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El último samurái

Se cumplen 50 años del suicidio del escritor Yukio Mishima, quien «ha pasado a nuestro universal recuerdo por haber sido el escritor japonés que, con mayor decisión y manifiesta evidencia, defendió la pureza de la cultura tradicional japonesa. El autor de este libro cuenta las circunstancias en que vivió el autor que quiso hacer de su vida un poema.

El autor japonés más conocido y celebrado en Occidente, Yukio Mishima, fue al mismo tiempo el escritor más influido (o «tocado») por la cultura literaria europea y por su historia, que conocía de verdad. Ha pasado a nuestro universal recuerdo por haber sido el escritor japonés que, con mayor decisión y manifiesta evidencia, defendió la pureza de la cultura tradicional japonesa. De hecho, al querer dejarle al mundo un testimonio fiel de semejante compromiso, rubricándolo en sangre, llegó a asumir y realizar en sí mismo una de las muertes voluntarias más inimitables que han existido: el seppuku.

El 25 de noviembre de 1970, al mediodía de una soleada y fresca mañana, Yukio Mishima, el escritor japonés más famoso de su país, se abre el vientre con una espada corta, muriendo al poco, conforme al ritual antaño practicado por los guerreros samurái durante generaciones. Al llevarlo a cabo ante testigos y haberlo consumado tras un incidente provocado a conciencia por el escritor, para llamar la atención sobre lo que tenía que decir y hacer, aquello conmocionó al mundo.

"Yasunari Kawabata se estuvo preguntando hasta su muerte cómo le habían dado el Premio Nobel a él, y no a Yukio Mishima, que lo merecía mucho más"

A la edad de su muerte, a los cuarenta y cinco años, Mishima había escrito ya, entre novelas, ensayos, cuentos, piezas teatrales, guiones cinematográficos… doscientas cuarenta y cuatro obras. Conocía a la perfección varios estilos de su lengua, así como el japonés medieval; intervenía en sus propias películas como actor y codirector; dirigía la escena e interpretaba papeles en el teatro; fue perfecto calígrafo, maestro de kendo, piloto de reactores, atleta, orador consumado; fundó el Tate-no-kai (Sociedad del Escudo) y hablaba varios idiomas europeos. Yasunari Kawabata, Premio Nobel de literatura de 1968, dijo de él: «Un genio como Mishima solo aparece en la humanidad cada trescientos o cuatrocientos años». Y se estuvo preguntando hasta su muerte, acaecida también por suicidio en abril de 1972, cómo le habían dado el Premio Nobel a él, y no a Yukio Mishima, que lo merecía mucho más.

La pregunta de muchos de los que le conocieron o trataron, escribieron o leyeron libros o artículos sobre Yukio Mishima, en vida y después de su muerte, como Henry Miller, Truman Capote, Alberto Moravia, Ivan Morris, Takashi Furubayashi, Hideo Kobayashi, Pierre Pascal, Marguerite Yourcenar, Yasuhiro Nakasone, Shintaro Ishihara, Henry Scott Stokes, John Nathan, Díez del Corral, Vallejo-Nágera, César Vidal, Carlos Rubio, Fernando Molero, Francisco Nieva, Almodóvar, Paul Schrader, Coppola, Fernando Sánchez Dragó o quien estas líneas redacta para los lectores, es la siguiente: ¿cómo un hombre como Mishima, en la cima de la celebridad y la gloria, pudo morir así como lo hizo? Unos lo entenderán o habrán descubierto su enigma, otros en cambio lo seguirán considerando un problema incomprensible.

Difícil es, en efecto, interpretar a Mishima desde nuestro mundo, pero más difícil es, todavía, desentrañar a este escritor convertido en hombre de acción como arquetipo cultural de nuestro tiempo, ya que pocos como él han conseguido expresar la síntesis del «imposible» cultural formulado por la era posmoderna en la que todavía (y por muchos años aún) nos encontramos. He aquí la cuestión: ¿cómo la estética ultramoderna puede expresar el mito arcaico? ¿Cómo de la modernidad y su expresividad, sin salir de ella ni negarla de antemano, sino con sus propias armas y bagajes, pueden resurgir el espíritu y las tradiciones, que con toda intencionalidad aquella quiso y quiere precisamente abolir? O dicho de otro modo: si la posmodernidad es hija de la modernidad, ¿cómo aquella decreta la muerte de esta?

"Y fue así como sorprendió a todos. De modo que es de ello de lo que trata este libro. Resolvió el misterio y lo dijo con arte"

Mishima había nacido aún en un Japón premoderno en sus perfiles esenciales; no obstante, se le obligó luego a existir en un Japón occidentalizado hasta la náusea, a resultas de la calamidad y del desastre de la guerra, la Segunda Guerra Mundial. No tuvo más remedio que aceptarlo, y lo hizo sin dramatismos y con ánimo liberado; sin embargo, muy pronto se las ingenió para darle la vuelta a esta adversidad impuesta, tanto en su fuero interno como en el hacer de su vida pública. Y fue así como sorprendió a todos. De modo que es de ello de lo que trata este libro. Resolvió el misterio y lo dijo con arte.

Lo consiguió la estética de su acción pura, expresando el origen ancestral y quieto de lo imperecedero, la pureza de lo antiguo siempre presente, desde las simas —sin salir de ellas— y desde los lodos de la modernidad —moviéndose entre ellos—, que él tan bien conocía y a la vez dominaba.

¿Cómo es posible explicar que lo incorruptible pueda brotar de lo corruptible, cómo lo infinito puede residir en lo efímero? ¿Cómo el espíritu puede emerger de la carne? ¿De qué modo el cuerpo, que se desvanece en la plenitud de la belleza, deja ver el alma en ese instante al igual que la flor del cerezo, como todas las flores?

«Quiero hacer de mi vida un poema», dijo Yukio Mishima. Con lo que este libro no puede sino rendirle homenaje por su enseñanza y coraje.

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Autor: Isidro-Juan Palacios. Título: Yukio Mishima: Vida y muerte del último samurái. Editorial: La Esfera de los Libros. Venta: Todostuslibros y Amazon

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Alfonso Antón Romero
Alfonso Antón Romero
2 años hace

John Nathan que fue su primer biógrafo y traductor y que lo conoció personalmente igual que a su obra, le hace un retrato y evolución seria. Lo sorprendente es como con todos los rastros que dejó, nadie sospechara o quisiera sospechar que su seppuku resultaba previsible. (Aunque en todas las naciones hay bastante hipocresía, es que en Japón con el respeto y la inexpresabilidad de cualquier atisbo de sentimientos se llevan la palma).