El año pasado la editorial Periférica publicó la novela El testamento de un bromista de Jules Vallès. Un pequeño texto de apenas un centenar de páginas en las que el autor recreaba la infancia desgraciada del “bromista”, Ernest Pitou.
Esta novela de Vallès (en la misma editorial podrán encontrar otros títulos del autor: Recuerdos de un estudiante pobre y El candidato de los pobres) se publicó originariamente por entregas en 1869 en el periódico de André Gill La Parodie. Nunca se editó en formato libro, como hoy lo disfrutamos, durante la vida del autor.
Tras el suicidio inesperado de un bromista (justo en un momento en el que la vida le sonreía) el autor se propone recuperar el testamento que dejó con el fin de desentrañar las causas del suicidio.
El testamento está formado por apuntes inconexos que van relatando la vida del protagonista desde los seis años.
Ernest narra en esta crónica (en primera persona) una infancia lamentable, víctima de castigos en casa y en el internado (lo que hoy calificaríamos como matonismo o “bullying”). El texto posee un lenguaje muy naive que consigue que el lector llegue a apiadarse de la fortuna del joven muchacho, que ya, en esta suerte de diario infantil muestra un sentido del humor muy simple e inocente.
Un lector de hoy podrá pensar que la historia “no tiene ni puta gracia”, pero considerando la máxima de no juzgar con los ojos del presente lo que no lo es, volvamos a la ficción encuadrándola como una novela de su época.
Los padres de Ernest Pitou deciden, haciéndole caso por primera vez en su vida, que aprenda el oficio de zapatero entrando al servicio de Bachou, zapatero en la calle Saint-Louis. Además de su sentido del humor infantil e inapropiado, Ernest tiene baja autoestima, se considera feo, lo que le impide socializar con normalidad.
Pitou pasa sus vacaciones marginado, confinado en un internado donde ejerce como preceptor del hijo del administrador de su colegio. Gracias a su astucia y a su diferente manera de ver las cosas, Ernest consigue que el matón del internado, Lebrelot, le respete.
Tras el internado, pasa ocho días con su prima Polonie (acaso los mejores ocho días de su vida) de quien está enamorado en secreto.
Cuando llega el momento de elegir carrera, Ernest se muestra desamparado, pues todo el conocimiento adquirido le parece inútil para la vida doméstica.
Vuelve a intentar hacer realidad su sueño infantil de convertirse en zapatero, trata de enrolarse como soldado o embarcarse como marino sin éxito, decide empeñarse como maestro… Pitou fracasa en todas estas profesiones debido a las gestiones en su contra de sus propios padres (nuestro hijo es estúpido, no vale para nada).
A pesar de ello, Ernest acaba en París donde se prepara para entrar en la Universidad, aunque en esos momentos alberga vocación de poeta. Se une momentáneamente a los revolucionarios de París, pero tampoco en la política encuentra su sitio y acaba moliendo grano en un molino.
Una novela cruel, despiadada y tierna que conmueve al lector, quien asiste a la desgracia de un joven que sufre a causa de unos padres déspotas y unas circunstancias personales del todo desfavorables.
La pobreza, la marginación social y la injusticia cabalgan de la mano en los primeros años de un joven cuya voz apenas fue escuchada, hasta su desdichada muerte.
Título: El testamento de un bromista. Autor: Jules Vallès. Traductor: Luis Eduardo Rivera. Editorial: Periférica. Páginas: 112. ISBN 978-84-934746-1-4: Precio: 11,40 €
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