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El viaje solitario

El viaje solitario

Ahora que todos nos quejamos por la saturación turística, permítanme que les recomiende que se pierdan en viajes solitarios. Acabo de regresar de las islas Azores, y les aseguro que no había colas en ninguna parte. Solo me encontré prados inmensos, vacas y hortensias, y no siempre por ese orden. Había más cosas, por supuesto: aguas calientes de origen volcánico, paseos estivales en lancha para ver ballenas que solo pasan por la zona en primavera, miradores sobre lagos nacidos en cráteres, cosas así. Si ustedes quieren huir, por ejemplo, de la masificación de París, de Londres o de Venecia —que ya comienza a ser un decorado— no tienen más que irse a una isla perdida del Atlántico. O, si el presupuesto va justo, pueden acudir a la España vacía, que tenemos bastante donde elegir.

Pudiera ser, se me ocurre, que los ahorros no alcancen ni para visitar el pueblo del abuelo Paco, de modo que les ruego que no me tachen de cursi si les sugiero el viaje solitario de los libros. Esta semana azoriana me he leído La furia, de Alex Michaelides, no sé si lo conocen: el chipriota que escribe novelas de intriga desde un punto de vista psicológico. En este último trabajo hace claros homenajes a Patricia Highsmith, o al menos esa sensación me ha dado. Resulta que una famosísima actriz americana, retirada en Londres, muere asesinada en su isla privada griega, y el asesino —como no podía ser de otra forma— tiene que ser uno de los invitados a ese pedrusco en el mar Egeo, del que no se puede salir por una oportunísima tormenta. Los personajes, el tono elegante de la ambientación y de la propia narrativa parecen situarnos en los años cincuenta, aunque cuando llegan los diálogos descubrimos que la trama transcurre en la actualidad; me pregunto si el autor lo habrá hecho aposta o si el homenaje a Highsmith se le habrá ido de las manos.

"Pues bien, les puedo asegurar que yo también estuve allí. En la consulta, quiero decir, escuchando a aquel hombre y observando sus pruebas de videotelemetría"

Bien, a lo que iba: el caso es que, aunque en La furia se ven un poco las entretelas de la trama y en consecuencia los giros no son tan sorprendentes, sí estamos ante un buen ejercicio narrativo, y les puedo asegurar que yo misma paseé por la pequeña isla del crimen, por mucho que en realidad me estuviese dando baños en las furnas de las aguas calientes del archipiélago azoriano. Después de pasear por Grecia con la novela, me divertí con un ensayo neurológico de Suzanne O’Sullivan: contaba algunos de los casos más extraordinarios de su trabajo como médico, y me encantó uno en el que el paciente, sometido a una situación de tensión excepcional, de pronto veía a los siete enanitos por todas partes. Y atención, que me refiero a los de Disney, ¿eh? Tal cual. Blancanieves no aparecía en sus alucinaciones, pero eso es lo de menos: reconozcan que tanto ustedes como yo lo que pensaríamos de ese pobre hombre es que estaba como una cabra. Pues no. Resulta que, tras un montón de pruebas —cielos, no saben lo importante que es nuestro lóbulo frontal—, el tipo tenía epilepsia. Se le dio por ver enanitos y no por convulsionar y desmayarse como un epiléptico corriente, que hasta en esto hay exquisiteces.

"Así pues, ya ven qué bien pueden pasarlo quedándose en casa, o empujándose entre turistas, aburriéndose en el pueblo o disfrutando como niños en un parque acuático"

Pues bien, les puedo asegurar que yo también estuve allí. En la consulta, quiero decir, escuchando a aquel hombre y observando sus pruebas de videotelemetría. No resultó tan evocador como presenciar el crimen de la actriz en la isla griega, claro, pero les aseguro que me pareció igualmente fascinante. Un viaje solitario y satisfactorio, porque descubrir y aprender de forma inesperada siempre es una suerte. ¿Sabían que Dostoyevski era epiléptico? Como lo oyen. O como leen, para ser más exactos. Resulta que instantes previos a un ataque epiléptico —o crisis, que ahora ya soy una medio-experta—, sentía una sensación placentera bastante común entre este tipo de enfermos, y que a él, al parecer, le había servido de inspiración para crear alguno de sus personajes. Qué curioso, ¿verdad?

Así pues, ya ven qué bien pueden pasarlo quedándose en casa, o empujándose entre turistas, aburriéndose en el pueblo o disfrutando como niños en un parque acuático. Al cabo del día, o durante la jornada, siempre pueden refugiarse en alguna historia escondida entre páginas; mi experiencia me dice que hasta en los viajes más insípidos suceden cosas que nos recuerdan que estamos vivos. Brindo por los viajes solitarios y les deseo muy feliz verano.

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Sabrina Analia Cabrera
Sabrina Analia Cabrera
3 meses hace

«SIEMPRE PUEDEN
REFUGIARSE EN ALGUNA
HISTORIA
ESCONDIDA
ENTRE
PÁGINAS»
MARÍA ORUÑA

«UN LUGAR A
DONDE IR»
TÍTULO DE UNA
OBRA DE ORUÑA
(FUENTE: SU BIO)

VIAJAR A TRAVÉS
DE LAS PALABRAS
(CAMPOS
SEMÁNTICOS)

CORAZÓN
SENTIMIENTOS
DESPRECIA
DESEA
VALORA
PRINCIPAL
ÓRGANO DEL
CIRCULATORIO.

MENTE
CONSCIENCIA
INTELIGENCIA
CONCIENCIA
PENSAR
RAZÓN
CEREBRO

ERRANTE
SOLEDAD
CONSUME
MURMURAR
DOMINAR
DAÑAR
PELIGRO
COLORES: GRIS Y
NEGRO

VERDAD
PLENAMENTE
RECONOCE
ALIVIA
LIBRAR
DETERMINADA
TRANSFORMACIÓN
PROYECTOS / PLANES
VIOLENCIA= ESFURZO
SACRIFICIO
RENUNCIA

SEGURIDAD
COLORES CLAROS

IMPULSIONA / IMPULSO
CARÁCTER
CONDUCTA
RESPONSABLE
ACTÚA
ALIMENTANDO
CONSECUENCIAS
FOCO
ACTITUDES
INDEPENDIENTEMENTE
CIRCUNSTANCIAS
VIOLENTAR
VIVIR: «NOS
RECUERDAN QUE
ESTAMOS VIVOS»
MARÍA ORUÑA

¿QUIÉN TE
QUIERE «CONVENCER»?

LA SEGURIDAD
(COLORES CLAROS) ESTÁ
EN LAS ANTÍPODAS
DEL PELIGRO
(COLORES: NEGRO
Y GRIS) PORQUE SU
ORIGEN ES
CONSCIENTE,
RESPONSABLE.
LOS COLORES SON
«REALIDAD».

ALSINA 798
BURZACO. DIFERENTES
TIEMPOS.
DIVINA
INSPIRACIÓN & MUSA.
sumada: yo.