Hace ya demasiados años tuve ocasión de compartir mesa y mantel con un joven español que había levantado fuera de España una cosa de esas que hoy dicen startup. Se trataba de un proyecto relacionado con la Internet, las bases de datos y otras minucias. Persona despierta, aquel muchacho lo mismo hablaba de los intríngulis del cashflow, el contante según él, que del punto de vista en la obra de Onetti, cosa que me sorprendió por inusual. Si algo distingue a nuestros líderes en demasiadas ocasiones es la vastedad de su ignorancia. Fue a aquel despejado caballero a quien oí la jocosa expresión empresaurio. “En España no hay empresarios, sino empresaurios”.
Me he acordado de él a propósito de la presentación de un llamado Libro blanco de los empresarios españoles sobre educación promovido por la Confederación Española de Organizaciones Empresariales (CEOE). El acto tuvo lugar el pasado 25 de mayo en la sede de la institución en la madrileñísima calle Diego de León y contó con la presencia de Iñigo Méndez de Vigo, ministro de Educación, Cultura y Deporte. El presidente de la CEOE hizo una alocución en la que señaló que no tiene nada contra la filología etrusca, pero que sería absurdo incentivar su enseñanza. Lo que habría que incentivar, según el Libro blanco de los empresarios españoles sobre educación, es la enseñanza privada.
La CEOE parece no saber que la filología etrusca es notable disciplina susceptible de arrojar luz sobre la prehistoria del continente y, por tanto, de nuestra península e islas adyacentes, así como sobre la formación de lo que los historiadores llaman “substrato prerromano”. Se conservan varios miles de inscripciones epigráficas etruscas, y desentrañarlas constituye un reto aún pendiente de resolver de modo concluyente por la ciencia. Asumo que estas tonterías no tienen por qué importar a la CEOE, pero también estimo conveniente que sus líderes no aireen su incultura con desparpajo. Comprender de dónde venimos es necesario para saber hacia dónde demonios vamos.
Curiosamente, dos días antes, el 23 de mayo, La Caixa entregaba en Barcelona sus becas de postgrado a estudiantes españoles en el extranjero. Don Isidro Fainé, personalidad de sobra conocida, subrayó la importancia de los estudios de humanidades en base a su convencimiento “de que el nivel de progreso de un país no se mide sólo por la capacidad de sus técnicos”. Don Isidro se entusiasmó al asegurar que la misión de la institución que preside, la Fundación Bancaria “La Caixa”, es la de ayudar “a construir una sociedad mejor y más justa dando más oportunidades a las personas que más las necesitan”. En aquella ocasión, quienes más necesitaban una oportunidad eran jovencitos españoles de veintipocos años con brillantes expedientes académicos que gracias a la munificencia de la Fundación Bancaria “La Caixa” pueden entregarse sin agobio de intendencia a estudiar tablillas hititas en París, filología indoeuropea en Alemania y otras ocupaciones.
Alivia comprobar que aquel audaz emprendedor español en el extranjero estaba equivocado. Y que junto a empresaurios, en España también hay empresarios: líderes capaces de comprender tanto la importancia del índice Dow-Jones como de la filología. Incluso de la etrusca, si llegara el caso. Quién sabe si el Champollion de esa disciplina no saldrá de alguno de nuestros centros de enseñanza, público o privado, subvencionado o no. Y apoyado por una beca o no, vaya usted a saber.
Hasta aquí por hoy. Un beso. Y una sugerencia: no dejéis de leer, “aunque sea los papeles rotos de las calles”.
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https://www.elmundo.es/sociedad/2017/05/25/5926ec70ca4741a20c8b457e.html
https://elpais.com/elpais/2014/02/11/eps/1392124719_158348.html
https://www.estudiogeneraldehumanidades.es/etruscos/lengua-etrusca.html
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