La revolución a dedo, porque la narradora de cincuenta y dos años ha decidido mostrarnos algunas páginas de un viejo cuaderno de apuntes que escribió en 1985 durante un viaje en autostop desde Santiago hasta Managua, cuando en Chile gobernaba Pinochet, en Nicaragua triunfaba la Revolución del FSLN y ella era sólo, como si pudiera llegarse más alto, una joven de 22 años por cuyas venas corría la sangre vivísima y real de un sueño colectivo. Pero ese dedo del título señala también la raya de un horizonte interior en que lo político se confunde con lo íntimo. Hay aquí una (mala) conciencia remontando el cauce del tiempo en busca de un principio, un origen, un manantial de aguas limpias que acaso nunca existió.
Sea lo que sea lo que la autora quiere decir, lo dice de un modo críptico, elíptico y referencial. Críptico porque la luz que persigue no es la de las gruesas emociones sino la de las levísimas sensaciones que envuelven ideas vivas, elíptico porque adivinamos la sombra de un relato borrado en los márgenes del libro, y referencial porque los textos hilvanados como retales de un alma difícil se alumbran unos a otros. El lector, en consecuencia, no puede relajarse, no vaya a creer que pasan sin intención por su vista fotogramas de un tiempo no tan lejano en que los jóvenes leían a Carlos Fuentes y a García Márquez y enarbolaban las banderas rojas y negras de un hombre nuevo y un mundo justo. No va de eso la novela de Cynthia Rimsky, pese a las apariencias y el título. Va más bien, como decía, de una búsqueda en la vida fragmentada de la narradora. Pero… ¿una búsqueda de qué exactamente?
Como se trata de una novela abierta, abramos una posible lectura. La narradora de 52 años explora dentro de sí persiguiendo ese aliento vital que la llevó en su juventud a recorrer sin apenas dinero en el bolsillo miles de kilómetros de distancia para… ¿Para participar en la Revolución sandinista? ¿Para conocerla por dentro? ¿Para vivir intensamente una aventura? ¿Para huir bien lejos de la dictadura militar de su país? Por todo esto un poco y, en el fondo, por otra razón. La chica de 22 años viajó a Nicaragua para comprobar si los libros que había leído sobre la Revolución decían la verdad. Es la verdad lo que aquella admirable joven anhelaba. La verdad de las palabras, la verdad de las personas y la verdad de este mundo. Y esa verdad no la encuentra ni fuera ni dentro de sí misma. Fuera descubre un país pobre, unas gentes desengañadas y unos líderes sin carisma, y dentro oculta como un pájaro negro la mancha de la doblez. La genuina decepción ante lo que ven sus ojos la consigna tan sólo en su cuaderno privado —un cuaderno que ella misma nos desvela treinta años después—, no en los textos elogiosos que mecanografía con la intención de publicarlos en algún diario, al modo y manera, presumimos, de esos intelectuales de renombre a los que admira.
Pero ese no encontrar la verdad dentro ni fuera de sí misma —he aquí, a mi entender, la cifra de la novela— podría engendrar la única forma de encontrarla, que no es por el gesto o la palabra impresa sino por la encarnación verbal de ese intervalo entre el cielo y el infierno, lo vivo y lo muerto en que consiste la vida. Esa mujer con distintos nombres y edades que se enamora siempre de lo otro, lo más lejano, lo inalcanzable como ese fantasma al que llama Ideal, se salva precisamente porque se pierde, se traiciona y se acusa sin piedad; y en ese movimiento de regreso crítico a lo que pudo ser y no fue entonces ni es ahora ni será nunca (porque los sueños, sueños son), palpita con fuerza la sangre alborotada y rebelde de la eterna juventud.
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Autor: Cynthia Rimsky. Título: La revolución a dedo. Editorial: Literatura Random House. Venta: Todostuslibros y Amazon.
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