Hace unas semanas se estrenaba la colaboración de C. Tangana con Nathy Peluso, «Ateo», en cuyo videoclip aparecían imágenes grabadas en la catedral de Toledo. Tras diversas trifulcas dentro del Arzobispado, seguidas al milímetro en los medios y redes sociales, el deán de la catedral acabó dimitiendo tras justificar en un comunicado que permitió la grabación de la canción porque hablaba de «la historia de una conversión mediante el amor humano». C. Tangana, apenado, declaró posteriormente en una entrevista que esta era «una oportunidad para que la Iglesia dijera algo moderno y tolerante». Si nos paramos a analizar al resto de artistas urbanos, percibimos que esta no es la primera vez que se utiliza la iconografía religiosa como medio de expresión, tanto a nivel de letras (menciones a Dios o ritos religiosos), estética (cruces, santos, cristos) y gestos (manos juntas en acto de oración, santiguaciones, etc.). Incluso podríamos considerar que es una constante. Por tanto, ¿es posible un diálogo entre la Iglesia y la religión con las disciplinas artísticas que más conectan con los jóvenes?
Si C. Tangana trajo la simbología religiosa de forma aún más clara en «Demasiadas mujeres», retratando el rito del funeral católico y el sacramento de la penitencia, no podemos olvidarnos del grupo Pxxr Gvng, a los que podríamos considerar los padres del trap español, que a lo largo de su extensa obra han tratado continuamente el tema del arrepentimiento y la religión, pero de un modo mucho más oscuro, más punk, en muchas ocasiones relacionado con el mundo del infierno y el Demonio, prácticamente siempre con el tema de los pecados de por medio. Clara representación es «Perdóname Dios» de su mixtape Los Pobres (2015), donde desafían a Dios diciéndole que «nunca han creído en el cielo» o que «Dios no puede juzgarles» y que por eso se «quemarán en el infierno». En otras ocasiones, se han referido a Dios como «Undebel», forma gitanoandaluza de evocar a la Divinidad, recuperando el flamenco en sus homenajes al Cigala en los temas «Cigala» y «Undebel», que nos recuerdan la estrecha relación entre el flamenco y el trap —y cómo en el flamenco también encontramos una tradición religiosa—.
Pero, ¿qué pasa con las mujeres? Normalmente siempre aparecen representadas como el pecado (o más bien, el motivo por el que pecar). Sin ir más lejos, en el videoclip del famoso tema «Mala mujer», de C. Tangana, esta mujer es representada como una virgen endemoniada que le lleva por el mal camino. Si nos centramos en las mujeres traperas, Bad Gyal es un claro ejemplo de cómo presentarse a sí misma como divinidad encarnada en su canción «Santa María», en el que se asocia a sí misma con características de Virgen y también como objeto de pecado («Él me llama santa, santa María […], y después que me lo hacía se ponía a rezar»), mezclando esa dicotomía cristiana de la representación de la mujer como pecado (Eva) o como pureza y divinidad (María).
Por otro lado, La Zowi acompaña a Soto Asa en su tema «Dios puede perdonarte», donde él se presenta como Dios y ella como Lucifer para contar la historia de una relación de amor en la que él anima a ella a la confesión por sus infidelidades («Dios puede perdonarte / tienes que confesarte / no voy a llamarte otra vez, mujer / aunque te hayas ido con Lucifer). La Zowi también ha utilizado la iconografía religiosa de forma visual en el videoclip de «Llámame», donde relata la espera del amado en una habitación delante del cuadro de una Virgen —ambas en estado de sufrimiento por la ausencia de un hombre—, y en «Tú o yo», donde baila delante de una peculiar cruz formada por tres televisores en blanco.
Sin embargo, si nos paramos a analizar a Rosalía, encontramos la religión tratada con mucho más «respeto»: Los Ángeles (2017) es un viaje espiritual donde se recuperan cantes flamencos antiguos y se habla sobre la muerte. En «El Redentor» adapta la saeta «Por no saber», de Manuel Torre: «Por no saber qué hacerle le escupen y le abofetean, y lo coronan de espinas, y la sangre le chorrea por su carita divina». En El mal querer (2018) lleva estos rituales al extremo, como ya expliqué en «Lo que El mal querer dice de nosotros». También cabe recordar la adaptación de Rosalía del «Aunque es de noche» de Enrique Morente, adaptando el «Que bien sé yo la fonte» de San Juan de la Cruz y grabado en la puerta de un cementerio municipal. Rosalía no es la única que ha utilizado un cementerio como escenario: el rapero Cecilio G, con su cruz tatuada en la frente, se cuela en el interior de uno en «From Darkness With Love», donde vuelve de nuevo al tema del arrepentimiento, los pecados y el amor.
Dellafuente y Maka, también emparentados con el flamenco, recuperan lo divino: Maka publicó un doble álbum, Bendiciones y Maldiciones (2020), centrado en el amor y las emociones humanas con una moral cristiana de fondo. En «Que te perdone Dios» narra la historia de una infidelidad que termina en un «crimen pasional»; en el videoclip, donde también se mezclan la religión y la sexualidad, la víctima de la infidelidad está vestida de luto y manifiesta la voluntad de no perdonarla nunca («¿Que te perdone? Yo no perdono, que te perdone Dios»). Dellafuente, en la misma línea, recientemente ha estrenado un tema llamado «Milagro», donde canta al amor con un coro de fondo que recupera el «Aleluya», heredado del también granadino Enrique Morente junto a Lagartija Nick cantando a Leonard Cohen en Omega (1996) («Quizá haya un Dios arriba, pero yo lo que aprendí del amor es a disparar a quien te amenaza»).
A modo de conclusión, es evidente que encontramos un gusto por la religión desde un punto de vista estético, donde mayoritariamente se utilizan símbolos, muchas veces denotando un interés por el tema de la muerte y posterior vida en el cielo o infierno. El papa Francisco declaró una vez que «el canto puede ser un gran estímulo para el caminar de los jóvenes»; sin embargo, es difícil pensar en una verdadera comunión entre la Iglesia y el uso de sus valores en estas obras musicales —vistas las polémicas—, puesto que casi siempre van de la mano del redimirse de los pecados y alcanzar esa conexión con lo divino mediante el amor y la sexualidad. Si el trap —al igual que el flamenco— se origina en las clases marginales, que tienden a ser más religiosas y practicar esos rituales, es lógico que encontremos esta moral cristiana de fondo. Pero una vez que el símbolo se descontextualiza, es imposible la creación de un mensaje directamente cristiano, por lo que pasa a ser un recurso más con el que jugar y experimentar desde un punto de vista más estético que realmente profundo.
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