El trasiego con la verdad viene de lejos. No puede haber posverdad cuando la verdad cuesta tanto dilucidarla, pero a veces la ficción ayuda, paradójicamente, a desbrozar el camino. Anna la dulce, última novela del escritor húngaro Dezső Kosztolányi (1885-1936) es una de esas historias que trazan la senda que puede conducir a la verdad, a la verdad mayúscula, esa que se impone con la fuerza de la evidencia. Y sí, aunque ya Nietzsche dijo aquello de que todo es interpretación, novelas como la de Kosztolányi ayudan a aclarar la frontera entre lo cierto y lo falso, hoy tan emborronada. Alguien tuvo la buena idea de convertir la obra en lectura obligatoria en los colegios húngaros y ya es un clásico indiscutible de la literatura magiar.
Publicada por vez primera en 1926, Anna la dulce cuenta las desventuras de una chica de pueblo que, a punto de cumplir veinte años, entra como criada al servicio de una familia, símbolo del restaurado nuevo orden burgués, los Vizy. Dulce como su sobrenombre, la joven es discreta y no tiene más pretensión en la vida que sentir el orgullo de la labor bien realizada y dejar limpios y relucientes los suelos, tapices, cortinas, candelabros y vajillas de la mansión. Sin pedir nada a cambio salvo la aprobación de su mérito, Anna no pugna por rebelarse, aunque a menudo su vida podría catalogarse como insoportable. Kosztolányi, también poeta, traductor, ensayista y periodista además de novelista, lleva hasta el límite el tratamiento del material narrativo para dejar constancia de la potencia con que la vida se abre paso ante la confusión de la propia existencia. Pone en práctica su método: deshacerse de la carga psicológica con la que profundizar en las conciencias de sus personajes y trasladar todo el peso de la trama a los puros acontecimientos. A juicio de su compatriota Sándor Márai, se trata de “la única novela social húngara que registró la lucha de clases como debería ser, sin ‘realismo social’, en toda su desastrosa realidad humana.”
Tal vez porque estamos ante uno de los mejores representantes húngaros de la defensa del arte por el arte, la prosa del exitoso polígrafo fluye en pos de una estrategia para disponer los elementos sin las trampas de la retórica y sin los trucos del sentimentalismo. Anna lleva una vida cercana a la que retrató Delibes en Los santos inocentes, con aquellos señoritos extremeños haciendo uso de sus privilegios de clase de un modo casi feudal. Si aquello pasaba aún en la España de los años sesenta, qué no pasaría en la Hungría de 1919, año en el que Anna entra a servir a las órdenes de la nerviosa y ulcerosa señora Angéla Vizy y su marido Kornél, infiel, perla irredento, clasista empedernido, funcionario aplicado y concienzudo. En un momento de la novela se dice que “las manos de esa muchacha [Anna] habría que moldearlas en oro” y tenían razón. En lo que no parece tener razón el narrador de esta historia de sinsabores eternos es en que “ella seguía negociando de forma confusa y sin un plan previo, como suelen hacer las mujeres.” Aquí la omnisciencia le juega una mala pasada a Kosztolányi, que cuela una afirmación muy alejada a la verdad que perseguía con su prosa: es lugar común que la negociación femenina tiene más de premeditación que de improvisación, más de claridad que de confusión. Mecha encendida…
Elegante, sutil, perspicaz, Dezső Kosztolányi describe los sinsabores de la abnegada Anna, las inquietudes de sus patrones y las peripecias del entorno inmediato de la criada, no sin dejar constancia con despiadada delicadeza la manipulación de los hechos, la tergiversación de la realidad y el modo en que se impone el olvido y la desmemoria de la historia de un país que fue parte de un imperio, el austro-húngaro, y que empezaba a labrarse un destino individual cuyos flecos llegan a día de hoy. Las vivencias de lo cotidiano en el Budapest tras la Primera Guerra Mundial socorren en el empeño del artista por descubrir la verdad entre tanta inmundicia. Olvidada desde que Ediciones B publicara la novela en 2003, ahora Xordica, que ya tenía en su catálogo Alondra, rescata la traducción de Judit Xantus y se hace eco de uno de los escritores que ha ejercido una vasta influencia estilística sobre los escritores húngaros contemporáneos y es por justicia uno de los más significativos representantes de las literaturas de Europa del Este.
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Autor: Dezsó Kosztolányi. Título: Anna la dulce. Editorial: Xordica. Traducción: Judit Xantus. Venta: Todostuslibros.
No sé si se escribe con prisa, si no se revisa o hay problemas de salud, pero cada vez las reseñas son más oscuras.