de España había sido una provocación sin precedentes”.
Declarado enemigo público número uno, con carteles de “Se busca” en las calles, Giménez Arbe empezó a perder los nervios y, aunque cambió su disfraz, sus andares y su forma de moverse seguían siendo reconocibles. Según Marlasca, al criminal le traicionó “el exceso de confianza”. Cuando fue detenido, exigió recibir tratamiento militar. Se definía como un “insurgente contra el capitalismo explotador tomando las armas”. Las familias de sus víctimas no pudieron cobrar un duro de indemnización porque toda la pasta que choriceó la puso a nombre de su madre.
En definitiva, El Solitario: El caso del criminal que mantuvo a España en vilo es un libro que imanta y que se lee del tirón. La prosa es limpia, directa, y el relato de los hechos posee todas las virtudes idílicas de lo que debiera ser el periodismo honesto. No hay información pornográfica. Giménez Arbe queda como un capullo; los cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, como héroes humanos. La calidad de las ilustraciones de Fortúnez es excelente. Esta novela gráfica con vísceras de reportaje largo hará las delicias de los seguidores de Bevilacqua, pero también de quienes devoran las crónicas de sucesos en el periódico del día.
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Autor: Lorenzo Silva y Manuel Marlasca. Ilustraciones: Cristóbal Fortúnez Título: El Solitario: El caso del criminal que mantuvo a España en vilo. Editorial: Random cómics. Venta: Todostulibros y Amazon
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