¿En qué momento es posible considerar al poeta como tal? ¿Es el poeta el creador del poema o es el poema el que da existencia al poeta? ¿Cuántos poemas deben escribirse para que un poeta sea considerado poeta? ¿Es la extensión de su obra o la capacidad para conmover a través de un verso lo que da entidad al poeta? ¿Y es la publicación el umbral que convierte al poeta en poeta, o es suficiente con la escritura circunscrita a un ámbito privado? ¿Es imprescindible la publicación de un libro en una época donde la poesía se comparte y difunde también de forma oral, digital o efímera? La trayectoria poética de Amparo Conde Gamazo nos aboca inevitablemente a cuestionar los presupuestos desde los que la poesía se define. Cuaderno de Bitácora (poesía escogida 1948-2024) (Lastura, 2024), con selección y estudio de la profesora y poeta Elia Saneleuterio, viene para desafiar las convenciones establecidas.
Consecuencia de ello, su escritura transita por una metapoética mantenida en el asombro durante casi setenta décadas. Pájaro libre en el verso, la necesidad de escribir se alza sobre la entidad e identidad de ser reconocida como poeta: Si soy poeta, no lo sé/ ni me importa. Lejos del poema se estrecha el aire y la vida, en el canto resucita, de ahí el empeño por que la palabra cimbree la rama en la que el pájaro (Y yo, /más pájaro que personaje /verdadero) se posa e impulse su voz más allá de la jaula, esa jaula que no es más que ese mundo que desconoce o ignora su poesía: Casi a punto de renacer/ en la palabra / que me sobreviva. La palabra es un universo cuyo centro anida su existencia y la conciencia de que en la escritura habita un mundo en el que es posible ser y ser al margen de quien lo sepa: Si quemara mis versos, / el fuego lamería las palabras… La reflexión metapoética anuda toda su poesía, en tanto esa palabra poética arrasa el vacío:
Un día me di cuenta
de la gran magnitud
de las palabras.
Podían como pájaros
surcar el aire,
atravesar el mundo,
perforar el sistema
abastecer de energía
a las centrales nucleares…
Así pues, la palabra germina un tiempo en presente continuo y perfecto desde ese transcurrir vital que el verso trata de asir. Los topos del tempus fugit y el carpe diem se enlazan para fracturar la soledad y la muerte, la monotonía y la esperanza de una poética de tono confesional, que refracta su biografía desde una voz que, siendo femenina, no se adormece en los temas comunes ni en aquellos que, se presuponen, debe ocuparse una mujer de la posguerra. Se interroga desde la honestidad y la libertad de la no aquiescencia a corrientes y gustos, ya que no se restringe a escribir aquello que los cánones literarios o líneas editoriales imponen:
La madrugada azul
me sobrecoge. Un orgasmo
de luz se extiende sobre ti,
bautizando tus olas.
Porque cuestiona desde una mirada poética el mundo, no se puede dejar de afirmar el compromiso de la poeta con su momento histórico y los sucesos acontecidos. Testigo de casi el último siglo, Amparo Conde niega el silencio a las sombras grabadas en la memoria colectiva y tanto si sus versos reverberan sobre las depredadoras guerras, como sobre el racismo, su voz se hace imprescindible para no dilatar el dolor y proclamar la hartura ante la incomprensión de los Homo sapiens, apelando a un cierto humanismo y universalismo:
Al fin todos sois hermanos,
de sangre y de injusticia.
Hitler no ha muerto todavía,
resucitó en Afganistán, en Israel,
en Norteamérica, bajo los distintos
nombres, su fantasma
es el espejismo racista que alimentan
las religiones y los mitos
de los que gobiernan este mundo,
hitleriano en esencia y en memoria.
Imposible no preguntarse dónde está Dios. La relación de la poeta con la divinidad titubea en la orilla de la renuncia. Su presencia constante es un refugio o una pregunta y un grito. La muerte de su esposo, el amor de su vida, la longevidad que le obliga a contemplar las amistades desde la memoria, a que aboca su despedida, dice y desdice su existencia y su estar:
Juego contigo, Dios
juego contigo.
Me das una andanada larga
de silencio,y a cambio
yo te esquivo, yo te niego
tantas veces o máspara engañarte.
Huidizo y contradictorio territorio para aceptar su pequeña y sencilla realidad, la frágil y breve verdad que se asila en la palabra, en el verso:
Cuando el trigo
era solo promesa del pan,
cuando aún no era un mito
encontrar la verdad.
Si ser poeta se define por una forma de estar y percibir el mundo, Amparo Conde es, indudablemente, una poeta. Si ser poeta es anudar la existencia a la poesía al margen de los circuitos literarios, Amparo Conde es, imprescindiblemente, poeta. Esta antología tan necesaria para alumbrar con una edición “canónica” a la poeta Amparo Conde, donde trasluce el trabajo minucioso y entusiasta de Elia Saneleuterio, no deja ninguna duda de todo ello, ya no queda espacio para esa desolada voz de mi fracaso. Sin duda alguna, esta edición y las razones de sí misma nos posibilita el cuestionarnos los presupuestos desde los que leemos la poesía y se verterban los cánones poéticos hoy en día.
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Autora: Amparo Conde Gamazo. Título: Cuaderno de Bitácora (Poesía escogida 1948-2024). Editorial: Lastura. Venta: Todos tus libros.
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