Marisol Donis ha rebuscado en las hemerotecas de finales del siglo XIX y principios del XX con la intención de compilar todos los artículos escritos por Emilia Pardo Bazán en torno a los crímenes de su época. Con todo este material, la autora pone sobre la mesa las opiniones de la gallega sobre los «mujericidios», sobre la psicología del criminal y, en general, sobre la sociedad de tu tiempo.
En este making of Marisol Donis rememora los orígenes de Emilia Pardo Bazán y su fascinación por la criminología (Alrevés).
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Siempre tengo en mi mesilla de noche dos libros, uno de literatura costumbrista, que suele ser de Pérez Galdós o Rómulo Gallegos, y otro actual. El primero de ellos lo leo sin seguir un orden fijo. El otro puede durarme dos días, o a veces una tarde.
Cayó en mis manos una recopilación de artículos que la escritora gallega escribió para La Ilustración Artística, con el título de Vida contemporánea, editado y publicado por la Hemeroteca Municipal de Madrid, cuando era alcalde Alberto Ruiz-Gallardón, en el año 2003. En esos artículos escribía sobre todo: balnearios, mendicidad, concursos hípicos y… asesinatos.
Como criminóloga que soy, dejé de leer todo lo demás y me centré en los artículos dedicados a crímenes vulgares, crímenes rurales, crímenes mal llamados pasionales, suicidios, timos y estafas.
Me impuse la obligación de leer todos los días uno de los artículos, al tiempo que leía la prensa actual. Llegué a la conclusión de que hay crímenes que se repiten una y otra vez, como un calco, aunque pasen años y siglos. Los asesinatos de mujeres, que Emilia llamó «mujericidios», supusieron una lacra entonces, como lo son ahora.
Emilia había leído desde muy jovencita Causas célebres francesas, siguió más tarde con los dos tomos de la tercera edición de El hombre delincuente, de Cesare Lombroso, quien concebía el delito como resultado de tendencias innatas, de orden genético, sin olvidar los factores criminógenos como el clima, el grado de civilización, el alcoholismo…
También leyó La mala vida en Roma y La mala vida en Madrid. En las páginas de esos libros aparecía una gran diversidad de individuos, como prostitutas, mendigos, vagabundos, estafadores… Población considerada peligrosa por sus comportamientos desviados. Se podía resumir en inmoralidad y barbarie que se repetían con demasiada frecuencia.
Emilia llegó a tener una formación tan completa en criminalística y criminología que eso le permitió escribir, con conocimiento de causa, miles de artículos y unos libros basados en crímenes reales que son de lectura obligada para los amantes de la crónica negra.
Así que decidí que debíamos hacer algo juntas. Rescaté del olvido crímenes reales que Emilia comentó en sus crónicas, a su manera, de forma impecable.
Lo malo fue que no siempre fechaba el crimen, cambiaba el nombre propio del implicado y confundía la dirección. Un año tardé en descubrir que la Lucrecia de la calle Postas era en realidad Pepa de la calle Pozas.
Juntas escribimos y reescribimos crímenes rodeados de barbarie y pilatismo, suicidios sin sentido, suicidios con toque romántico y tantos otros.
Emilia no deja títere sin cabeza. No se salvan con ella ni autores ni víctimas, y mucho menos investigadores.
Suelta frases para recordar: «la joven planchadora de cráneos sin meollo», «los jueces son blandos como bizcochos», «estos Otelos forrados de Werther».
Yo pongo cierto orden cuando la noto alterada.
Murió en 1921 antes de conocer si algunos de los asesinos «se fueron de rositas», como ella decía. Y yo, desde el siglo XXI, sentada ante legajos, libros antiguos, rollos de microfilm, observo todo lo que sucedió en el XIX y en el XX.
Finalmente le digo: «Tranquila, Emilia, don Nilo no se fue de rositas y Cecilia Aznar salió en libertad tras 26 años de reclusión y tuvo una reinserción ejemplar en la sociedad».
Ha sido una experiencia para mí gratificante y terapéutica.
Merece la pena.
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Autora: Marisol Donis. Título: Emilia Pardo Bazán y su fascinación por la criminología. Editorial: Alrevés. Venta: Todos tus libros, Amazon, Fnac y Casa del Libro.
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