Resulta inquietante observar que, en estos tiempos donde todo es analizado y dicho muy precisamente, y donde hay un trabajo de estudio pertinaz, la coartada permanezca intacta en casi su totalidad. Dudamel interrumpe su Mahler de cada día, asoma con sus músicos para mostrar su piedad y su tonalidad, particular, para desear que en Venezuela prevalezca la paz, la armonía, sin precisar nada más; no lo necesita. Todo es belleza, es el deseo de un mundo impecable. Y qué puede tener esto de anómalo… Pues mucho, por no decir que casi todo. Lamentablemente. Dudamel (así como otros) solo asoma con un armonioso recuerdo a Venezuela, cuando percibe que su nombre y su involucración pueden ser cuestionados, así que lanza su gorjeo desde la recamara VIP de algún teatro, no vaya a ser que el futuro le haga ciertas preguntas incómodas. Por eso mantiene un pie en cada orilla, no se zambulle, no ayuda, nada aporta y así ventea y escucha alrededor… Como en eco lejano. Tiene «esa» apariencia, y puede convertir la novena de Mahler en un paseíto por las atracciones de Disney, con una hondura fingida, unas orillas con vibratos en demasía y la desaparición de los matices de lo dual (todo muy lejano a Claudio Abado en Lucerna en 2010, o a Ozawa más recientemente). Justo lo que sucede en el país, este «conductor» lo describe y reproduce una y otra vez en su «trabajo» de dirección. Inconscientemente, claro. Cree estar describiendo el bello rumor del mar, pero en realidad está conteniendo el salto del río Caroní, que no consigue activar la turbina que hará funcionar el país. Es el universo musical sordo, gritado y amplificado, cuyo resultado es de sobra conocido.
El resto de los sonidos de esta gran orquesta son colectivos, surgen de forma pensante, sintiente e instintiva (no brotan del departamento de ninguna universidad), y saben que para entender a Mahler no basta con una elemental o elaborada esquematización de bloques claros, geopolíticos o pasajes diferenciados pero alterados. Es la voz colectiva —el gran coro por naturaleza afinado y ajustado por supervivencia—, la que sabe en qué tonalidad se encuentra y qué tesitura trabaja, y así lanza claramente una pregunta que nadie responde: «¿Dónde están las Actas? ¿Nuestras Actas? ¿Dónde están?… Las no simuladas, incluso las que Macedonia se tragó». La respuesta encierra una contradicción, una parálisis de la voz solista con su violencia y su verdadero apellido y dirección, y que está a la espera de las indicaciones de una lejana batuta para entrar con su fanfarria habitual. Mientras, llamar comicios a lo que ha realizado el venezolano en días pasados, es como introducir un pasaje jocoso, o una «pachanga», en cualquier oratorio de Häendel, pues llegar hasta las urnas (nefasto vocablo en estos momentos) ha significado para muchísimos ciudadanos una absoluta proeza, que no armoniza con el concepto de la democracia, a no ser que estemos hablando de algo atonal, átono, y hasta atónito, en esta partitura de sucesivos plagios, armonías invadidas e intervenidas, con mucho timbal, redoble y trompeta para amenazar.
Y también mientras tanto, la melodía (de lectura horizontal y vertical, y de este a oeste) que secunda desafinada alrededor, es una variedad de armoniosos ismos, un ecologismo que escucha sin pestañear la destrucción de selva, orinoquias y manglares, así como de aves y tigrillos, sin olvidar al feminismo de «excelencia» que es sordo a la voz sufragista de este coro, y que hoy es cómplice de no denunciar que unos uniformados estén amenazando, insultando y acosando a una candidata que tiene pleno derecho a lanzar su canto, su coda de aviso y de final, que, por cierto, ya Mahler dimensionó y narró antes de la Gran Guerra.
Y el último sonido de voces e instrumentos mayores que emociona, ya muy anciano (pero no desgastado) y generoso, que está de soporte en este proceso, como al límite de sus fuerzas, lanzando su aliento al viento de los bronces, secunda este avance con mucha firmeza y también ya desde mucho antes, pues están implícitos aquellos exiliados (que también son Memoria Histórica), con sus zarzuelas cantadas a todo pulmón por aquellas Américas, alternándose con las arias italianas de los constructores de carreteras, mientras luteranos y protestantes interpretaban a Bach en sus humildes pianos de pared, y los fados hasta se sentían en cada panadería, porque ya sabían que aquel país no era un lugar fácil, ni evidente ni previsible.
A todo esto, cabe no olvidar ese ritardando final de muchos, que está reuniendo al viento, de nuevo, para que viaje de costado y haga naufragar cualquier latido que no sea el ya diseñado, pactado y acordado. Es posible que la Venezuela actual no consiga «hoy» confrontar a esta brutal masa sonora internacional, pero ese Sistema nunca va a poder fraguar en Venezuela así estén cien y doscientos años insistiendo en un ostinato cruel, en un ensayo abierto al público en su totalidad. Y podrán apagar voces, y desaparecerlas, y encender su repugnante megafonía, y hacer ruido y pretender ser Mahler, pero se han equivocado de lugar, tanto como se están equivocando al respecto de ese sonido que avanza y de ese silencio que ha aprendido a esperar para actuar.
No sólo se lee, se siente se visualiza, mejor explicado imposible. Describe a perfección nuestro sentir se ven las imágenes, se oye, nos deja ver el final.
Gracias por ayudarnos a expresarle al mundo lo que no logramos decir. Estamos a la espera. Confiamos.
Pacheco,cuántos,de los 25 muertos por la arremetida de los comanditos,eran opositores?
No,todos eran Chavistas cazados por la gente que tú apoyas,menos dos militares que fueron asesinados por los vandalos opositores.
Sería bueno que quien escribe este artículo haga algún comentario sobre los muertos causados por las bandas Maricorinistas,a ver cómo le sale.
Mientras este regimen tenga apoyos externos zapateriles, seguirán teniendo una tiranía zapatera, una economía zapatera en crisis permanente, una política zapatera, un totalitarismo zapateril, falsas elecciones zapateras y podrán malcomer errejonianamente con aperitivo zapateril.
La paz y la armonìa de los cementerios o de los gulags prevalece… zapaterilmente.
¿Zapateril? Vaya,ese comentario sería bueno lo hicieses encima de las tumbas de los 25 Venezolanos asesinados por las hordas Maricorinistas.
Nadie deberìa morir por la política… eso es lo que pienso.
¿Zapateril? España con Aznar o con Zapatero, del color que sean, es igual: serviles notables de los gringos. No Venezuela, la Venezuela actual con su gobierno actual está a años luz de esa sumisión. Y hay que superar la ignorancia, la ley electoral en cualquier país da un periodo de uno a dos meses para presentar las actas definitivas; pero tienen un recurso los opositores, cuando se cierran las casillas electorales, cada representante tiene lo equivalente a un acta. La oposición presentó en línea actas falsas, burdas hasta el extremo, por lo mismo no las llevaron a solicitud del máximo tribunal de Venezuela. Saludos a la santa inquisición de la censura, tan estrecha que no acepta la realidad.
¿Serviles de Usa? No sé, quizás, quizás toda Europa lo es, no sólo España, siempre España, qué obsesión. Y Japón y Australia, y Canadá, y Mejico, y… … … Qué obsesión con España.
Pero, bueno, quizás sea mejor ser servil con Cuba y su régimen totalitario. Servilismo, sí.
Quizás todo Occidente sea servil de Usa, quizás, aunque yo pondría mis reparos a esa concepción reducionista. Pero son democracias no autoc4acias totalitarias. Y hay progreso. Por desgracia en Venezuela hay decadencia y huída masiva de sus habitantes.