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Élmer Mendoza: «Nunca escapo de la realidad, pero no dejo que me atrape»

Élmer Mendoza: «Nunca escapo de la realidad, pero no dejo que me atrape»

El escritor mexicano Élmer Mendoza vuelve con Ella entró por la ventana del baño (Alfaguara), la sexta novela de la saga protagonizada por el inspector Zurdo Mendieta, un personaje que apareció hace ya quince años en Balas de plata. Esta nueva novela comienza con una masacre. Sebastián Salcido, alias el Siciliano, líder de un grupo de exmilitares dedicados al narcotráfico, ha salido de la cárcel tras veinte años de condena. Lo primero que hará, una vez en la calle, será vengarse del excomandante de la policía de Sinaloa que consiguió arrestarlo. El Zurdo Mendieta deberá seguirlo y atraparlo.

Adicional a esa, el Zurdo Mendieta tiene una misión paralela: encontrar al antiguo amor de un empresario moribundo, Ricardo Favela, de ochenta y seis años, a quienes los médicos le dan una semana de vida. Su último deseo es volver a ver a la mujer con quien vivió un intenso amorío y de la que ni siquiera sabe su nombre, aunque sí recuerda con nitidez su extraordinario parecido con Milla Jovovich en El quinto elemento. Los episodios de amor y deseo entre Ricardo Favela y esta misteriosa mujer pelirroja a la que Zurdo Mendieta sigue sus pasos, marca un ritmo de poesía, erotismo y exuberancia del lenguaje.

El zurdo Mendieta permitió a Elmer Mendoza explorar las entrañas del narcotráfico mexicano, que retrató en sus novelas hasta convertirse en el decano de comisarios escarmentados y policías de moral laxa de los que se ha valido la literatura para asomarse a la realidad latinoamericana. Lo animaron a escribirlo Arturo Pérez-Reverte y Xavier Velasco. Y desde entonces, su musculatura literaria propone una lectura realista, un testimonio y una creación literaria que bebe de la tradición de Chandler y Hammett, pero también de Joyce o Borges.

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—¿Qué significa el policiaco y el género negro en América Latina? ¿Es una novela política, una refundación del realismo?

—Básicamente es una novela social. América Latina es un contenido muy herido, con heridas profundas, y el género que lo registra con más cuidado es el género negro.

—El Zurdo Mendieta responde al héroe imperfecto, que se corrompe incluso para hacer cumplir la ley. “El hombre honrado es un hombre solo”, escribe.

—Ese es un punto de la vida de México. En el mundo de las fuerzas del orden es muy complejo. Ellos se juegan la vida todos los días, que darse un margen de negociación y corrupción.

—Después de seis entregas, ¿cómo ha cambiado el Zurdo Mendieta? ¿cómo ha envejecido? ¿quién es el Zurdo para usted?

"El zurdo ha envejecido porque bebe, porque el trabajo como él lo hace influye"

—Es un maldito problema. La segunda novela la escribí por culpa de Arturo Pérez-Reverte y Xavier Velasco. Ellos me dijeron que ahí tenía un personaje. Lo que hice fue enriquecer la personalidad del Zurdo. En esta entrega quería que el Zurdo fuese más maduro, que se le notaran los años, la experiencia y la vida difícil que ha llevado. He intentado que, en mis novelas, desde Balas de plata hasta Ella entró por la ventana del baño, no transcurra mucho tiempo en la vida del Zurdo. Quizá 18 meses, dos años como mucho. El zurdo ha envejecido porque bebe, porque el trabajo como él lo hace influye.

—En la historia paralela entre el empresario y una mujer que entra por la ventana hay una pulsión erótica ¿deliberadamente mayor con respecto a sus otros libros?  

—Tenía muchas ganas de escribir una novela del Zurdo que tuviera que ver con el erotismo. Había intentado introducirlo en algunas páginas de otras novelas. El erotismo es muy poderoso. Tenía que mostrar a la pelirroja, este personaje que es muy fuerte, que tiene mucho control sobre ese empresario, Favela, que se deja arrastrar, queda prendado de ella y propicia que más de veinte años después el Zurdo Mendieta se ponga sobre sus pasos para traerla de vuelta.

Foto: Jeosm

—»Ella entró por la ventana». La frase pertenece a una canción de los Beatles y opera dentro de una lógica lírica. ¿Hay más poesía en esta novela?

—Como muchos narradores, soy lector de poetas. Y en ocasiones uno puede terminar acercándose a lo poético. Es algo que me gusta, porque me sale del corazón. Expresa parte de lo que sueño, deseo y la forma en que miro el mundo. Por ejemplo, la imagen de los árboles de los ahorcados de la que habla la pelirroja tiene que ver con la violencia, con la indefensión.

—En esta entrega del Zurdo pesa más la historia de amor que la propia venganza, ¿no?

"Procuré que la historia de amor pasara de lo más fuerte al momento de más debilidad del empresario que ama a la pelirroja"

—Intenté un equilibrio entre las dos historias. Pero procuré que la historia de amor pasara de lo más fuerte al momento de más debilidad del empresario que ama a la pelirroja. Procuré alternarla con la otra historia, que es muy violenta. Es un equilibro de emociones que quise compartir con mis lectores.

—¿Se siente cómodo cuando lo llaman el padre de la narcoliteratura?

—No tengo problemas con esa palabra. Me calificaron así para molestarme, pero yo, ya ves, me reí.

En una ocasión habló de su experiencia en las cárceles, para promover. Me gustaría escuchar su testimonio

—Fui a un penal de alta seguridad. Para llegar al lugar donde iba a hablar con los presos tuve que pasar por diez puertas, controles. Algunos presos tenían un club de lectura. Comencé a hablar con ellos. Al comienzo parecían tensos, y poco a poco fueron relajándose. Yo no me podía mover, porque me seguían dos guardias. Al final les pedí que me dejaran acercarme para hablar, saludarlos.

—¿Qué le queda de esa vivencia?

"Lo que sí es tremendo, y que fue una experiencia muy dura, son las prisiones femeninas. Son carne de todo, las pobres mujeres. Es terrible"

—Fue una experiencia bonita. Creo que tiene que ver con mi origen, porque yo vengo de un barrio que aportó varios presos —risas—. Hice mucho trabajo con delincuentes en penales y centros de rehabilitación. Lo que sí es tremendo, y que fue una experiencia muy dura, son las prisiones femeninas. Son carne de todo, las pobres mujeres. Es terrible. Parece una novela del siglo XIX. Trabajamos para escucharlas, para ayudarlas a rehabilitarse y también a defenderse ahí dentro.

—Dejó la ingeniería para dedicarse a la escritura. ¿Qué ha condicionado la sensibilidad de Elmer Mendoza a lo largo de estos años?  

—Lo que escribo tiene que ver con mi concepción del mundo. Los dos pilares son la imaginación y la realidad. Nunca escapo de la realidad, pero no dejo que me atrape, porque es horrible. Y la imaginación me permite hacer lo que me dé la gana.

—¿De qué está hecho Elmer Mendoza, literariamente?

"Yo leí con más cuidado a Joyce que a Proust. Joyce es muy violento, sus personajes siempre están moviéndose"

—Mientras estudié la carrera, cursé un seminario de literatura anglosajona. Leí a todos los grandes, desde Shakespeare hasta Joyce, además de los norteamericanos, Faulkner, Hemingway… Eso me dio una relación con la forma contemporánea. Yo leí con más cuidado a Joyce que a Proust. Joyce es muy violento, sus personajes siempre están moviéndose. Me empapé de eso sin quererlo cuando leí Ulises o El retrato de un joven artista. A la par de eso, voy leyendo a Hammett y Raymond Chandler, a los autores policiacos, a Rafael Bernal, y también leo los maestros del boom: a García Márquez, Vargas Llosa y mucho a Julio Cortázar, que tiene un cuidado de la forma. Y con él a Borges y Roberto Arlt.

Élmer Mendoza. Foto: Jeosm

Foto: Jeosm

—¿De dónde proviene el peso de la oralidad en su uso del lenguaje?

—Trabajé en mi tesis de licenciatura a José Manuel Arguedas, un autor blanco, pero todas sus novelas tienen que ver con los indios peruanos, y él utiliza mucho el lenguaje. Viendo mi país y mi región, que es muy intensa, que tiene una historia negra, decidí no rehuir. Yo vivo aquí, en Culiacán, y la mitad de las madrugadas me despierto con el sonido de una balacera. No voy a ocultar eso, pero tampoco quiero que me atrape.

—¿Por cuál Zurdo hay que comenzar a leer a Mendieta?

—La recomendación es que lean la más reciente: Ella entró por la ventana del baño.

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