Lo comenta el propio François-Henri Désérable (Amiens, 1987) utilizando la voz de Stendhal: «Un espejo que se pasea a lo largo del camino». Esa es la definición que el autor suizo utilizó para definir la novela. A juicio de Désérable, Stendhal se equivocaba, pues la imagen del espejo que se pasea representa mejor la idea de lo que debe ser un libro de viajes que la de lo que nos figuramos que impulsa a crear una novela. Un espejo, digámoslo pronto, no nos devuelve la realidad, sino su representación, lo cual nos acerca al punto común que tienen los libros de viajes y las novelas: buscar ciertas formas de verdad, darle sentido al espectáculo —trágico o cómico— del mundo. En buena medida, no existe una diferencia tan notable entre un género y otro: en ambos se crean personajes y situaciones a partir de lo vivido.
Nuestro viajero de hoy, un Désérable que ya se ha forjado en la novela, del que ya nos ha traído esta misma editorial obras como Mi dueño y mi señor o Un tal Sr. Piekielny, se propone presentarnos un país complicado, del que apenas nos llegan noticias a través de tópicos y de situaciones violentas, como es Irán. Désérable se embarca intrigado por una sociedad en la que están reproduciéndose revueltas a partir de la muerte de Masha Amini en una comisaría por no llevar convenientemente tapado el pelo. En septiembre de 2022 la policía de la moral detuvo a la joven kurda mientras paseaba por Teherán aduciendo que no cumplía unas leyes que resulta abusivas y discriminatorias. Désérable se encuentra en ese país como uno de los pocos visitantes posibles, como una rara avis en trance de descubrir. ¿De descubrir qué? Al final, lo único que podemos aprender es aquello que nos resulta más próximo, lo que se acerca a nuestra aura, y es en ese aprendizaje en el que se centra Désérable. Va hasta allí con intención clara de escribir este libro, siguiendo la ruta que en su día trazó uno de los grandes autores de libros de viajes, Nicolas Bouvier en Los caminos del mundo. Como escritor, Désérable aspira a reproducir las virtudes literarias de Bouvier —musicalidad, erudición, deslumbramiento de la mirada, alegría de vivir, júbilo sensorial, asombro—, y como viajero a superar todos los miedos que le han inducido antes de emprender el viaje, y que se van repitiendo a lo largo del mismo por la reiteración de advertencias. En teoría, Irán es un país muy asediado por su régimen y el yo que viaja debe hacerse el valiente. Todo el mundo le dice ten cuidado y se siente en una exagerada obligación de tener cuidado para salvar el pellejo.
A la hora de la verdad, el mundo es un sitio más seguro de lo que nos están intentando vender. De hecho, como en todo buen libro de viajes, lo que destaca en esta reproducción de una travesía por Irán son los encuentros, las personas, que nosotros leeremos como personajes, que son a la vez peculiares y habituales: son reflejo del lugar por el que se transita y se merecen un cariño excepcional. Este es el punto fuerte del libro que, por otra parte, no cesa de transmitirnos la idea de que la tristeza que se desprende proviene de la incomodidad, por utilizar un eufemismo, con que se vive. Hay un lamento latente al no poder modificar nada, ser sólo testigo, dar testimonio, a la vez que hay una admiración por ellos, por los que deberían ser los protagonistas de estos libros, la gente de allí a la que, por limitaciones literarias, sólo podemos conocer a través del espejo que pasea a lo largo del camino, el que nosotros portamos.
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Autor: François-Henri Désérable. Título: El deterioro de un mundo. Traducción: Lola Bermúdez Medina. Editorial: Cabaret Voltaire. Venta: Todos tus libros.
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