Ese momento en el que, sin saber muy bien por qué, de pronto se es consciente de la respiración propia. El instante en el que la inspiración y la expiración se desautomatizan y es preciso hacer un leve, pero extraño esfuerzo por mantener activo el mecanismo que hace posible la vida. El temor a qué ocurriría si, un segundo después, la voluntad se pudiera deshacer como la cera en agosto y los pulmones dejaran de funcionar. Y acabara todo. El miedo al mañana; el terror a un mundo desconocido, algo hostil, lejano al futuro que inventaron nuestros padres.
Tener 27 años es sentir el frío de un invierno crudo. Tener 27 años y haber sostenido entre los brazos a la Muerte, abrazar desnudo a un iceberg en medio del océano. Las luces del nuevo amanecer se tornan en un deseo de bruma, del que no se sabe si es conveniente huir. “No es un deseo / lo que molesta / es el futuro”.
La voz de María Florencia Rua desgarra. Sus poemas son palabra de generación, una performance de lo que teme el millenial, el imaginario de todas las edades en las que fuimos jóvenes, en las que somos jóvenes y temerosos; un mirar de lejos lo que viene, de añorar lo que ya se ha ido, lo que no volverá porque ha rodado por el asfalto hasta morir.
Luces mal usadas (Liliputienses, 2018) infiere un duro golpe en el pómulo del optimismo. El primer libro de poemas de la escritora, actriz y directora de teatro argentina es un grito, un exorcismo, una llama que, enfrentada a un temporal, lucha por no extinguirse.
Una muerte; la carretera; el caos de coches y semáforos… La joven autora (nació en 1992) toma elementos de lo cotidiano, obligada por la biografía de su yo poético, de lo que quiere contar —sea esto o no una realidad encarnada, qué más da— para romper un doble luto: por un lado está la muerte de un ser cercano (“Cada tanto hablamos de vos. (…) Te nos venís generalmente en sonidos. (…) Es una imagen fija que no retrocede. (…) Ayer pensé en vos y en el día que te fuimos a enterrar. (…) Nunca había prestado atención a la construcción del cementerio”) y, por otro, un ‘llevar el negro’ por el tiempo que está por llegar y se llama destino. Lo dice la autora, lo deja escrito como para reafirmarse en el terror: “cuál es la respuesta cuando / incluso el toro / desafiando la ley avanza / a su puñal / por qué no se puede revertir el puñal” o “¿En qué momento / perdiste / el entusiasmo?”
Los objetos son parte del tiempo
Luces mal usadas posee un tiempo de vértigo en el que los objetos cotidianos adquieren un protagonismo a la hora de construir los textos. Los ‘cacharros’ obsesionan a la poeta y le hacen pensar en la “vigilia constante de las cosas útiles” y en los mensajes, advertencias o consejos que una cadenita de oro, una lata y su chapa, las zapatillas o las flores de las casas viejas pueden prestarle para enfrentarse a su propio yo y a todas las circunstancias que la construyen.
NIÑERA
tengo ganas de bailar las canciones
por la historia de esta casa
poseída
tengo miedo de que haya cámaras
percibiendo todos mis movimientos
la soledad no es real
la bebé que me acompaña
tampoco
en sus ojos está mi jefe
diciendo portate bien
sé que la bebé si hablara
usaría el lenguaje de las presas
y se iría a vivir conmigo
juntas cortaríamos el pasto
enamoraríamos a los satélites
no cuido por amor
lo hago por la plata
por amor hubiera incendiado
las cosas de mi jefe
que no por estar quietas
dejan de atacarme
como si escucharan lo que él
a mis espaldas dice
qué bueno que las cosas
sean inertes y caras
puedo tocarlas
puedo vengarme de ellas.
María Florencia Rua escribe desde su presente, que es el de una mujer menor de treinta años. Por eso Internet, los teléfonos móviles, el sexo y su descubrimiento, las amigas y el titubeo ante ciertas verdades elementales que se va encontrando son la base sobre la que se organizan los poemas. Hay, o parece haber, mucho de biografía, de lírica confesional que tiende al pánico bien medido. Por eso Luces mal usadas funciona, porque es un cuaderno generacional, capaz de entroncar con las preocupaciones, las aspiraciones y la reflexión de la sociedad de esta época, con especial incidencia en aquellos que comparten ‘la edad del miedo’ con la escritora.
DEL OTRO LADO DEL DÍA
Colillas de cigarrillos se juntan
para armar una montaña
de muerte.
Un pibe de gorrita
abajo de un estribillo
susurra “talento”.
Ideas cortadas con tijera
de metal y nieve
como lamparitas se prenden
en los cuerpos que bailan.
Mensajes anuncian lo que no
pudimos perder:
alguien te espera
del otro lado del día.
Vimos la espalda de una chica
el monumento de un prócer.
Un vómito en la bacha
de la cocina,
un rugbier hablando
de conciencia social,
un sol de rayo láser militando en la nuca.
La noche trabaja por error.
¿Qué confusión va a pestar
para que la luz no avance?
¿Vas a esforzarte en torcer
la puntería?
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Autor: María Florencia Rua. Título: Luces mal usadas. Editorial: Ediciones Liliputienses. Venta: web de la editorial
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