Visceral, el último libro de María Fernanda Ampuero, publicado por la editorial Páginas de Espuma, es sideral. Sideral porque, como una estrella fugaz, perfora la oscuridad sin paracaídas y estalla como un meteorito entre las manos de lxs lectorxs, en plena ebullición, explosivo. Un libro incandescente que dinamita por la furia de quien cuenta, de lo que cuenta, de por qué lo cuenta. Como un volcán que vomita magma desde el vientre de la tierra, el libro más reciente de María Fernanda Ampuero sacude y devasta. Deja grietas en la garganta y estrías de sal en la piel de quien lee porque el sufrimiento de quien narra gritando atrapa, amarga y atormenta. Visceral retuerce las entrañas de quienes, estremecidxs, voltean las páginas y descubren estratos sedimentados de abusos que han surcado una vivencia, dejando cráteres de humillación, nódulos de silencio, pantanos de pensamientos reprimidos y pozos de indignación.
Narrarse en primera persona, bajo la forma de un ensayo, sin la membrana protectora de la ficción, implica los gestos espinosos y comprometidos de desvestirse, arriesgarse y entregarse a la vulnerabilidad. Para lxs lectorxs conocedorxs, si no adictos, de los dos primeros libros de relatos de Ampuero, publicados por la misma editorial madrileña, Pelea de gallos (2018) y Sacrificios humanos (2021), Visceral asoma como la calle central que viene a completar un retablo. Emerge como el palimpsesto sobre el cual se escribieron los cuentos y que ahora se da a ver ya no como un pergamino lábil y raspado, sino como aquella piel en carne viva, lastimada y todavía sangrante que Ampuero barnizó por medio de la ficción, dándole otra forma, otra voz, otro alcance y otra condición de existencia. Rescatado por su propria hacedora y protagonista, Visceral se revela entonces como el pre-texto de la obra literaria, el archivo y registro indeleble de reproches, insultos, golpes, rechazos, de los cuales Ampuero fue recortando o fraguando los personajes de sus cuentos.
Cuarenta y ocho años, veintiún capítulos, ciento setenta páginas dictadas por un gesto urgente de ordenar el pasado, pensar y legar la memoria, desenmarañar errores, sin miedo a empuñar el horror originario, el de la familia: eso es Visceral. Un desgranar de ilusiones perdidas, culpas inculcadas, caminos equivocados, hasta llegar a la médula de lo siniestro, la familia, el último (o primer) eslabón de aquella cadena que tiene forma de cordón. El vínculo con la madre, sobre todo, hace que esta se convierta en un personaje bisagra del libro, por no decir co-protagónica, porque en la madre se encuentra la raíz y la razón de una descendencia maldecida. Ella es la que procrea con su vientre de ballena, sus manos son las que sirven “comida, comida y comida”, sus ojos los que escarban sin piedad la grasa de la hija, sus piernas las que arrastran a María Fernanda de un nutricionista a otro, enganchando un régimen a un tratamiento, sin la posibilidad de una tregua. Básculas, inyecciones, pastillas, supresores de apetito, dietas, cintas métricas: toda una biopolítica del cuerpo liderada por la implacable autoridad materna, flanqueada por una red de agentes de control regida por la abuela, las tías, las compañeras de escuela, las encargadas de las tiendas de ropa que la sancionan con el idéntico mohín de asco.
Así de brutalmente corporal es Visceral, un libro cuya escritura supone el reto laborioso de eviscerar, de expulsar gota a gota el veneno que hombres y mujeres igual de abusadorxs y machistas han esparcido sobre cada célula, hueso y neurona del cuerpo de María Fernanda Ampuero. El cuerpo como un gran basurero al que madres, médicos y hombres acosadores han volcado sentencias y fluidos tóxicos, y en el que Ampuero hurga para rescatar el recuerdo desteñido de una imagen, de una palabra, de una risa, de un amor, porque uno sí lo hubo, pese a todos los espantos y maldades. En ese «pese a» se halla el lema de Visceral: en la posibilidad de un purgatorio que disipa las tinieblas de los oprobios humanos y otorga la posibilidad de seguir, “seguir aquí”, para retomar el testamento que nos dejan las dos últimas palabras del libro. Sacar de fuera de paréntesis esa cuerpa que muchxs han querido enlatar y normatizar hasta silenciar, reconocerle el lugar que se ha desbrozado al luchar resiliente, es la apuesta de este ensayo que desde el título plantea el empoderamiento del cuerpo y de sus entrañas, en lo que, de más íntimo, humano, y también abyecto, atesoran.
No solo a fuerza de golpes sino también de golpe se lee Visceral, porque ¿dónde cabría lugar para un punto y aparte en este entramado urdido con cicatrices y bultos, en el que la palabra se derrama como una hemorragia, como el flujo irrefrenable de una confesión frente al espejo de una mujer escritora que se muestra desnuda, insumisa y libre? Bajo el ímpetu impostergable de agarrar el teclado y escribir, María Fernanda Ampuero recurre a la literatura para entender las injusticias, sanarlas y evitar que rompan otras vidas, otras mujeres. Su literatura llega donde su rabia no puede: pone a distancia, usa el enfoque manual, percibe en condiciones de poca luz, se detiene en lo que escapa a simple vista. En este confiar en la literatura que desde el íncipit del libro coincide con una forma de estar en el mundo se anida el lazo que la escritora ecuatoriana establece con una genealogía de autoras de América Latina y del mundo, ancestras y contemporáneas, quienes han dado una vuelta de tuerca al acto de escribir, llevando el timón de la literatura hacia orillas monstruosas, que los escritores hombres, muy galanamente, como Bartleby, prefirieron no pisar. Entonces, además de ser una Summa ideologica de María Fernanda Ampuero, donde encontramos reunidas opiniones sobre género, violencia, migración, dispersas en entrevistas, talleres y redes sociales, Visceral también es el reflejo de la biblioteca personal de la escritora. De Simone de Beauvoir a Lina Meruane pasando por Joyce Caroll Oates y Cristina Rivera Garza, de Dolores Reyes a Brenda Navarro, Mónica Ojeda y Mariana Enriquez, las voces de estas, y de las muchas otras autoras que figuran en el tan necesario índice onomástico al final del volumen, forman las costuras no solo de este libro sino de toda una vivencia y de una obra in crescendo.
Coral es Visceral que entrelaza el yo con el nosotras, yendo y viniendo de una a todas, mientras cruza océanos y meridianos, estirándose de la era de la colonia a los meses interminables de la última pandemia, del virreinato de la Nueva Granada a los Imperios actuales que levantan fronteras y dictan leyes de deportación. Migranta, doblemente víctima de discriminación, por ser mujer y por ser ecuatoriana en España y “bárbara” en Europa, Ampuero no puede contar sino desde el desarraigo, desde la condición permanente de extranjería y marginalidad a la que estamos condenadxs lxs que padecemos “la nostalgia, la enfermedad del hogar, el síndrome de Ulises”. De aquí su necesidad de reivindicar en este linaje de desplazamientos, ultrajes y exclusiones un trasfondo idéntico de resistencia encarnado por las mujeres y otras “ovejas negras” de la Historia: “los migrantes, el colectivo LGTBI+, las niñas, las adolescentes (…), las precarias, los desempleados, los refugiados, las que viven en un país en guerra o en esta otra guerra: la del cambio climático”. Desde un lugar de enunciación más inflexible que el cuento, la no-ficción le permite completar hechos históricos con datos recientes que asimilan el neocolonialismo al despojo de hace más de quinientos años, desenmascarando la persistencia del capitalismo a costa de las mismas y de los mismos. Al adoptar esta postura transtemporal, transatlántica, transindividual, el libro de María Fernanda Ampuero destaca por su perspectiva interseccional, capaz de abarcar en un discurso holístico y crítico vulnerabilidades, desigualdades y disidencias que se repiten en el transcurso de la historia y se agudizan.
Por ser tan auténtico, audaz y ambicioso en su capacidad de superar el trauma individual y restituirlo a la esfera colectiva, Visceral se imprime en los pliegues de nuestra memoria lectora y nos deja estupefactos, así como mudxs nos había dejado aquel personaje de “Subasta”, uno de los cuentos más crueles de este siglo, firmado por la misma Ampuero y antecámara de toda su obra. Terminamos la lectura con la conciencia de haber bajado a las vísceras de María Fernanda Ampuero, de haber aguantado la respiración durante el descenso por su vorágine infernal. Trastornados, emergemos de las profundidades excavadas por el derrumbe de este ángel caído como quien sale de una película midiendo sus pasos trémulos en la oscuridad del cine, para no tropezar demasiado pronto con la realidad, aún más desconcertante.
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Autora: María Fernanda Ampuero. Título: Visceral. Editorial: Páginas de Espuma. Venta: Todos tus libros.
¡Qué horror! ¿Esto es crítica literaria o activismo?