La escritora argentina Fernanda García Lao escribe cuentos desde el temblor, la irreverencia y, también, la poética de lo incómodo. Con esos elementos ha construido un libro de relatos en el que habla de los vientres de alquiler, las redes sociales, la soledad, la prostitución y, por resumir, algunos de los elementos que definen la época en que vivimos.
En este making of Fernanda García Lao recuerda el germen que impulsó Teoría del tacto (Candaya).
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Empecé Teoría del tacto atraída por la idea de que escribir es un acto. Quería narrar los estados en los que un evento o una palabra me vulneran, sin caer en la descripción visual, en la vieja y exprimida miradocracia.
Mis preguntas fueron sencillas. Cómo se cuenta el impacto que deja el amor, la maternidad o la muerte en un cuerpo concreto. Cómo se escribe cuando ocurre en mí o en alguien cercano.
Qué significa que un cuerpo te atraviese para nacer. Introducirse en otro, ¿no es acaso bello y monstruoso?
El tacto, lo que se toca y me toca, ¿interviene en la conciencia y la perturba, o viceversa? La filosofía dónde ocurre: ¿en qué parte de vos se niega a dios?
¿La imaginación es un producto de la cabeza? Si pensar es con el cuerpo, ¿recordar un olor es volver al territorio primero?
Me gusta pensar los libros como asuntos conceptuales. No como historias reunidas. La vida virtual —este libro empezó en plena pandemia— me ratifica en la creencia de que las tragedias antiguas siguen vigentes: el sacrificio, el deseo, la pregunta sobre el alma. Lo que anima a un cuerpo.
Quizás esta especie de inmoralidad licuada, falsa o perversa en que vivimos sólo oculte con torpeza el miedo que el/la/lo otro nos provoca. Hay mucho de pesadilla contemporánea en lo que se refiere a la fecundación, al sexo, al deterioro en este libro. Es que no hay nada peor que esperar el apocalipsis y que no llegue. Somos sobrevivientes de lo que no pasó todavía.
Pero esto lo digo ahora, que ya escribí. Creo que hay un riesgo en ciertas escrituras temáticas que ya saben de antemano lo que van a decir. Si no hay pérdida no hay iluminación. Me gusta no saber, ir sin prejuicio al texto.
Teoría del tacto se alimenta de varios registros. Hay arrebatos de escritura en conversación con cierta lógica formal. Combina temperaturas disímiles. Lo caliente se vale de lo frío: si es pasión lo que narro, bajo el sujeto hasta la congelación.
También necesito escribir desacatada de la forma clásica del cuento. Poniéndola en cuestión. El nudo es la frase. El desenlace ocurre en la sintaxis. El principio no se ve. Se ha olvidado.
El primer cuerpo que atravesé para escribir fue el mío. Me pongo en situación de vulnerabilidad, cada vez más. El artificio literario se alimenta de mi dolor verdadero. Ya no me basta con inventar.
He pasado varios duelos en el último tiempo. Murió mi madre, sucedió el encierro, me separé, dejé Argentina por tercera o cuarta vez, ya no recuerdo. Pero el sufrimiento particular, a quién le importa. Sólo al lenguaje. Entonces la pregunta es cómo lo escribo.
En sus últimos días, mi madre me preguntó, ¿esto es el vacío? Mi respuesta fue escribir. Porque el abismo estaba ahí, en ella y en su frase. Y contra el abismo se escribe. Es lo único que sé hacer. Escribir o abrazar.
Jean-Luc Nancy tiene un libro precioso que está conmigo desde hace bastante. 58 indicios sobre el cuerpo. Lo utilizo en taller, y mi madre, que era poeta pero no lo había leído, cumplió con los indicios: Un cuerpo no está vacío, está lleno de otros cuerpos, escribe Nancy. Parece que le respondía.
Yo soy uno de los cuerpos de mi madre. Mis hijas me llevan. Pero un cuerpo es también una idea. Nada definitiva. Sino un entre. Un diálogo entre lo empírico y lo absurdo. Lo alto y lo bajo. La intimidad a la vista, lo político escondido como otra piel que no se ve.
Cada cuento es un cuerpo que toca distinto. Muté sucesos, alteré nombres, hubo cambios de espacio. Lo falso y lo verdadero con la mismo jerarquía. Aparecieron flores crueles. Abusadores poco imaginativos, coitos deficientes, vírgenes diminutas, humor tenso.
Creo en la sabiduría del cuerpo, en esa especie de cognición física que uno tiene y que hay que conservar. Me asusta que algún día se pierda y me convierta sólo en una persona seria. O peor, en personaje. Desde chica me gusta mirar debajo de la máscara para ver qué hay atrás. Quién se oculta.
Y reír.
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Autora: Fernanda García Lao. Título: Teoría del tacto. Editorial: Candaya. Venta: Todostuslibros.
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