En 1963, la poeta Carmen Conde (Cartagena, 1907) tenía 56 años. Faltaban quince para que se convirtiera en la primera mujer académica de la lengua, para que pasara a formar parte, con pleno derecho, de la RAE, cuatro para que obtuviera el Premio Nacional de Poesía, y habían transcurrido treinta y cuatro desde que, en 1929, publicara su primer libro, Brocal, un primer libro de poemas en prosa que comenzó a situarla en el ámbito de la poesía española del siglo XX. Eran años de dictadura —en 1963 fue fusilado Julián Grimau—pese a que, en las grietas del Régimen, se colaban a veces destellos o vislumbre de libertad, una libertad siempre amenazada y, como parece obvio, siempre vigilada. Aquel año apareció un libro de Carmen Conde con un título extraño, casi surrealista, que rompía la norma no escrita de los títulos de la poeta cartagenera, habitante de la zona oculta de la Generación del 27. Jaguar puro inmarchito era el título. Fue publicado, en edición costeada por la autora (más bien conviene decir, en lenguaje del siglo XXI, “autoeditado”), en 1963 y tuvo una buena recepción crítica pese a tratarse de un libro sin un sello editorial de prestigio que lo avalara. Lo realmente llamativo es que una autora como Conde mantuviera ese libro sin reeditar hasta su muerte, algo que, con entusiasmo y en una edición rigurosa y bella, ha contravenido, felizmente, la editorial Torremozas.
El libro se divide en cuatro partes precedidas de un “Prólogo” compuesto por dos poemas que juegan un papel claro de declaración de principios: “Lo que importa / es ir al hombre y ayudarle a que brote / de sí mismo, como de un vientre inmortal y ávido”. Es esa riqueza la que da título a la primera parte, “Nicaragua y su garra”: cordilleras lejanas, el acento con que se pronuncia el castellano o las desconocidas lenguas de sus primeros pobladores (“El viejo murmullo de hablas no usadas”), las ciudades desconocidas, las calles fronterizas con la selva, el sol “que se ofusca, sombra que viste los cuerpos / como paño levísimo”, todo ello se viene a concentrar en la definición que la poeta elige para describir esa mezcla: la “garra”. Atrapa, envuelve, enamora, conmueve, pero también duele. Son cinco poemas, todos ellos fechados en Managua entre el 3 y el 17 de febrero de 1963. Es el viaje. Es de resaltar, tal y como el prologuista detalla en varias ocasiones, la correspondencia que, durante trayecto y estancia, Carmen Conde mantiene con Amanda Junquera, la mujer con la que compartió, de modo semiclandestino, parte de su vida sentimental: le refiere sus impresiones y descubrimientos, los poemas que escribe (le envía buena parte de ellos), el nuevo mundo de sensaciones que el viaje le genera.
“Escala en Puerto Rico” es el título del segundo epígrafe del volumen. Un título más que explícito, sin metáfora, compuesto de dos piezas, fechadas el 24 de febrero y el 24 de marzo, en el que hay un doble homenaje: a la poesía y, algo que en cierto modo suponía una requisitoria hacia la dictadura, al exilio cultural y civil en las figuras de dos grandes poetas vinculados en sus últimos años a la isla. De un lado, Pedro Salinas, quien fuera profesor de la Universidad de Río Piedras entre 1943 y 1946, enterrado, desde 1951, en el cementerio de San Juan; de otro, Juan Ramón Jiménez, fallecido en la isla en 1958 y donde dejó una huella, poética y civil, imborrable. Carmen Conde cita a ambos en el primero de los poemas: tras una referencia en abstracto que nos sitúa en el tiempo de la República (“pues me encontré, simultáneos, aquellos mismos amigos / que en mi adolescencia hallaba / donde la poesía habita”), pasa a una alusión directa a cada uno de ellos, cuyos nombres pone en cursiva: “Estaba Pedro sentado, contemplando el mar, absorto / y estaba Juan Ramón, enfermo, cargando inmortalidades”. El segundo poema de este epígrafe es un canto al retorno a España, el país herido y añorado pese a la corta ausencia que supuso el viaje.
Los 8 poemas que integran la tercera parte, “En el mar de vuelta”, son escritos y fechados durante la travesía atlántica de regreso. El arco temporal de su redacción es de seis días, entre el 24 y el 30 de marzo. Son textos en los que se mezclan las evocaciones de la Nicaragua que queda atrás (“Salvaje belleza autóctona, crudelísima riqueza”), a la que califica de “Paraíso”, con la experiencia de navegación, con reflexiones en torno a la vida y a la muerte y con el necesario e inevitable compromiso con los débiles (“¡qué tesoro de anhelos / para todos los débiles / que se mueren a mares”). Aunque en toda la poesía de Carmen Conde hay un pulso existencial, en los poemas de este apartado del libro ese pulso se intensifica, se funde con una concepción cósmica, universal, de la vida, algo a lo que sin duda ayuda la permanente presencia de un paisaje, al que asiste diariamente desde el barco, como la inmensidad oceánica: “Contemplando el transcurso del mar a los costados / del barco, pasan eternidades”.
La poeta dio por concluido el libro con el epígrafe “Desde la tierra firme”, su cuarta parte, compuesta de nueve poemas fechados entre el 13 de abril y el 14 de octubre y escritos ya en España, en “Brocal”, su refugio en la sierra del Guadarrama. Allí medita sobre la huella que en su conciencia y en su memoria han dejado los días vividos en el país centroamericano. Son poemas escritos frente a la chimenea de su refugio en Navacerrada, más reflexivos y, a la vez, con un sutil trasfondo político: “Minas de oro que devoran / a las tribus de indios misquitos”; “Managua, León. ¡Se clavan machetes unos hombres / mientras otros inventan palabras / de indescriptibles sueños”. Esa marca de la desigualdad aparece envuelta en un canto radical a la naturaleza (“de plantas insaciables de tierra y de huracanes, / de peciolos soberbios, de casi lácteos cálices”), en un lenguaje contagiado de la exuberancia de los paisajes del recuerdo, en una expresión modernista a lo Rubén, con ecos nerudianos.
Líneas atrás afirmé que Conde dio por terminado el libro con ese cuarto epígrafe. Y así fue para su “autopublicación” a finales de 1963. Sin embargo, en esta nueva vida de Jaguar puro inmarchito, el editor ha incluido un poema que permaneció inédito hasta fechas recientes y que durante el viaje fue enviado por la autora, junto a otros del libro, a Amalia Junquera y que quedó fuera del conjunto. El poema se publicó por primera y única vez en 2021 en los volúmenes Poemas a Amanda, de Carmen Conde, y en Epistolario (1936-1978), la correspondencia entre la poeta y su amiga.
Estamos ante un libro extraño, atípico, en la trayectoria de la poeta y académica que, sin embargo, nos habla de una América que incluso hoy, más de medio siglo después de que el libro se publicara, no deja de perturbarnos y conmovernos, sobre todo si echamos la vista atrás, evocamos el sueño de un gran poeta como Ernesto Cardenal (y de tantos otros) y comprobamos que el autoritarismo lo ha convertido en ceniza y frustración.
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Autora: Carmen Conde. Título: Jaguar puro inmarchito. Editorial: Torremozas. Venta: Todos tus libros.
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